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El Telégrafo
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Fanny dejó su trabajo por cuatro meses y se dedicó a armar casas

Fanny Andrade es la menor de 3 hermanas e hija de Fanny Andaluz y ‘Panchito’ Andrade. Sus allegados cuentan que desde pequeña ha sido solidaria.
Fanny Andrade es la menor de 3 hermanas e hija de Fanny Andaluz y ‘Panchito’ Andrade. Sus allegados cuentan que desde pequeña ha sido solidaria.
Fotos: Rodolfo Párraga
20 de agosto de 2016 - 00:00 - Vivian Zambrano Macías

El olor a caña guadúa y madera es el aroma de esperanza en la casa de la familia Lucas. Aquellos días en que el sol azotaba sus pieles y el frío les hacía rechinar los dientes por no tener un techo, tras el devastador terremoto del 16 de abril, terminaron.  

La tranquilidad la sintieron al llegar a la zona alta de Bahía de Caráquez (cantón Sucre), sector Bellavista, luego de escuchar que una coterránea había llegado con ayuda desde el extranjero, para beneficiar a quienes lo habían perdido todo, como ellos.

Solo basta con nombrar a Fanny Andrade de Cedeño o verla llegar a la zona para que haya regocijo entre los integrantes de esta  familia y otras tantas de la localidad.

Fanny es una bahieña que arribó a Manabí pocos días después del sismo, procedente de Estados Unidos, país en que radica. Llegó junto a su familia para canalizar la ayuda de la empresa Movil Realty que junto a su esposo, Otto Cedeño, dirige en el país del norte.

La mujer quedó atónita  al ver la desgracia en su tierra y conocer que amigos y conocidos habían muerto.

Le afligió ver cómo estaban afectados sectores como Bellavista, y ahí, al subir, vio que la familia Lucas estaba sin nada, en una esquina llena de lodo.    

Al acercarse observó a Pablo Lucas (79 años) -muy conocido en este sector- que estaba tirado en el piso, como luchando para sobrevivir; él hablaba bajito. Fanny preguntó a una persona qué estaba haciendo el hombre y recibió como respuesta: “está orando para  que aparezca un ángel”.

Más de tres meses después, Fanny, arrimada a la cama de Pablo y tomando su mano, no puede contener las lágrimas; enseguida cambia el tema, hace un chiste y el anciano sonríe. Él está feliz de que le construyeran su casa.

Esta familia fue a la primera que la migrante comenzó a ayudar. El caso de Pablo fue especial para ella, por su estado de salud (tiene cáncer terminal), además porque su esposa  es invidente y una de sus hijas tiene 3 pequeños con discapacidad.

Hasta el momento ha construido 4 casas completas y además ha ayudado a más de 50 familias con arreglos como paredes caídas, techos, entre otros. Para los trabajos, hubo el apoyo de voluntarios y vecinos. Además, “ella estuvo colocando tablas y clavando”, destacó don Pablo.

Con su esposo ha planificado que va a donar para el fondo común de ayuda a Bahía de Caráquez, a la gente más necesitada, lo que gane la empresa de ambos por cada transacción de venta de casas ($ 499).

Esto lo hará por los próximos 4 años, con lo que construirá más viviendas.

El proyecto no solo es dar la vivienda, sino también otorgar un negocio propio para que los damnificados puedan subsistir. En el caso de los Lucas, se dedicarán a la venta de empanadas y otros bocados; lo dirigirá la hija de Pablo, Laura.

Laura Lucas, una de las damnificadas por el terremoto, está agradecida por el apoyo recibido. Pronto abrirá un local de comida. Foto: Rodolfo Párraga

Ella explica que nunca esperaba un apoyo así.

También en su labor ha encaminado el apoyo de varias personas para que puedan entrar al país más de 50 contenedores de comida, a través de la embajada norteamericana, y 150 contenedores de ropa.

Ella es muy alegre; sus allegados indican que es solidaria desde pequeña. Creció con la firme convicción de que “hay que dar sin esperar nada a cambio, porque dar es la verdadera felicidad”.

Una de las personas que la conoce desde adolescente es su pareja, Otto. “Me siento orgulloso de tener una esposa como ella. Es una persona que ha dejado de vestirse  para dárselo al prójimo. La conocí a los 15 años de edad. Luego ella se fue a Europa y yo a Estados Unidos, a los 18 años nos volvimos a juntar”.

La situación actual le trae recuerdos del terremoto anterior, en 1998. “Estaba en Italia con mi compañía de exportar flores, que tuve durante 28 años. En ese entonces, con otros amigos exportadores, hicimos la donación de 600 casas de Hogar de Cristo”.  

Vuelve al presente y dice que “ahora es mucho mayor lo que nos está pasando. Nadie puede hacerse ciego y sordo ante tanta necesidad”.

Amigas de Fanny ven en ella una ‘bola de luz y de energía’, como lo resume Daniela Quintero.

“Es una mujer súper positiva, más que todo proactiva, pues a un problema le saca rápido la solución; contagia al resto para ayudar”.  

Daniela encontró en ella un apoyo cuando tuvo que canalizar una donación (500 mochilas y 200 ollas arroceras). La direccionó hasta las personas que necesitaban ayuda en varios puntos de Bahía.

De su parte, el voluntario Orlando Arias conoció a Fanny por esta tragedia. Con ella y otras personas formaron un equipo para trabajar.  Describe a esta madre y empresaria como una mujer de muy buen corazón. “Es un excelente ser humano”, palabras que suscribe Dolores Jama, su amiga desde el colegio.

Hace una semana, Fanny partió a Estados Unidos, pero retornará pronto para seguir con la misión de armar más casas. (I)

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