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El Telégrafo

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El evento de la capital provincial adquirió carácter de internacional en la década de los OCHENTA

La soberanía cultural manabita se sustenta en la diversidad de cada sector de la provincia

Diversas actividades se llevan a cabo en Manta por el mes del Arte y la Cultura. La danza forma parte de la esencia de los manabitas y es resaltada en este evento. Foto: Rodolfo Párraga / El Telégrafo
Diversas actividades se llevan a cabo en Manta por el mes del Arte y la Cultura. La danza forma parte de la esencia de los manabitas y es resaltada en este evento. Foto: Rodolfo Párraga / El Telégrafo
18 de octubre de 2015 - 00:00

Por Joselías Sánchez Ramos

Septiembre es el mes de la soberanía cultural de Manabí. La Manga del Cura explosiona la unidad en la diversidad de su identidad al ratificarse como territorio manabita. En Portoviejo, el Festival La Flor de Septiembre que eclosiona los 50 años de su influencia en jóvenes y viejos que han vigorizado un pensamiento nuevo en el quehacer cultural del Ecuador. Y, en Manta su Octubre, mes del arte y la cultura que reafirma su destino cultural en el Ecuador contemporáneo.

Esta soberanía cultural debe ser asumida como la capacidad que tiene el pueblo manabita para hablar sobre sí mismo, para cantarse, escribirse, pintarse, bailarse y, al hacerlo, percibirse como un pueblo universal cuya identidad se sustenta en la diversidad. Comprender esta unidad en la diversidad manabita es el sentido universal de su soberanía cultural.

El Festival

La Flor de Septiembre es el festival cultural estudiantil más antiguo del Ecuador contemporáneo y único en su género. Creado en 1965, por el poeta Horacio Hidrovo Peñaherrera (1931–2012), profesor del sempiterno y glorioso Colegio Nacional Olmedo de Portoviejo, ha logrado convertirse en un cósmico festival de la cultura ecuatoriana, un festival mayúsculo, un festival de los jóvenes para expresar su palabra, un festival de la cultura para construir nuevos testimonios.

Un gran esfuerzo de profesores, estudiantes y padres de familia de la Unidad Educativa Fiscal Olmedo quienes, a pesar de las penurias económicas para solventar los eventos, lo han mantenido para convertirlo en semillero de talentos juveniles para las diversas manifestaciones artísticas.

El entusiasmo, el fervor y la tenacidad que sus organizadores pusieron en los primeros años logra consolidar el festival con la presencia de intelectuales manabitas y ecuatorianos que encontraron un escenario adecuado para su inspiración. La producción literaria, artística y musical de connotados valores como Vicente Amador Flor, Constantino Mendoza Moreira, Horacio Hidrovo Velásquez, Ximena Mendoza y Horacio Hidrovo Peñaherrera, entre otros, por solo citar unos pocos nombres. De este primer momento hay testimonios en fotografías y en los datos de prensa de las hemerotecas. El aporte brindado por Manuel Palomeque Barreiro, rector del Colegio Olmedo en 1965 fue fundamental.

En la década de los años ochenta se internacionaliza el festival con la presencia en Portoviejo de personajes de talla mundial como Claude Couffon, Anderson Imbert y Eduardo Galeano. Horacio Hidrovo Peñaherrera, creador y ejecutor del Festival, señala: “Utilicé todas las estrategias pues se trataba de colocar en el escenario de La Flor de Septiembre a grandes escritores”. Hidrovo logró su empeño.

En 1999, la Fundación Valdivia fue un pilar para la transformación de la Flor de Septiembre. Se convirtió en un festival masivo, con más de cien eventos en un mes, entre ellos, concurso de oratoria, literatura, poesía, teatro, plástica, fotografía, ensayos, danza y la inolvidable presencia del premio Nobel de la Paz, don Adolfo Pérez Esquivel. El Festival es un lugar de encuentro de intelectuales, de tertulias y de literatura con compromiso social.

La presencia de la Casa de la Cultura Ecuatoriana Núcleo de Manabí brinda un constante apoyo al evento. Su presidente, Dumar Iglesias, exalumno del Colegio Olmedo, quien en su época estudiantil participó en concursos de declamación, poesía inédita, oratoria, entre otras manifestaciones culturales, se suma constantemente a la tarea de mantener e impulsar el Festival en el ámbito de la cultura contemporánea.

Portoviejo es poesía

Convocados por la Casa de la Cultura de Manabí y en el marco de los 50 años de la Flor de Septiembre, cincuenta poetas de todo el país concurrieron al XV Recital Nacional Portoviejo es poesía.

