Es que son manabas...
En 42 segundos, Manabí se rompió. Las frías cifras del terremoto informan que 671 personas fallecieron la noche del 16 de abril de 2016 y en las horas posteriores. En el resto de país, poco se sabía de lo que sucedía, las redes sociales desinformaban, la provincia quedó incomunicada. Desde la Redacción de EL TELÉGRAFO en Guayaquil había expectativa por la información procedente de Manta.
En el puerto manabita, el corazón comercial de la ciudad se derrumbó. Las paredes y losas del C.C. Felipe Navarrete se llevaron 93 vidas. Entre la polvareda, todos corrían. Es la peor tragedia de la provincia en su historia, sin dudas.
Más de un desconocido se convirtió en héroe. Fue la madrugada en la que no importó el peligro para muchos; la adrenalina que fluyó de sus cuerpos los obligó a actuar, aun sin importarles sus vidas. El amanecer del domingo tomó a todos sin dormir.
No pensé que el panorama fuera tan calamitoso. Las calles de Manta -o lo que quedaban de ellas- no eran lo que recordaba un día antes, cuando las recorría. No había esquina en la que alguien no llorara. Las réplicas minaban la cordura. Poco más de 24 horas antes había paseado por la bullanguera Tarqui, colorida, pintoresca como era, y ahora se había convertido en ruinas.
Vivian Zambrano recorrió las calles de Manta para mantener informado al país sobre lo que sucedía en la ciudad tras el sismo. Foto: Vivian Zambrano | et
Vivian Zambrano, periodista nacida en Manta, con corazón santanense, es quien me acompañó por tres años y medio en la Redacción de EL TELÉGRAFO en Manabí, la que dirigí entre 2014 y 2017. Ella estaba lista para trabajar a las 08:00 del domingo 17 de abril de 2016, pese a que en la madrugada no durmió y sufrió la pérdida de 4 vecinos. Simplemente es de acero.
Fuimos a Tarqui y presenciamos un rescate tras 14 horas de trabajo. Lloramos en silencio al ver a una mujer salir de entre una montaña de piedras y fierros retorcidos. Todos queríamos ser rescatistas para evitar que otra vida se apagara entre los escombros.
Así es el manaba, de acero; sin nervios para meter ñeque cuando hay vidas en peligro. Y el ecuatoriano, el ecuatoriano también, pues miles respondieron al llamado desde el corazón de ciudades como Pedernales, Jama, Canoa, Manta y Portoviejo.
En las primeras horas tras el sismo no sabía dónde se encontraba ‘Palermo’ (Rodolfo Párraga), el fotógrafo. Pero estaba tranquilo a pesar de que no tenía comunicación con él. Desde siempre demostró ser hecho para el combate. Y fue así. Luego de un día sin saber de su vida, me llegó un correo electrónico con sus fotos desde Portoviejo. Su lente captó el posterremoto como nadie.
Tuve que viajar el domingo hasta Guayaquil ida y vuelta para llevar el material periodístico; la comunicación estaba caída, así como el ánimo de todos quienes pudimos ver el hotel Miami hecho escombros, o el Felipe Navarrete convertido en añicos. Pero tres años después del desastre he visto cómo el cholo de Manta y Jaramijó, el montuvio de Chone, el comerciante de Tarqui y la calle Chile, de Portoviejo, se levantan.
Mención especial para Leiberg Santos, otro gran fotógrafo que integra el equipo de los Medios Públicos, con quien recorrí Pedernales, Canoa y Bahía de Caráquez recogiendo historias posteriores al 16A.
José Chila se convirtió en fotógrafo para ayudar a la redacción de EL TELÉGRAFO en Manabí tras el terremoto. Foto: Mario Rodríguez | et
Y qué decir de José Chila, quien de mensajero de la oficina pasó a ser un miembro más de la redacción en esas primeras horas después de la desgracia... nos cargó en su moto por todo Manta buscando información, siguiendo la noticia.
Después de dos años de vivir en Manta (para 2016), recién este ‘guayaco’ (yo) pudo conocer realmente la esencia de esa gente única, amante de la sal prieta, el plátano, y de la lucha, porque se entregaron sin reservas para ayudar a otros... Es que son manabas. (O)
Todo esfuerzo fue válido para entregar información de primera mano al país sobre lo que estaba pasando en Manabí horas posteriores al terremoto. Foto: Rodolfo Párraga | et