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Las orillas de los ríos son frecuentadas por personas con ganado

Aún se mantiene el pastoreo en los alrededores de Cuenca

Los animales vacunos aún son pastoreados en los alrededores del centro histórico de Cuenca. Los parques lineales y las orillas de los ríos son los más buscados. Foto: Rodrigo Matute Torres / El Telegrafo
Los animales vacunos aún son pastoreados en los alrededores del centro histórico de Cuenca. Los parques lineales y las orillas de los ríos son los más buscados. Foto: Rodrigo Matute Torres / El Telegrafo
29 de marzo de 2015 - 00:00

Por Francesca Flandoli

Pese a las prohibiciones de pastar animales en los espacios verdes de Cuenca, se hace caso omiso a estas disposiciones. En varios lugares de la ciudad son frecuentes las escenas de animales, en especial ganado vacuno que caminan y comen pasto, ensucian los parterres y dan una mala imagen.

En la provincia del Azuay, según el último censo agropecuario y poblacional del Inec (Instituto Nacional de Estadística y Censos), 712 mil habitantes conviven con 430 mil vacas, y algunas de ellas merodean por la capital provincial.

La Ordenanza de Saneamiento y Control Sanitario del Cantón Cuenca dice en su art. 23 que está prohibido “dentro del perímetro urbano, el pastoreo de animales en espacios verdes, orillas de los ríos, parterres y otros lugares públicos. El propietario de los animales que infrinja esta disposición será sancionado con multas desde 500 dólares y hasta por el valor total del animal”.  

Esto no parece asustar a Clara, un ama de casa y madre de 3 hijos que alimenta a sus 4 vacas a orillas del río Yanuncay, muy cerca de la Universidad del Azuay (UDA), con la inestimable colaboración de su perro Beethoven. Cada una de sus “mascotas blanquinegras” tiene un valor aproximado de $ 800, pero su preferida es Julia, una vaca gorda con 13 puntos negros que está a punto de parir. Todas las mañanas, Clara sale a vender leche, nata y queso fresco, productos de sus 4 vacas; con lo que gana completa el ingreso salarial de su marido.

El escritor Oswaldo Encalada sostiene que estas prácticas son resultado de la interculturalidad, “residuos o reliquias de una vida campesina. En los mercados de Cuenca aún se puede ver gente vendiendo hierba, hierba alfalfa, lo que significa —por ejemplo— que la gente aún tiene cuyes dentro de la ciudad”, indica el escritor.

Para el ingeniero agrónomo Jaime Garrido, Cuenca ha sido una ciudad históricamente vinculada con parroquias rurales, pero el crecimiento urbano ha hecho que esas zonas que sentíamos como rurales hayan dejado de serlo y formen parte del casco urbano.

Garrido, quien cuenta con una maestría en Estudios de la Cultura, cree que el pastoreo de las vacas es un reflejo de esa razón de ser campesina y rural en Cuenca, aunque para él como ciclista, este tema supere el ámbito exclusivamente cultural. “Pasas en bicicleta por la UDA y te toca luchar a mano armada con los perros que salen, o incluso si vas en carro se te botan… no me imagino toparte con una vaca”.

Más allá de su peligro para el tráfico, los animales de granja grandes como el ganado vacuno han sido considerados un patrimonio familiar. A tal punto son valiosas las vacas para sus dueños que muchas veces los avalúos de sus casas son más bajos que el equivalente en dólares de su ganado.

“Considerando el rendimiento económico de la alimentación de una vaca, tenemos que por cada 4,5 kilogramos (kg) de alimento, la vaca genera 1 kg de carne. Esto hace que buscar lugares de pastoreo gratuitos se convierta en un atractivo negocio para los propietarios, pues prácticamente no tienen gastos de alimentación de los animales, y al momento de la venta esto se reporta como pura utilidad. Además de la venta diaria de leche que constituye también un ingreso considerable”, indica René Valdivieso, ganadero.

Para los cuencanos, entonces, puede ser normal ver a las reses como parte del paisaje, pero su presencia, para los extranjeros que viven en la ciudad, por ejemplo, implica toda una experiencia. “Es raro verlas andar así nomás por las calles”, dice Josefa Martínez, una argentina que reside en Cuenca. “¡Es hermoso! Es como una mini-India”, acota la ciudadana rusa Polina Cold.

“Me gustan las vacas, pero puedes matarte si atropellas una”, sostiene el estadounidense Ian Dory, a lo que el portugués Alonso Varela replica que “hay que respetar a todos los animales, los autos deben pararse, que ellas pasen”.

El cuencano Mario Esteban Espinosa es testigo de esto. “Un sábado iba a Yunguilla junto con mi familia, no teníamos prisa así que íbamos a una velocidad muy baja. En una curva me encontré de frente con 4 vacas. Me impacté directamente con una de ellas; después del susto, llanto y pánico, nos dimos cuenta de que nadie estaba herido. Vimos que la vaca cayó al suelo, pero inmediatamente se paró y siguió su camino. Cuando llevé a revisar el carro, la reparación me costó alrededor de    $ 3 mil”, dijo Espinosa.

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