Las ferias libres se nutrieron luego del terremoto del 16-A
Entre el canto de los gallos y la oscuridad de la madrugada los comerciantes instalan sus negocios en las calles céntricas de la parroquia Eloy Alfaro (en el noreste de Manta). Sucede con mayor algarabía los domingos en las denominadas ferias libres.
Esta modalidad se mantiene hace 30 años, el fin es proveer de insumos y víveres al populoso sector y a las parroquias aledañas con precios competentes.
El programa se creó en el mandato del expresidente Rodrigo Borja, cuenta el ciudadano José Moreira Loor. El objetivo es que el campesino venda directamente sus productos al consumidor.
Como José, la colectividad aún mantiene en la memoria el rito de la compra dominguera.
Son siete cuadras a la redonda del parque que ocupan aproximadamente 800 comerciantes, ellos se establecieron después del terremoto que ocurrió el 16 de abril de 2016 (16-A).
El presidente de la Federación de Barrios de la Parroquia, Édison Barcia, indica que algunos vendedores y sus ayudantes estaban en pleno centro de Tarqui -que se convirtió en zona cero luego del terremoto- y llegaron a la parroquia para ofertar productos y no decaer en su economía. “Antes del 16-A había en promedio 400 comerciantes y luego el número se duplicó”.
Arribaron personas que iniciaron sus negocios al quedarse sin empleo. Dueños de comercios, como el bazar María Belén, invirtieron en la zona.
Barcia detalla que después hubo regularizaciones porque las ferias son de 03:00 a 13:00 y los comerciantes llegaban a las 23:00 para ubicarse en las vías, lo que imposibilitaba el acceso de las personas que habitan en la zona, pero se solucionó. Ahora llegan a la hora establecida y a veces se quedan hasta las 15:00.
Exposición de los productos
En el recorrido de la feria el primer lote de productos que el cliente encuentra es el de legumbres y frutas, en otra cuadra la exclusividad son las carnes, en otras partes el pescado y los mariscos, en las demás arterias se venden productos varios.
Camiones pequeños y grandes sirven de estanterías, otros instalan carpas y algunos solo usan el piso. Al pregonar la venta de los productos ante los primeros rayos del sol, comienzan a aglomerarse los ciudadanos que buscan la frescura de lo ofrecido, como la carne de res de Chone, carne de cerdo de Santa Ana, el queso de Tosagua, las legumbres de Quevedo, las hortalizas de la Sierra y las frutas de Charapotó.
Rodolfo Aragundi, quien habita 48 años en la parroquia, comercializa queso que lo adquiere en Chone. Es uno de los primeros expendedores de la feria libre, de la cual reseña comenzó con 20 vendedores que llegaban de distintos cantones de Manabí, como Santa Ana y El Carmen, además de Quevedo (provincia de Los Ríos).
Indica que esta feria se formó donde está la iglesia San Patricio (pleno centro de la jurisdicción). “Ahora ya no es feria libre, es mercado común”, señala.
Llegan aproximadamente 15.000 personas a comprar de los sectores Tierra Santa, La Pradera, Urbirríos, Montecristi y del Jocay. “Antes no pagábamos nada por estar aquí, desde el terremoto para acá cancelamos por el espacio $ 1”, explica Aragundi.
Juan García es uno de los clientes de la parroquia que aprovecha comprar en esta feria por los precios económicos. El vicepresidente de la Federación de Barrios de la parroquia Eloy Alfaro y presidente de la Asociación de Artesanos 5 de Noviembre, Aloferni Cedeño, indica que cuando se creó la feria libre fue con el fin de que el productor venda directamente al consumidor sin intermediarios, ahora la feria es amplia y cubre cerca de siete cuadras.
“A esta altura la parroquia se merece un mercado, es la más poblada de Manta”. (I)
Luego del terremoto del 16-A llegaron comerciantes de otros lados y se quedaron en el sector.