Sí hay razones históricas para afirmar que La Manga del Cura es manabita
Lo que ahora es el territorio de Manabí, y que —hasta 1824— fue provincia de Puerto Viejo, formó parte de la provincia de Guayaquil, hoy provincia del Guayas, y comprendió, incluso, los territorios de La Canoa o de Bahía de Caráquez, que hasta 1772 integraron la zona de Quito.
Partido de La Canoa que limitaba hacia el norte con el Estero de Cojimíes en Esmeraldas, alinderando con parte del territorio de Santo Domingo, hasta la confluencia misma de la gobernación de Tacunga (Latacunga) por la parte de La Maná, correspondiente a la circunscripción de Los Ríos y tomando los territorios de Balzar, por el lado de Guayaquil, haciendo de Manabí, la provincia de mayor extensión territorial en el país, cuando se decretó su provincialización el 25 de junio de 1824.
En esta división territorial, que fácilmente se puede buscar en los límites internos dictaminados por Colombia y en los establecidos para la demarcación de provincias, encontramos la primera razón para decir que La Manga del Cura es manabita, siempre fue manabita.
En aquel entonces no existían caminos como los que conocemos actualmente, solo había trillos abiertos por el constante deambular de los seres humanos o senderos por los que transitaban los animales hacia las fuentes de agua. Construir un camino era una obra grandiosa y gigantesca, se lo hacía al golpe del machete, desbrozando la espesa selva y orientados por los trillos abiertos por el paso del tiempo y casi siempre pegados al curso ríos o riachuelos, porque ellos —de manera inequívoca— conducen hacia los pueblos, porque los pueblos se fundaron y se siguen fundando a la vera de las fuentes naturales de agua.
Para 1848 se ordena la construcción de un camino que una Montecristi con Latacunga (Manta era apenas un caserío que formaba parte de Montecristi) y que sea financiado con recursos del trabajo subsidiario, impuesto por ley colombiana de abril de 1825, como una continuidad del tributo indígena, con el fin de sacar la producción que se perdía cada año en ese territorio, que era montañero y rico en agricultura.
He aquí una segunda razón de importancia que nos permite deducir que la apertura de un camino señala límites o propiedad de áreas y que el mismo atraviesa el territorio que ahora Guayas reclama como propio. Es un camino que avanza desde Montecristi hacia Latacunga, bordeando las faldas de la cordillera pero adentrándose por el sector selvático y que, posiblemente, es el mismo camino por el que se trazó, en la década de 1940, la carretera Manta–Quevedo, sin llegar a atravesar el río Daule, que se constituye en la línea divisoria con Los Ríos y Guayas.
Para 1880, los munícipes manabitas solicitan al Gobierno Central que se abra el camino a Quito y que atraviese los cantones de Jipijapa, Montecristi, Portoviejo y Chone, vía que posiblemente recorrió el obispo Pedro Schumacher, en 1885, cuando desde Santo Domingo caminó una parte de esa vía para posesionarse como obispo de Portoviejo y Esmeraldas y que, en 1895, por el ascenso del general Eloy Alfaro al poder, procedió a tomar en su salida intempestiva de esta provincia para llegar a Quito y refugiarse más tarde en Colombia, ruta que se había trazado, desde 1872, en el gobierno de Gabriel García Moreno, para la construcción de una línea férrea que partiendo desde las faldas del Atacazo llegara a Bahía de Caráquez, atravesando los territorios de Chone y Calceta.
Si seguimos tomando la referencia de esta construcción vial, nos encontraremos con que el 27 de octubre de 1884 se procede a la celebración de las bases de contratación con la Sociedad Anónima, formada con el Supremo Gobierno y que determinan que la construcción del camino debe iniciarse en Quito y finalizar en Cansacoto, con una anchura de 4 metros, a excepción de 3 puntos de peña hasta el Toachi, con una anchura de 3 metros, y desde este sitio hasta Santo Domingo de los Colorados y de allí hasta la Costa, con una anchura de 10 metros.
La Sociedad Anónima recibiría la entrega en propiedad de 50 leguas cuadradas de terreno a lo largo del camino, que pasan por la cabecera del estero de Suma y en las direcciones del Pupusá, del Peripa y del Pove, que es el origen del Palenque; además recibirán 100 pesos, valor que ya había sido señalado para la construcción de este camino por los congresos de 1878 y 1880.
