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El Telégrafo
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El 70% de la población se dedica a la elaboración de adornos. La venta de cerámicas aumenta en el verano

La Pila, el pueblo de fabricantes de adornos

Los hermanos Bailón ocupan un espacio del Centro Artesanal de la localidad para elaborar figuras decorativas.  Los comerciantes son quienes  les dan el acabado con la pintura.
Los hermanos Bailón ocupan un espacio del Centro Artesanal de la localidad para elaborar figuras decorativas. Los comerciantes son quienes les dan el acabado con la pintura.
Rodolfo Párraga / El Telégrafo
02 de abril de 2016 - 00:00 - Redacción Regional Manabí

Es jueves y Omar Bailón está junto a sus hermanos Giovanni e Iván trabajando la artesanía en barbotina. Los tres dejan listos diferentes tipos de piezas y las venden a los clientes, quienes serán los encargados de darles el color que prefieran.

Su lugar de concentración para elaborar la cerámica en diferentes modelos es el Centro Artesanal de La Pila, un taller construido hace una década para que los alfareros de la localidad tengan un espacio y su maquinaria para elaborar estas obras.

Omar muestra dos molinos y un tanque de agitación. “No nos capacitaron para su uso, por eso está así, como usted los ve, sin utilizarse”, señala Omar mientras se dirige al horno donde ha colocado varias piezas que pronto estarán listas y a la venta.

Omar, de 35 años, es artesano desde hace 15. Al igual que sus hermanos aprendió el oficio como herencia. Comenzó fabricando réplicas de piezas precolombinas en barro, por ejemplo de las culturas Chorrera, Machalilla y Manteña. En ese tiempo el mercado era bueno, comenta Omar, había clientes que se llevaban al extranjero, pero luego decayó.

Las figuras de barro no han desaparecido del todo. Hay clientes que buscan en La Pila piezas en este material que es traído desde las montañas de Jipijapa. Es una tierra que se pone a remojar en un tanque durante dos o tres días hasta que obtenga la consistencia de una colada, luego se cierne, se retiran las impurezas, se pone a secar en los moldes de yeso por 24 horas y así queda listo para fabricar diferentes piezas.

Desde hace unos 5 años los hermanos Bailón decidieron trabajar más con la barbotina (mezcla de arcilla y agua utilizada especialmente para unir trozos previamente elaborados). “Este material viene ya preparado en canecas desde Cuenca, Azuay. A la semana llegan 50 y pagamos por cada una $ 6,50 con transporte incluido”, cuenta.

En las manos de Giovanni hay un elefante de cerámica, le está dando un retoque. Cubre unas imperfecciones con yeso y así queda lista la figura para ser vendida. Tres de estos animales constituyen un set, el cual tiene bastante acogida —según relata— y no pasa de moda. Desde que recuerda estas cerámicas han sido llevadas a hogares como adorno e incluso como amuletos.
En el piso están listos centenares de jarrones, juegos de botellas, caballos, floreros, alcancías que esperando a que llegue un comprador.
Giovanni asegura que los tres viven de esto y que han sacado a sus familias adelante. “El negocio sí deja réditos. Mensualmente ingresa un sueldo básico para cada uno, incluso hay semanas que nos queda más dinero”, indica.
Hasta su lugar de trabajo llegan turistas extranjeros a ellos se les hace demostraciones, pero con barro, de cómo se forman réplicas de figuras precolombinas.
Los artesanos también cuentan con la ayuda de sus esposas, quienes en sus tiempos libres ayudan a pulir las obras.

El invierno afecta las ventas

Omar, Giovanni e Iván Bailón han llegado a la conclusión de que en la temporada de invierno baja el negocio, pues debido a las lluvias y los riesgos que conllevan, el viajero prefiere no desplazarse hasta el lugar. “Estos tres primeros meses del año han estado bajos en ventas. Es bueno a partir de mayo y de allí se va de largo hasta diciembre”, comenta uno de ellos.
Jefferson Bailón es otro alfarero de la localidad que tiene su puesto de venta de artesanías y su taller a un costado de la vía. Al igual que sus colegas piensa que en esta época del año el negocio no tiene mayor éxito porque llueve. “La gente no quiere mojarse”, dice el joven que tiene tres ayudantes en su taller para hacer varias cerámicas al día.

El horario de trabajo de los artesanos como Jefferson es de 08:00 a 17:00. Aunque él también trabaja con la arcilla para elaborar sus figuras, en su taller nunca falta el barro. Si alguien quiere un trabajo en ese material; él puede elaborarlo.

