Manabí, la provincia chola–montuvia del Ecuador del siglo XXI, celebra los 191 años de creación provincial dispuesta por el Gobierno grancolombiano el 25 el junio de 1824, cuando divide la antigua Audiencia de Quito en 3 departamentos: Ecuador (Quito), Cuenca y Guayaquil.

A Guayaquil lo divide en 2 provincias, una de ellas es Manabí, territorio que comprende 3 cantones: Portoviejo, Jipijapa y Montecristi. Manabí nace antes que la República.

Al iniciarse la República del Ecuador, su primer gobernador fue el coronel Juan Antonio Muñoz y su gentilicio “manabita” se reafirma con la primera ley de división territorial dictada el 27 de mayo de 1861 que, al eliminar el departamentalismo, reconoce las provincias, entre ellas Manabí que tiene ahora un cuarto cantón: Rocafuerte.

A lo largo de 191 años, Manabí cobija 22 cantones, donde viven 1’400.000 ecuatorianos en sus 18.400 km².
Los manabitas tienen una vida histórica de más de 1.500 años y se perciben con una proyección humana universal.

Manabí se precia de ser la cuna de la nacionalidad con la tribu aborigen de Los Caras, que, partiendo desde Bahía de Caráquez, llega a la hoya del Guayllabamba para fundar Quito y la dinastía de los Shyris.

Desde Portoviejo sale la última expedición española para fundar definitivamente a Guayaquil, y es Montecristi la cuna del héroe nacional, Eloy Alfaro, creador de la integración nacional al construir el ferrocarril que enlaza las 2 ciudades más importantes del Ecuador. Desde Guayaquil llega a Quito el 25 de junio de 1908.

Nueve años antes, en 1899, con su visión de unidad nacional, estructura al ejército ecuatoriano y crea el Colegio Militar que hoy lleva su nombre.

En 1910, ese ejército gritaba en la frontera ‘Tumbes, Marañón o la guerra’, perfilando la aspiración de un Estado Nacional.

Ideas y realidades de un visionario, hombre superior, incomprendido para su época. Fue traicionado en Guayaquil y victimado en Quito.

Los hilos invisibles de los poderosos exportadores y terratenientes de estas 2 ciudades no podían concebir la unidad nacional.

Es fácil entender, entonces, el discurso de sus políticos, periodistas, poetas, escritores, empresarios, economistas y sociólogos quienes reclaman la “unidad nacional” mientras se niegan a reconocer la existencia de las otras provincias porque consideran suyas.

Quito cree que la Sierra le pertenece; después de los años setenta también asumió el Oriente y se llevó el petróleo; después de los años noventa se cree dueño de la ecología, del turismo y de Galápagos.

Guayaquil se cree dueño de la Costa, ¿para qué más?, en su provincia están los puertos y la riqueza de exportación.

Ellos inventan la teoría del péndulo para justificar que la Presidencia de la República debe variar entre un serrano o un costeño que ellos escogen y manipulan.

De vez en cuando se rasgan las vestiduras e invocan el regionalismo, el centralismo y otras invenciones que esparcen a través de sus medios de comunicación para hacer creer que esta es la realidad del país.

En este maremágnum, aparece Cuenca con su inocencia poética y su insondable visión para alzarse con la cultura y revestirse como la ‘Atenas del Ecuador’.

Al sur está Loja que, en 1859, se proclamó Estado Federal mientras Quito, Guayaquil y Cuenca proclamaban gobiernos diferentes.

Esta disquisición para preguntarse: ¿Por qué el manabita Eloy Alfaro pudo tener una visión de unidad nacional y trabajar la integración ecuatoriana?

Simplemente por eso, porque es manabita, porque respetaba la diversidad de la gente que habitaba las distintas provincias de la Sierra o de la Costa, porque entendía que cada una de ellas tenía sus propias aspiraciones y realidades.

Manabí ha sido, es y será el ejemplo más patético de la unidad en la diversidad que tanto buscan los europeos y que los ecuatorianos de Quito y Guayaquil no entienden ni entenderán por su escasa o ninguna experiencia vivencial en comunidades que tienen una identidad común aunque piensen diferente.

Fueron 2 pueblos: Portoviejo y Jipijapa. Al reconocerse a Montecristi, fueron 3 cantones. Luego sumaron 13 como las iniciales estrellas de su bandera verde-roja-blanca. Hoy son 22.

Cada cantón trabaja por ser diferente y superior. En Manabí, ningún cantón se siente inferior, como tampoco hay una ciudad que sea superior a las demás. Portoviejo es la capital de provincia.

En ello reside su fuerza y su identidad regional: son manabitas, respetuosos de su diversidad, identificados en su unidad, por ello reclaman y reafirman a La Manga del Cura como territorio manabita.

A esto, los burócratas llaman cantonismo y dicen que son desunidos. Ignoran y no entienden la unidad en la diversidad.

Le correspondió a Montecristi, en 2008, ser la sede de la Asamblea Constituyente que da inicio a la revolución ciudadana que se está transformando en una revolución del conocimiento.

La Constitución de Montecristi (2008) establece un Estado de justicia con 5 organismos de poder político y un Jefe de Estado, superando la tradicional entelequia de Montesquieu; se crea un Estado de derechos constitucionales insertando a la naturaleza como sujeto de derechos.

Ecuador se adelantó al papa Francisco y su Encíclica Alabado seas con la que convoca a proteger la naturaleza para evitar el calentamiento global.

Los manabitas de este siglo tienen la obligación de prepararse académica y científicamente para fortalecer su cultura cósmica, su identidad incuestionable y su pasión por la justicia y la libertad.

Están en el ojo del huracán del tercer milenio y deben aceptar el reto de un “Manabí uno, manabitas todos”. El Presidente de la República acude a Manabí para evocar el natalicio del héroe nacional Eloy Alfaro Delgado y ratificar su convocatoria al gran diálogo nacional de los ecuatorianos para discutir qué país queremos. (O)