Las vivencias de Pablo están registradas en un libro
Levanta su mano en señal de cortesía, sonríe cuando lo saludan. Muchos a manera de broma le dicen: “¡hola milagritos!” y otros “¡qué más Gato Encerrado!”. Esos seudónimos le pusieron a raíz de que el portovejense Pablo Córdova estuvo atrapado entre los escombros del hotel El Gato por 36 horas.
Tras el fatídico terremoto del 16 de abril de 2016 fue rescatado por voluntarios colombianos. Cuando han pasado dos años del sismo afirma que gracias a la ayuda psicológica y a Dios es que se está recuperando.
Su historia es parte de dos relatos de sobrevivientes (la otra es Karen Rodríguez) del libro Los Terremotos del alma, de la psicóloga manabita Mariana Bermúdez, profesional que lo viene tratando en su recuperación y con quien estuvo en esta semana en Guayaquil presentando la obra.
Según la profesional, Pablo, luego del 16 de abril, estaba deprimido, tenía pesadillas, se levantaba gritando, eso era producto del estrés postraumático. Entonces mediante terapia, la psicóloga fue descubriendo historias maravillosas de él que transcribió en el texto bajo su autorización.
Pablo ha seguido el tratamiento en Portoviejo. Al caerse el edificio donde laboraba de recepcionista quedó sin empleo, pero pasados dos meses de la tragedia recibió la propuesta de trabajar en el Servicio Integrado de Seguridad ECU-911, en la capital manabita donde se dedica a hacer mantenimiento.
Está convencido de que al estar con vida debía cumplir una misión y esa ha sido “que retomemos los valores y la creencia en Dios, Él existe y los milagros también y soy uno de ellos; lo que me pasó es un prodigio que ni yo sé cómo pasó. Quizás es la fe y la esperanza en el Todopoderoso que se extiende por toda la vida”.
Pablo, durante el encierro en el que estuvo más de un día en las ruinas del hotel, se concentró en las ganas de salir adelante más no en lo que estaba atravesando. “A medida que he sido asesorado psicológicamente he superado todos esos traumas que me dejó la secuela del terremoto”.
Al llegar la fecha del 16 de abril, le entra una nostalgia y melancolía fuerte, pero solo es por el momento, argumenta.
A Pablo le gustaría ser psicólogo. Las terapias que le da la doctora lo han atraído mucho a esa carrera. Se atreve a dar consejos y resume que en algún momento de depresión la persona debe tener fe en Dios, mantener la calma que todo pasa y vuelve otra vez a la paz normal. “Para mí eso es algo maravilloso, tener fe, después de lo que me pasó, de estar con vida y sin tener ni un solo rasguño”.
Cuando sale de su trabajo, pasa por el lugar donde quedaba el hotel (centro de Portoviejo) y ve que el espacio sigue igual: “está con un cerco de metal”.
Dice que en estos 24 meses posterremoto se han cometido muchas injusticias con la gente que de verdad se les cayeron sus casas y aún no reciben otra, siguen esperando hasta ser tomados en cuenta. (I)