El oficio para Jefferson y sus colaboradores es doble, porque además de fabricar piezas de distintas formas, debe organizarse para darle el acabado final que es el color. En su local tiene horno y compresor para las labores de quemado y pintado, en ese orden. A las imágenes le da color con pintura automotriz, señala.

Luis Vera es uno de sus ayudantes, quien resalta que entre las imágenes que hacen están las religiosas. Estima que hacen unas 50 piezas de este tipo (virgen de Guadalupe, La Merced, Monserrate y Última Cena, entre otros) que se suman a las demás que a diario producen. También fabrican para la iglesia pero eso es bajo pedido porque son figuras más grandes.

Las mujeres también se han dedicado a la elaboración de estas artesanías. Una de ellas es Sonia Bailón, quien una vez que pinta el producto, lo fotografía y lo sube a su cuenta de Facebook, en la que va abriendo más el mercado. Para ella las obras en barbotina son más atractivas que las de barro. Asegura que son pocos quienes trabajan en el sector con este último material. Nombra a Arcenio Piloso, Erasmo López y la familia Vélez, quienes siguen con la tradición de antaño.

En su local la acogida es para todo tipo de adornos que tiene en los estantes. La semana pasada tuvo varios pedidos y las perchas quedaron un poco vacías. Tuvo que trabajar más para complacer al cliente. “Aquí tenemos de todo modelo: floreros, toros, caballos, fruteros… en fin todo sale”.

A diferencia de muchos artesanos, en su familia el arte no viene de descendencia. Ella fue quien comenzó con esa labor. Su papá no se pudo dedicar a ello porque trabajaba en una empresa.
Mientras le da el último toque a un toro que decidió colorear de azul, destaca que desde pequeña le gustaba la pintura. No tuvo la oportunidad de aflorar toda su pasión, pero ahora vive de esto. Pone su talento en las figuras. Los colores que más usa en sus obras son verde, rojo, azul y café. En su local el viajero encuentra piezas desde los $ 3 hasta los $ 45.

Uno de los compradores fijos de esta localidad es Eulises Murillo, quien lleva año y medio adquiriendo en La Pila de Montecristi figuras que luego vende en la terminal terrestre de Portoviejo. “Este es un buen negocio que combino con mi venta de agua, cola y jugo”. El jueves de la semana pasada compró tres toros azules, cada uno en $ 15. Dice que en La Pila la artesanía es barata.

Shirley Vera, otra artesana, explica que los precios que tienen en la localidad son atractivos van desde los $ 5 hasta los $ 70 (figuras que pasan de 60 centímetros). Óscar Muentes es un alfarero de 43 años. Considera que las ventas en su negocio suben a partir de mayo y en los feriados “porque la gente baja a las playas, pasan viendo los puestos y compran las artesanías”.
Este hombre comparte la idea de sus otros coterráneos de que el proceso para realizar las figuras es muy bueno, pero que es más rústico. “La barbotina es más novedosa”.

Su local es amplio, ahí el cliente encuentra adornos para su vivienda. Óscar no lleva el registro de cuánto vende, pero dice que se siente a gusto al dedicarse a este tipo de negocios. Indica que ellos deben estar a la par con el mundo actual. Se ha mejorado la presentación de las obras. Eso hace que la gente aprecie las piezas y el negocio no decaiga. Las expende en barbotina porque resiste más cuando las pintan. “Con el pintado se transforman las piezas”, señala el hombre que vende figuras como alcancías, las cuales tienen bastante interés. “La gente no pierde la tradición de ahorrar en las alcancías, por eso es que la vendemos, las cuales van desde $ 2 hasta $ 8”, cuenta.

Él compra las figuras de manera rústica (totalmente blancas) y con su esposa se dedica a pintarlas con laca usando compresor. Óscar prefiere dar el acabado a las piezas, en cambio sus hermanos prefieren fabricarlas en los talleres.

Su pasión también agrada a sus dos hijos. No obstante, les indica que tienen que prepararse para ser profesionales. “Es que como todo lo que comienza en la vida se termina es por ello que le digo eso”, cuenta.

Turistas como Alexa Pico dicen que les encanta todo lo que vende en la Pila. “Aquí encuentro hasta ollas de barro”. Ella ha adornado su hogar con juegos de gatos en cerámica, floreros, candelabros, cuadros y fruteros. En La Pila los artesanos han incluido cuadros dentro de sus ventas. (I)

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