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El Telégrafo
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La mayor satisfacción de quienes imparten sus conocimientos es compartir luego los trabajos con sus alumnos

El formar ‘maestros’ es toda una cadena

En el taller El Nacional, Vicente Cevallos ha formado a decenas de nuevos colegas, sin dejar de lado sus actividades como artesano. Foto: Rodolfo Párraga/El Telégrafo
En el taller El Nacional, Vicente Cevallos ha formado a decenas de nuevos colegas, sin dejar de lado sus actividades como artesano. Foto: Rodolfo Párraga/El Telégrafo
27 de septiembre de 2015 - 00:00 - Redacción Regional Manabí

El incesante sonido de una pulidora, sierras, cepillo, canteadoras y compresor pierde volumen hasta desaparecer al llegar a las 12:30 en el taller de ebanistería El Nacional, en Portoviejo. Es la hora de comer.

En ese momento aparece José Luis García, que hace su llegada luego de estar en distintos sectores de la ciudad, como la calle 5 de Junio, instalando puertas y clósets. Está satisfecho luego de haber cumplido con su trabajo. Está unos minutos en el lugar y parte nuevamente. Se va a su vivienda para almorzar, tal como ya lo han hecho sus compañeros de trabajo.

Vicente Cevallos es el dueño de El Nacional, taller ubicado cerca del Puente Rojo (Calle Miguel H. Alcívar). En el lugar lleva 7 años. García cuenta que un día llegó a la ebanistería, sin saber mayores detalles de trabajar con madera, pero que su jefe no puso trabas para que se quede trabajando y aprenda las labores de un carpintero.

“Cuando ingresé no sabía coger las herramientas. Sin embargo como era curioso preguntaba a cada rato a don Vicente y aprendí bastantes cosas, ahora mi especialidad es armar”, indica García, quien acota que aún le falta mucho por aprender. “Uno no tiene que quedarse estancado. Cuando yo comencé la profesión de la madera recuerdo que hice una cajonera pequeña. Me encanta la madera”, dice.

La palabra maestro es muy escuchada en este taller. Cuando un cliente llega, casi ninguno llama a los ebanistas por sus nombres; todos son ‘maestros’.  

Vicente Cevalloses uno de ellos. Es ebanista de profesión. Indica que trata de compartir sus conocimientos para que sus trabajadores puedan así ayudarlo a potenciar su taller. Élaprendió todos los detalles para ser un carpintero de su padre, Avelino Cevallos, quien estuvo más de 50 años en la profesión.

Uno de los talleres donde también su dueño ha enseñado todo sobre la mecánica a jóvenes es el de MacArthur García.

Cuenta que los operarios de su taller llegaron sin saber cómo manejar una pulidora o cepillar la madera. Uno de los primeros detalles que él les ha enseñado es procesar la madera.

Dos de sus trabajadores están haciendo un curso de titulación por práctica profesional, para salir como maestros de taller.

Vicente, quien además tiene un almacén, calcula que en su taller han aprendido esta labor alrededor de 20 chicos. Algunos ya tienen su negocio propio. Le queda la satisfacción que van aplicando 2 principios que les enseñó: la puntualidad en la entrega de los trabajos y la calidad en sus obras.

De su parte, Freddy Palacios lleva 27 años en la actividad artesanal de ebanistería y proviene de una familia de artesanos.  Es un amante de la madera, le gusta siempre ver su cambio, su transformación ydarle forma.

En su taller ha formado a 4 personas (José Vélez, Estuardo Meza, Eddy García y Holger Intriago), quienes actualmente son maestros ebanistas. “Estas personas que surgieron en mi taller. Ahora trabajan muy bien. Siempre que los encuentro hablamos del negocio y de lo bien que les va”, indica Palacios, cuya técnica es trabajar en madera sólida (no prefabricada).

Su taller está ubicado en la vía Crucita-Manta. “Además de haber enseñado un oficio de manera gratuita, siempre he tratado de pagar unos sueldos justos a los operarios del taller”, asevera Palacios.

MacArthur García es otro artesano, que como Vicente Cevallos, se convirtió en el profesor de aspirantes que pasaron a ser luego sus trabajadores. Aunque sean aprendices, asegura él, les reconoce algo de dinero y luego pasan a ganar sus sueldos como trabajadores del taller automotriz que dirige. Afirma que la edad precisa en que se aprende el oficio es a los 16 años.

En su lista de pupilos hay 12 profesionales. “Mi satisfacción es que ellos salieron con la frente en alto con conocimientos y sin pedir nada”. Uno de sus colaboradores es Éder Zambrano. Él lleva 2 años  en esta labor de mecánico. Para aprender rápido asegura que observaba detenidamente lo que hacía su jefe y preguntaba cómo funciona cada cosa. Ahora, el joven de 18 años es uno de los trabajadores más eficientes del taller de MacArthur.  

Mario Zambrano, también mecánico, confiesa queno conocía el nombre de las herramientas cuando llegó al taller.“El jefe me mandaba a ver una llave y no sabía cuál era. Me daba vergüenza y le llevaba algunas llaves. Ahora me las conozco todas”.

Wilberto Moreira, presidente de la Federación de Artesanos Profesionales de Manabí, se especializa en la construcción civil. También ha sido formador de ‘maestros’. “Ahora creo que ellos son mejores que yo”, indica. En sus 25 años en el oficio, ha impartido sus conocimientos a cerca de 100 personas.  

“Les enseño de construcción civil, desde amarrar un hierro, tejer una columna, tejer una parrilla, hasta cómo parar una columna, hacer encofrados y otras tareas más. Yo aprendí con otro maestro en Quito”, detalla.

“A la construcción hay que ponerle cariño. Además hay que ser honestos con nuestro trabajo, entregarlo a tiempo y ser responsables en todo sentido”, destaca Moreira.

Estos ‘maestros’ han multiplicado ‘maestros’, en una cadena que se replica en varios de los talleres de todo Manabí. (I)

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