Con jornadas en la mañana y en la noche, la sociedad manabita aplaudió la creatividad literaria de los poetas que cantaron al amor y la desesperanza, a la vida y la muerte, a la inmigración pidiendo justicia, al mar y sus vientos, al río y sus palizadas, al olor de la yerbaluisa y al canto de la Valdivia. Desde los versos más profanos hasta el abismo de la miseria, desde el canto a la tierra convocando al civismo para tener un pacto para salvar al planeta, desde la ternura del niño hasta la pasión más urgente.

Los jóvenes

Son la luz, la fuerza, ellos son de septiembre la flor. Son la poesía. Son el polvo del camino, la sal de la tierra, la prosa del ensayo.

Los jóvenes escuchan, miran con el corazón, sienten con el cerebro. Es que al compás del pasillo Manabí tejen hormas de esperanza para abrir la flor de septiembre. Es la música.

Mientras en el aire se mueven las manos, la falda de color se estremece. Sombrero, pantalón blanco, el machete. Los jóvenes son la danza de la flor de septiembre.

Maestras y maestros. La lutona se estremece en las tablas. Tiembla el grito del inmigrante herido. ¿Por qué Señor la pobreza es gemido? De las jóvenes venas del actor surge la Flor de Septiembre. Es el teatro, es la vida.

Los jóvenes son hijos de pescadores y campesinos, hijos de cholos y de montuvios, hijos del mar y de los montes, manabitas de altivez y generosa aventura.

Son una telúrica identidad de cultura que surge con la Flor de Septiembre. Ella nace y vive para que los jóvenes, hombres y mujeres,  se comprometan con la investigación de su realidad, para que descubran nuevos conocimientos, para que se reconozcan con el orgullo de ser manabitas.

Ellos son hijos de los ecuatorianos de todos los rincones que llegan y se quedan amando a Manabí como su nueva tierra; hijos de inmigrantes que llegan desde los confines del mundo que se enamoran de la Flor de Septiembre, se “asuntan” a las familias y de pronto, sin saber cómo ni cuándo, se estremecen con esta identidad y asumen su cultura.

Cincuenta años

Los jóvenes y su desarrollo cultural es el aporte de la Flor de Septiembre en estos cincuenta años, los jóvenes que participan en los eventos convocados: Semillas para la danza, poesía inédita, teatro, oratoria, declamación, relatos y cuentos, fotografía, libro leído, periódico mural, emprendimiento, cartelera, canto, dibujo y pintura, los niños pintan la flor, danza, amor fino y el Recital Nacional Portoviejo es poesía.

La Flor de Septiembre es un festival de la cultura. La cultura es el cultivo que cultiva. La cultura enseña a pensar, enseña qué pensar, enseña qué forma de pensamiento es el apropiado y cuál merece ser desechado. La cultura es libertad.

Si la Flor de Septiembre es cultura y la cultura es libertad, entonces, la Flor de Septiembre es un camino de y hacia la libertad. La libertad es creatividad, creatividad para aprender, desaprender y volver a aprender.

Es la gran lección que la Flor de Septiembre ha venido pregonando en estos cincuenta años desde Portoviejo, Manabí.

Arte y cultura

Manta, la ciudad del mar y las gaviotas vive la vigésima edición de su Octubre mes del arte y la cultura, que el GAD municipal, mediante ordenanza mantiene desde 1995. Analía Navarrete, directora del Departamento de Gestión Cultural y Patrimonio, ha organizado un magnífico programa que se escenifica en todos los barrios y en las parroquias rurales.

Esta es la ciudad a la que el poeta Hugo Mayo canta: “Manta, mi ciudad y mi cuna / ¡Te saludo de pie, enardecido, / buscándote en la noche de tu origen! / Aquí tu hijo que un día se alejó, / igual a muchos, sin decirte palabra, / trayendo el corazón para estrellarlo, / y poniendo un beso de amor sobre tu suelo / ¡Suelo en el que hice bailar cuando era niño, / un muñeco de felpa y un trompo de hojalata!”.

Soberanía cultural

Se aspira la comprensión de la soberanía cultural manabita como la capacidad que tiene el pueblo manabita para hablar sobre sí mismo, para cantarse, escribirse, bailarse y, al hacerlo, percibirse como un pueblo universal cuya identidad se sustenta en la diversidad. Comprender esta unidad en la diversidad manabita es el sentido universal de su soberanía cultural. (O)

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