Publicidad
1969 fue el año del memorable raid Cuenca-Molleturo-Naranjal
En 1969, la vialidad de la provincia del Azuay, y del sur del país en general, estaba muy retrasada y sin que ningún gobierno tome en consideración la imperiosa necesidad de mejorarla. Era tal el estado de las vías que la región prácticamente estaba aislada del resto del país, principalmente del litoral.
Recordemos que el tren había llegado a Tambo, Cañar, en 1948, pero recién en 1965 llegaría a Cuenca y tendría una efímera utilidad. Ninguna de las quejas de estamentos como el comercio, la industria, la agricultura, mucho menos de los moradores y de las autoridades seccionales, tenía eco a nivel central. Recién en la última década del siglo pasado tuvo feliz término la construcción de la carretera Cuenca-Molleturo-Naranjal; mientras, ya se había adelantado el transporte carrozable por la vía Durán-Tambo en 1952, luego de una considerable distancia que debían recorrer los conductores para llegar a Guayaquil.
Ha sido un afán permanente de las civilizaciones andinas, interesadas en el contacto con los territorios costaneros allende la cordillera hacia el oeste, salir a las orillas del mar Pacífico, por 2 razones: buscar el preciado alimento marino y ampliar horizontes de conquista. Se conoce que tanto los cañaris como los incas tuvieron contacto con la Costa, lo demuestra el Qhapaq-Ñan, camino del Inca, que unía el valle de Cuenca (Tomebamba) con Molleturo por Paredones hacia la costa. Los conquistadores españoles se dieron cuenta de que les resultaba más corto, más fácil y menos fatigoso entrar a la región andina desde el litoral utilizando los caminos aborígenes. Cuenca no distaba sino 100 km en línea recta del litoral.
En el gobierno de García Moreno empezó la rehabilitación de los caminos coloniales de herradura que unían Cuenca con Guayaquil. En el sur, con el gobernador Carlos Ordóñez Lasso (a fines del siglo XIX) se realizaron numerosas gestiones hasta conseguir un camino de herradura estable para el Azuay, con salida al Pacífico, hacia el puerto de Bola (Naranjal), conocido luego como Balao. Durante 100 años no existió otra iniciativa. El primer transporte motorizado fue el tren, que se concretó en el gobierno de Eloy Alfaro, concluyéndose la vía ferroviaria Guayaquil-Quito en 1905. Estaba planificado acercarse al sur del país, saliendo de Sibambe. Molleturo un paso obligado entre Cuenca y Naranjal, dependía de la parroquia de Sayausí y a su vez del Cantón Cuenca —un caserío muy antiguo—, ubicado al occidente de la provincia del Azuay; a 2.500 m s.n.m., con un clima templado, y un área geográfica muy extensa, que avanza hasta la zona costanera en las estribaciones occidentales del macizo de El Cajas. Este territorio rural posee diferentes pisos climáticos desde el frío páramo hasta el subtropical húmedo. En los años sesenta del siglo pasado, época en que se inicia la aventura de llegar en auto, su población era eminentemente rural, dedicada a la agricultura, ganadería, crianza de cuyes y aves de corral, y en la parte caliente a la producción de alcohol, miel y panela de caña de azúcar. Su aislamiento tenía una larga historia.
Frente a la indiferencia de las autoridades y para despertar el interés de los gobernantes y de la ciudadanía, varios conductores unidos en el Club Deportivo Choferes planifican una incursión en un vehículo todoterreno, para demostrar la factibilidad de unir Cuenca con Molleturo y Naranjal. Escogieron para la proeza un jeep Land Rover, con el que pretendían que atravesar el macizo de El Cajas, es decir el ramal occidental de la cordillera de los Andes, siguiendo el antiguo camino de herradura denominado “camino de García Moreno”.
El 19 de octubre de 1969 parten de Cuenca, ante la incredulidad de autoridades y pobladores, con la meta puesta de salir a la carretera Troncal de la Costa. Veinte choferes dirigidos por Julio Bueno, como presidente del Sindicato, y el padre Roberto Samaniego, párroco de Molleturo, parten desde Sayausí. El primer día llegan al sector de Aguas Regadas, tramo que no presentó mayores dificultades hasta llegar a Dos Cuevas, pues existía para entonces una trocha.
