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El Telégrafo
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Trabajó desde 1995 hasta inicios de este mes en el Área de Salud Mental del hosp. Rodríguez Zambrano

“La vida es linda y la sonrisa te facilita todo, porque da seguridad”

En búsqueda de independencia, Judith Ponce dejó su natal Jipijapa a los 18 años. Desde aquella época se radicó en Manta. Foto: Rodolfo Párraga / El Telégrafo
En búsqueda de independencia, Judith Ponce dejó su natal Jipijapa a los 18 años. Desde aquella época se radicó en Manta. Foto: Rodolfo Párraga / El Telégrafo
02 de noviembre de 2014 - 00:00 - Vivian Zambrano Macías

A mediados de los noventa, un acontecimiento llenó de pavor e incertidumbre a la creciente localidad de Manta. Dentro de un nicho del cementerio de una habitada parroquia una madre había abandonado a un bebé, cuya edad es difícil de olvidar: 2 días de nacido.

Una mochila azul calentaba su  cuerpo. El sollozo del pequeño fue escuchado por quien, en ese entonces, limpiaba el camposanto. El encargado se asustó, pues —para él— era algo raro y atemorizante por lo que no quiso acercarse solo. Buscó a otra persona y entonces encontraron al bebé. Cuando las autoridades se enteraron del caso, el pequeño fue llevado al hospital Rafael Rodríguez Zambrano para el chequeo.

Esos momentos son recordados intensamente por Judith Margarita Ponce Figueroa (52 años), quien, de inmediato, se adueñó del caso. En aquellos días, aparte de trabajar en esa casa de salud, realizaba labor social junto con un grupo de damas voluntarias de la localidad. La historia del pequeño tuvo un final feliz, con su adopción por parte de una familia.

Judith no olvida aquella época, cuando se convirtió en una especie de tendencia el que ciertas madres abandonen a sus hijos en lugares públicos. Mientras recuerda, sus ojos se enrojecen y se llenan de lágrimas pero respira y sigue el relato. “Era una época difícil, había madres violentadas y niños abandonados. Se asume que eran hijos de madres adolescentes”, lanza Judith, quien explica que “no era fácil que una adolescente comunicara lo que le pasaba, porque de inmediato era recriminada por sus padres”.

Estas y otras situaciones le llevaron a involucrarse más en la labor social, para crear conciencia en las personas.

En 1995 se vinculó al espacio Salud Mental de Mediación en Conflicto, del hospital de Manta. Estuvo trabajando en ese departamento hasta inicios del mes pasado, cuando el área desapareció.

Al lugar llegaban niños y madres adolescentes muy maltratadas y abandonadas, a quienes Judith daba asesoramiento y charlas con el  apoyo de autoridades del hospital.

A diario arribaba un promedio de 10 personas, pero no todas podían recibir atención, “porque cada caso toma tiempo y el paciente llega con estrés psicológico”.

Con sus pacientes, Judith ha llorado y se ha abrazado, así ellos han aprendido a aceptar sus errores y corregirlos. Muchas personas que superaron sus problemas y progresaron, la han buscado luego para agradecerle por su labor.

Esta mujer, oriunda de Jipijapa, tiene la plena convicción de que las palabras son vitales para ayudar a una persona. Entre los consejos que brinda está que jamás se debe maltratar a un niño. “A los hijos se los abraza y se los mima”, dice.

‘María Judith’, como la conoce la ciudadanía en Manta, actualmente trabaja en otra área del Hospital Rafael Rodríguez Zambrano, en neonatología y ginecología.

Recibirá el mérito a la ciudadanía

Por su trabajo con la comunidad, Judith recibirá, de parte del Municipio, el mérito a la labor social. Esta distinción será entregada el próximo martes, cuando se recuerden 92 años de la cantonización de Manta (4 de noviembre de 1922).

Al hablar del reconocimiento, Judith se acomodada en uno de los parterres del hospital y trata de no llorar. Intenta impedir que las lágrimas rueden por sus mejillas, pero su esfuerzo es en vano.

Sus palabras se entrecortan, suspira y señala: “Mi madre me decía: ‘¿Cuándo te darán un reconocimiento? El día que te lo den, yo quiero estar allí”.

“Ese recuerdo siempre lo tendré”, indica y enmudece por un instante, luego acota: “Mi mamá, Isidora de la Cruz, decía: ‘Mira este vestido, te compré, te den o no el reconocimiento”. “Ella ahora está en el cielo”, comenta, y otra vez hay silencio. A los pocos segundos destaca: “Este homenaje que me hará el Municipio por el mérito a la labor social va para mi madre”.

Su labor ya ha sido reconocida en ciudades como Jipijapa, Paján y Chone. Es la primera ocasión que una mujer en el hospital recibe esta distinción. “Me enteré por Vitaliana Zambrano (exconcejala), pero como es ‘juguetona’ yo le decía: ‘No te creo, deja de burlarte’, pero después otras personas me lo confirmaron. Pasados unos días, el Municipio me envió un sobre en el que confirmaban el homenaje”, sonríe.

Se siente halagada y asegura que  en este reconocimiento también tienen que ver sus amigos ‘invisibles’, a quienes ha atendido en su labor social.

Unos pocos datos de su vida

Nació en Jipijapa, el 25 de julio de 1962. A los 3 meses de edad, su padre, Esteban Ponce, falleció. Siempre tuvo el apoyo de sus abuelos. Es licenciada en Trabajo Social y profesional en Radiología.

Resalta la labor de su madre para su formación. También agradece al apoyo de sus hermanos, su familia y de amigas, Lucía, Narcisa y María Zambrano.

Timoshenko Chávez, compañero de universidad de Judith, a quien conoce hace más de 30 años, indica que ella es una mujer muy solidaria.

Por su parte,  Lucía Zambrano resalta que Judith es alguien entregada a su trabajo y a la obra social. “Somos amigas desde hace muchos años. Mi madre, Amparito, la tenía como su confidente. Se merece este mérito, felicidades Judith”, expresa Zambrano.

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