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Los conocimientos antiguos se transmiten de manera oral
Las leyendas son el patrimonio inmaterial imbabureño
Una leyenda es una narración de hechos naturales o sobrenaturales, que se transmite de generación en generación, en forma oral o escrita. Generalmente estos relatos se sitúan de forma imprecisa entre el mito y el suceso verídico. Además, se ubican en un tiempo y lugar conocidos por la comunidad, lo que aporta cierta verosimilitud al relato.
En las leyendas se presentan elementos sobrenaturales como milagros, la presencia de criaturas feéricas (relacionada a los seres elementales como las hadas) o de ultratumba. Y estos sucesos pueden ser una visión del mundo o de la comunidad donde se origina la leyenda.
En su proceso de transmisión, a través de la tradición oral, las leyendas experimentan supresiones o modificaciones dentro de cada historia. Las leyendas imbabureñas destacan la esencia de la cultura indígena, plasmando los extractos más puros de su historia.
Otavalo es uno de los cantones donde se guardan aún muchas de las raíces de nuestra cultura nacional. Esta zona constituye una región intercultural en la que conviven etnias distintas, que conservan elementos culturales y leyendas ancestrales.
Una de ellas es la festividad llamada el Coraza, ritual milenario de las comunidades aledañas a la parroquia San Rafael, donde cada año se vive la religiosidad ancestral centrada en el ciclo agrícola del maíz y las divinidades supremas: Atsill-Pachakamak y Pacha-Mama.
Cuentan la leyenda que en tiempos antiguos, cuando ya existían el sol, la luna y las estrellas, Atsill-Pachakamak, un dios de esa época, quiso ser el esposo de la Pacha-Mama, ella aceptó y quedó embarazada. Con el tiempo llegó el momento del nacimiento.
Cuando la Pacha-Mama empezó a parir, de su vientre brotó el agua y luego nacieron las piedras, los cerros, las plantas, los animales, el viento, el hombre, la mujer y todo lo que existe. Todo lo que la Pacha-Mama paría tenía vida.
Eran tiempos de confusión porque todos los seres pensaban y hablaban en el idioma de los seres humanos. La tierra decía: por aquí pasaron pisándome. La planta de moras gritaba: estuve deteniéndoles con mis espinas, pero se soltaron y se fueron.
Ante esta situación Atsill-Pachakamak y Pacha-Mama fueron acomodando y adecuando las cosas, hasta que finalmente solo los seres humanos teníamos la facultad de hablar, mientras que los demás seres continuaban comunicándose y pensando en formas diferentes a la nuestra.
Otra de las leyendas emblemáticas de nuestra provincia, la Tapada, una dama de cuerpo esbelto y andar garboso, que aparecía en los vericuetos de la ciudad y se hacía seguir por los hombres.
Nunca se supo de dónde salía. Cubierta la cabeza con un velo, sorpresivamente la veían caminando a dos pasos de algún transeúnte que regresaba a la casa después de divertirse. Sus almidonadas enaguas y sus amplias polleras sonaban al andar y un exquisito perfume dejaba a su paso. Muchos le hacían una galantería. Pero la dama caminaba y caminaba.
Como hipnotizado, el perseguidor iba tras ella sin lograr alcanzarla. De repente, se detenía y, al alzarse el velo se veía que su rostro era una calavera y un olor a cementerio reemplazaba el delicioso perfume. Paralizado de terror, el hombre que la perseguía quedaba loco o muerto, pero si sobrevivía podía contar lo que había visto.
Alrededor de las lagunas, también se han tejido leyendas, ya que la fascinación que ejercen en los hombres los lagos, lagunas, quebradas y corrientes de agua es constante en todas las culturas.
En tiempos inmemoriales vivió en la laguna de Cunrro un gigante orgulloso que consideraba que todas las lagunas de la provincia eran solo charcos, sin suficiente profundidad para bañarse en ellas. Así que decidió visitar algunas.
Llegó primero a la laguna de San Pablo y se metió en sus aguas. En pocos pasos recorrió todo el lago y en el lugar más profundo el agua apenas le llegó a las rodillas. Pasó enseguida a la laguna de Mojanda y el agua allí no le llegó sino a los tobillos. Pasó luego a la laguna de Cuicocha y el agua de ese lago hermoso le llegó hasta los muslos. Llegó finalmente arriba del Imbabura, una pequeña laguna y una vez allí, se metió en sus aguas frías y negras. Sintió que el piso y que todo su inmenso cuerpo se hundía, desesperado trató de sostenerse de la roca más próxima, la perforó, formándose así la Ventana del Imbabura. (F)