Para esta referencia de camino existe la Carta Geográfica elaborada por el sabio francés Teodoro Wolf, publicada en 1892, y que tuvo por referencia los materiales geográficos de los académicos franceses Pedro Vicente Maldonado, Juan de Velasco y Humboldt, entre otros. Si somos acuciosos en la investigación documental nos daremos cuenta de que los mismos trazos fronterizos que se esgrimen, por parte del Gobierno provincial de Manabí, en su defensa jurídica del derecho manabita a la posesión y pertenencia del territorio de La Manga del Cura, coinciden con la mayoría de datos e hitos territoriales que fijan linderos entre las provincias que se circunscriben a nuestro alrededor, y que tienen su basamento en varios Decretos Ejecutivos emitidos desde 1946.
Vamos al punto central que el Gobierno Provincial de Manabí narra de manera muy sencilla cuando este dato existe publicado en Diario La Provincia, de Portoviejo, fecha de 17 de septiembre de 1969, y que incorporo en mi libro Los caminos en Manabí. Los caminos siempre fueron el problema principal de los manabitas, por ello, en conjunto o aisladamente, las municipalidades y las personas buscaban su apertura. Fue el caso del sacerdote Luis María Pinto, apodado como el ‘cura loco’, de quien Fernando Zevallos Ross cuenta que, junto a Jacinto Moreira Cruz, Pomerio Pazmiño, Ezequiel García, Metodio Intriago, José Ángel Cedeño, Honorato Cedeño, Dimas Zambrano, Cecilio Peñarrieta, Melchor Palacios, José Auxilio Peñarrieta y Segundo Victoriano Bravo Guerrero, armado de escopetas y a filo de machetes, partió de Calceta, desbrozando la montaña para cruzar por Quiroga, Pechichal, Valentín, Río Barro, Juan Candela, Relámpago, Bejuco, Los Ángeles, La Bóveda, La Iguana, Puente de Piedra, Tranca de Piedra, La Caraca, Dos bocas, Algodón, El Ají, saliendo a Membrillo, Conguillo, Salazar, hasta llegar a La Aurora, y avanzar hasta Santo Domingo de los Colorados.
Pero lo interesante de este recorrido es que en determinados lugares construyeron pequeñas casetas de observación que denominaron “estaciones de brújula”, siendo una de las principales la ubicada en las alturas de El Algodón, entre Cocopí, Peripa y la selva para El Naranjo y Santo Domingo, que abrió la línea que permitió marcar el camino hasta La Manga del Cura, nombre con que se bautiza al sitio en homenaje al cura Luis María Pinto, que como sitio o población está marcado en el plano con el que el Gobierno Provincial de Manabí señala la jurisdicción manabita en este territorio, población y espacio con historia por siempre manabita.
Finalmente, para no hacer tan extensa esta relación histórica, nos debemos remitir a los acuerdos municipales del cantón Chone, que crearon las parroquias de El Carmen, la Esperanza y Maicito, que ahora lleva el nombre Wilfrido Loor Moreira por desmembración de la parroquia de Flavio Alfaro, de fecha 24 de julio de 1963, y en que lo principal del mismo es que señala y ratifica la existencia territorial manabita de la Manga del Cura, desmembrándola de la parroquia de Flavio Alfaro, en que la señala como sitio perteneciente a la parroquia La esperanza.
Lo que realmente da asidero suficiente para decir que La Manga del Cura es manabita es la declaratoria de cantón de El Carmen en 1967, pero no porque el Congreso por buena voluntad lo hiciera, sino que provino de un movimiento que unificó a todos los manabitas ante las pretensiones de un grupo de hacendados de Pichincha de querer ligar a su provincia este territorio rico en agricultura, en fuentes hídricas y en ganadería y que fueron defendidos con argumentos históricos por parte del historiador de calceta Wilfrido Loor Moreira y por el geógrafo chonero Andrés Delgado Coppiano, estando en calidad de representantes de nuestra provincia en el Congreso Nacional el doctor Luis Dueñas Vera y Rubén Darío Morales.