La Segua: un paraíso de aves, fascinantes paisajes y referente de turismo comunitario
“Si en la Tierra aún se conservara aunque sea un fragmento del esplendor, riqueza y belleza del Jardín del Edén, sin duda ese lugar sería La Segua”. Arianna Soto, turista guayaquileña de 23 años, es la autora de esta corta pero significativa frase. Con cámara fotográfica en mano y una amplia sonrisa que conjuga admiración, alegría e inspiración, capta varios retratos de un fascinante paisaje.
En lo alto de un mirador de madera, una leve brisa matutina refresca el rostro de la joven mientras se extasía con el panorama que tiene en frente, junto a otros turistas ambateños, quiteños y estudiantes de una universidad local. Se trata del espectacular humedal La Segua, ubicado en el cantón Chone.
Esta reserva hídrica es uno de los 18 humedales reconocidos por el Ministerio del Ambiente en todo el país, el cual es un gigantesco santuario de aves, peces y otras especies vivientes.
Una enorme laguna de apacibles aguas, vegetación acuática de un verdor deslumbrante, un extenso muelle y aves por doquier, es el paisaje que cautiva a los espectadores quienes no dudan en hacerse fotos con este alucinante fondo, así como videos.
“Este retrato se convertirá en portada de mi perfil”, y “en mis próximas vacaciones volveré con mi familia”, son algunos de los comentarios que se escuchan en el grupo
Santuario de aves
Treinta minutos antes de que esta escena se desarrolle, los visitantes arribaron al ingreso de la reserva provenientes de Chone. Este traslado tiene 11,5 kilómetros, por una carretera asfaltada y con señalética.
Un acogedor equipo de guías y habitantes del sector da la bienvenida a los turistas. Una de ellas María Auxiliadora Corrales, administradora de la reserva. Según comenta, el lugar fue declarado zona de conservación por el Consejo Provincial de Manabí, hace varios años.
“La Segua es el humedal más grande de la provincia y uno de los más importantes del Ecuador, tanto por sus dimensiones (1.742 hectáreas) como por la pluralidad de animales y vegetación existente. Si bien hay peces, pequeños roedores e incluso caimanes, lo más representativo son las aves; se han registrado 49 familias y 177 especies, de las cuales 31 son migratorias y provenientes del norte del continente americano, 2 del hemisferio sur y 62 acuáticas”, explica.
Luego de dar a conocer esto, María invita a los turistas a la cabaña de interpretación del centro de turismo comunitario, donde enormes pinturas ilustran el drástico cambio que ha experimentado el humedal.
“En los cuadros se aprecia el paisaje que había hace 20, 50 y hasta 100 años, épocas en que la vegetación y los animales eran más abundantes”, comentó Gabriel Novoa, visitante tungurahuense.
En toda la reserva laboran varias familias de la localidad, quienes han formado la Asociación de Guías La Segua. Luego de esta corta visita los turistas atraviesan un amplio camino rodeado de árboles, en cuyas ramas tejen nidos las aves.
“Cerceta americana, gaviotines de Alaska, patos, fragatas, pericos y halcones son algunas de las especies que anidan, crecen, se alimentan y reproducen en la reserva. Muchas de ellas comen caracoles, un molusco que vive en el humedal”, destaca Teresa Mendoza, vecina del sector.
Desde el mirador, los turistas admiran gran parte de la reserva. Una vez en el muelle, los guías recomiendan recorrer la laguna en canoas impulsadas a mano.
“Este viaje permite observar el vuelo a ras de agua de ciertas aves así como sus métodos de pesca. Además se puede apreciar las colonias de totoras (plantas acuáticas) del humedal”, señala Edwin, visitante guayaquileño.
Uno de los platos típicos que allí se puede degustar es el chame (pez) en sus diferentes presentaciones, así como tilapia y camarones, especies que fueron introducidas y cuentan con criaderos desde hace más de 10 años en el sector. El trayecto en canoa tiene un precio de $ 5 por persona, lo cual incluye paseo por toda la reserva. (I)