El segundo día presentaba mayores dificultades; se trataba de atravesar el macizo de El Cajas y llegar hasta el caserío de Migüir, sorteando el altísimo paso de Tres Cruces. Debieron esquivar desfiladeros, roquedales, pantanos y quebradas por lo que hoy es el Parque Nacional Cajas. A las 4 de la tarde llegaron a su destino.
Innúmeros pobladores de Molleturo se unieron a la dura tarea de abrir la trocha. Hasta las mujeres colaboraban, algunas con mano de obra, otras preparando los alimentos y las agüitas con el aguardiente de Sanagüin para aportar con la ‘fuercita’.
El tercer día, muy de mañana, pues era el más exigente de todos, debían llegar a Molleturo, pasando los ríos Migüir, Chorro, y Siticay. Se necesitó mucho esfuerzo de alrededor de 300 pobladores de Molleturo, debían colocar vigas, rellenar pantanos, poner piedras, hasta llegar a Copte, y como refiere don Luis Macas, habitante del sector: “El carro más iba cargado que nada”. Cuando ya se divisaba Molleturo el jeep rodó por una pendiente; los ánimos decayeron, entonces afloró la entereza del padre Samaniego y los molleturenses, hasta que a las 9 de la noche ante el asombro del poblado, el jeep y sus ocupantes llegaron a la meta. Niños, jóvenes, ancianos y mujeres de Molleturo concurrieron masivamente. Se desató una fiesta, ya que era el primer carro que llegaba al olvidado pueblo de Molleturo.
Al cuarto día, entrada la mañana, continúa la incursión; ayudado por el buen clima empieza el descenso hacia el litoral por una trocha que desde Pueblo Nuevo había sido abierta por la compañía minera Granda Centeno. Se llegó hasta Guarumales. El quinto día llegaron hasta Chacayacu. El sexto con “hacha y machete” de los molleturenses y algunos campesinos del lugar, pudieron acercarse a Naranjal. El 26 de octubre, al mediodía, el Land Rover llegó al cantón Naranjal y como cuenta don Neftalí Peñaloza, nativo de Molleturo, hoy de 94 años, y quien participó en todo el trayecto recuerda: “Se fue hecho una flecha, echando polvo a Guayaquil… duro mismo fue”.
La prensa cuencana, de la época se hizo eco de la “hazaña” de los choferes, los raidistas recibieron un trato digno de héroes, realizaron un recorrido por las principales vías de la ciudad. Los diarios ocuparon mucho espacio en narrar el recorrido, recalcando la factibilidad de la vía carrozable por Molleturo, lo que ahorraría tiempo y distancia, entre Cuenca y Guayaquil. Las autoridades de turno se movilizaron a la capital para, de manera oficial, gestionar a nivel estatal la construcción de la vía, que, como sabemos comenzó su realización recién a inicios de los noventa, así la parroquia Molleturo comenzó a salir de su abandono y su injusta postergación. (F)
La necesidad de una carretera para el desarrollo
En el año 1963, el párroco de Molleturo, Adolfo Clavijo, organiza numerosas mingas con los pobladores entre los meses de junio y noviembre de dicho año. Participaron alrededor de 300 a 400 molleturenses incluyendo jóvenes, adultos, hombres y mujeres que a “pico y pala” se propusieron sacar adelante el camino Cuenca-Molleturo. La presencia del invierno hizo que se suspendan los trabajos. Hasta que llegó el fatídico día 14 de marzo de 1964: “En un acto desventurado de apresuramiento en defensa de la religión católica y de su religioso, una turba enardecida, ciega de venganza, proceden a quemar viva a Doña Josefa Escandón a quien se le acusa de adulterio y sobre todo por haberse opuesto a la petición del cura, de donar un terreno para la casa parroquial. Desde entonces el pueblo perdió luces, sus moradores se dispersaron, apresados unos, sentenciados a cumplir grandes penas, y los más, prófugos huidos por los alrededores del lugar. El sacerdote fue retirado del lugar; el pueblo quedó completamente abandonado a su suerte, sin dios ni ley desde 1964 hasta 1967”, refiere Ángel Puín en El Libro de Molleturo tomo II.
Este repudiable hecho hizo que Molleturo fuera olvidado y menospreciado por las autoridades civiles, e incluso las religiosas y que los molleturenses fueran estigmatizados, buscando su reivindicación frente a este desmedido acto de violencia. (O)