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El Telégrafo
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Quienes se dedican a esta labor comienzan desde muy temprano a ordeñar las vacas

Jaramijó, pese a ser pueblo de pescadores, también practica la ganadería

Son varias las cabezas de ganado que tiene la familia Marín en un sector retirado del centro del cantón. Foto: Rodolfo Párraga/El Telégrafo
Son varias las cabezas de ganado que tiene la familia Marín en un sector retirado del centro del cantón. Foto: Rodolfo Párraga/El Telégrafo
06 de diciembre de 2015 - 00:00 - Redacción Regional Manabí

Son las 03:00. El reloj biológico despierta a los hermanos Marín Quijije. La rutina empieza en ese horario, en el que el sueño aún envuelve a su natal Jaramijó.  

Les espera una tarea distinta a la cotidiana en la localidad, que vive exclusivamente de la pesca. A ellos les toca ordeñar las vacas. En medio de la oscuridad y sin contratiempos se arreglan. Lo tienen todo calculado. Salen de la vivienda y se dirigen al corral ubicado a pocos metros.  

Javier, Miriam y Ramón son los expertos del ordeño. Preparan a las vacas para sacar el producto directamente a los cubos. La experiencia hace que la labor no pase de 2 horas.

Así es la historia que esta sociedad familiar a diario repite desde que eran niños y no se cansan. Es su pasión y sustento. En el sector Blanca Eduvina se desarrolla su vida desde años, allí los atrapa un ambiente muy parecido al campo, del que gustan.

Javier habla del pasado con un poco de aversión. Eran tiempos mejores para la familia, en los que en grandes extensiones de tierra se desarrollaba la ganadería, pero luego expropiaron aquellos lotes que venían de generaciones como herencia, y pasaron a un sector distinto al que sus seres queridos se habían acostumbrado, al centro. “Mis abuelos murieron de pena por esa situación”, recuerda.

Así comenzaron de la nada a trabajar, criando ganado. Iniciaron con 3 vacas y adquirieron las demás cabezas en Jaramijó que también era una localidad que aparte de la pesca vivía de la ganadería y agricultura.

Había familias enteras que se dedicaban a criar ganado como los Quijije, Menéndez y Franco. “Todos fueron abandonando el negocio y vendieron las propiedades”, cuenta.

En el domicilio de los Marín, el movimiento no cesa. Siempre están haciendo algo productivo, característico del jaramijense.

Elaboran productos

A diario extraen 200 litros de leche, los cuales tienen como destino el centro del cantón, donde la reciben dos hermanas emprendedoras que invierten su tiempo para transformarla en cuajada y mantequilla. El resto de leche es expendida a clientes que saben de la calidad.

Incluso algunos ciudadanos que conocen de esta labor, llegan a la cerca de la casa para comprar, entre las 04:00 y 05:00.  

Después de que la ordeñan la llevan al potrero que tienen en sus lotes. En la tarde cumplen la misma rutina desde las 14:00, pues tienen compromisos con ciudadanos en la entrega del producto.

La vida de ellos es como la de cualquier persona que se dedica a este oficio que vive pendiente que al ganado no le falte nada para tener buena leche y carne.

En su caso los alimentan con el pasto (uno morado proveniente de semilla extranjera) y las yerbas que siembran en los alrededores de sus lotes.

No obstante la sequía sí afectó en algo el alimento, pero como alternativa y para aumentar el rendimiento le dan de comer balanceado hecho con polvillo de arroz y cascarilla de trigo de maní, entre otros.   

La comida del ganado está compuesta de todos estos ingredientes, y para la hidratación, en cambio, extraen agua de un pozo profundo de 24 metros. Este líquido es usado también a puro pulso para regar el pasto.

Clober es otro de los integrantes de la familia Marín que están pendientes de que el ganado esté bien y que en su entorno destaque la limpieza.

“Desde pequeño soy ganadero. Es una tradición que viene de mis abuelos, padres y nosotros la continuamos”, comenta con orgullo este hombre oriundo del cantón.

Cuando llegaron al sector donde ahora habita, el centro del cantón se veía lejos, el aroma del mar se perdía entre la esencia de los árboles. Nunca imaginaron que la población crecería y que eso demandaría más  terrenos.

Ahora siente que están cortos de espacio. Hasta su sector han llegado vecinos. “Mientras más pasan los días esto se puebla, sigue creciendo Jaramijó”, cuenta.

Ante ello surge la preocupación  de que en cualquier momento les prohíban tener el ganado en el sector donde poseen varias hectáreas.

Insiste en que los animales necesitan agua y por ello su padre hace más de 5 décadas construyó un pozo del cual se servían además varias familias.  

Clober destaca que viene de una raza del campo y por eso siente ese gusto por la crianza del ganado. A su alrededor siempre vio a personas que se interesaban más en la pesca que en su oficio, sin embargo a él le gustó trabajar más en la tierra. “Mis abuelos también eran agricultores que cultivaban el algodón. Jaramijó era conocida como zona algodonera, según nos conversaba mi papá”, destaca el hombre inspirado en sus recuerdos de niñez.

Los hermanos Marín tienen al  día las vacunas de sus animales. Son aproximadamente 35 cabezas de ganado de distintas razas como brown swiss y brahman.

En Jaramijó hay otras familias que se dedican a esta labor como  Los Parrales, Arcentales y Menéndez comenta Clober.  

Evelyn García, quien habita cerca de Jaramijó cuenta que le agrada ver  que el cantón tiene gente trabajadora con alternativas de mantener la economía. (I)

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