Hay especies perennes y temporales
Con viveros se busca suplir la falta de espacios verdes en la ‘ciudad puerto’
Ricardo Zambrano cuenta que a los 8 años se quedó como hipnotizado con la naturaleza. Recuerda un día en que se sentía como en el campo, aunque estaba dentro de la ciudad, en la localidad playera de Manta.
Dice que en aquel sitio, al que califica como un mágico lugar, había plantas de toda clase y que se quedó fascinado. Era como si esas “paredes” multicolores, en las que predominaba el verde, lo envolvían. Se trataba del negocio de la familia: un vivero.
Ahora, con 21 años, Ricardo continúa teniendo esa sensación. Él se encarga de cuidar y regar las plantas que se pondrán en venta en el vivero. Es el ayudante principal de su padre, Benito, en el vivero El Rosal del Puente, ubicado en el ingreso a la zona céntrica, en Tarqui.
Indica con orgullo que abrió sus puertas hace 26 años y fue el primer invernadero que hubo en Manta. Cuenta con emoción cada experiencia vivida en el lugar.
En los últimos 15 años, el negocio de los viveros ha crecido en la ciudad. Hoy hay más de 10. Como señala Ricardo, “ahora hay competencia. Parece que la gente tiene más amor por las plantas. Además, hay quienes están haciendo conciencia de la importancia de tener al menos un árbol en su patio”.
El vivero de los Zambrano es diferente al resto de los de la localidad, porque tiene las plantas debajo del paso a desnivel en la zona de Tarqui, es decir, está a la intemperie; en cambio los otros negocios tienen cerramiento.
“La competencia se pone dura, hoy hay más negocios, sin embargo hemos abierto otros 2 viveros: uno por la iglesia Divino Niño y otro en las curvas del sector Altagracia”, explica Ricardo.
La familia Zambrano vende un promedio de 120 plantas al día, de variadas especies. Los costos van de $ 0,35 hasta $ 60.
Entre sus principales clientes, están padres de familia que adquieren las plantas para que sus hijos las siembren en las escuelas. Otros de los mayores compradores llegan desde Jipijapa.
Las más solicitadas son las rosas y las palmeras, pero también buscan plantas medicinales como hierba buena, ruda, menta, mejorana, oreganito, alcohol de menta y congona. Los arbustos son traídos de Santo Domingo, Quito y Guayaquil.
Mi jardín es el nombre de otro invernadero del sector, su dueño es Ramón Cedeño Cedeño. Entrar ahí en un día soleado marca una gran diferencia. Se siente un clima templado que invita a quedarse mientras se observatodo tipo de plantas.
El local se levanta en el sector de Santa Martha, entre la calle 12 y avenida 37. Para Ramón, un vivero es el mejor de los negocios, ya que le gusta mucho estar rodeado de la naturaleza. “Qué mejor que ganarme la vida haciendo lo que me gusta, cuidar las plantas y venderlas”, expresa el agricultor al que desde pequeño le gustaban los tulipanes.
Cuenta que siempre acompañaba a su progenitor a una finca donde se fue haciendo la idea de que lo mejor era aportar al cuidado del medioambiente incentivando a la gente a llevar a sus casas las flores.
“Mis plantas son mis obreras y trato de tenerlas bonitas, porque de esa manera el cliente vuelve”, resalta el propietario.
Ramón empezó su negocio con una décima parte del volumen que ahora tiene. Poco a poco fue incrementando los productos de acuerdo con las preferencias de las personas. Lo que más vende en su local son palmas, isoras rojas y filos hindú, esta última es la más solicitada.
“Hay muchas platas que son adecuadas para este medio, como las veraneras, que son resistentes al sol; los tipos crotos, las palmas, yucas, lenguas de suegra, geranios del desierto y cactus”, explica Ramón, quien afirma entristecerse cuando una de sus plantas muere.
Las que no se adaptan a este clima son la flor de azalea, las begonias, pensamientos colombianos, geranios colgantes y petunias “pero la gente insiste en pedirlas”, dice.
El 90% de sus plantas es ornamental, el 7% es frutal y el 3% corresponde a aromáticas y medicinales. En su local los precios van desde $ 0,35 hasta $ 100 la palma roja, la más cotizada.
Su sugerencia para cada cliente es que le dé el mantenimiento básico: regarla. En su negocio asegura que sus plantas están sanas. “Recomiendo a la gente que compre plantas porque dan vida, alegría y nos oxigenan”, resalta.
Un vivero que tiene un objetivo diferente, es decir, sin fines de lucro, es el Municipal, que lleva aproximadamente 15 años de existencia. Está ubicado en el sector Santa Martha, en los exteriores del Departamento de Higiene y Medio Ambiente municipal. Ahí se reproducen plantas para las áreas verdes de la ciudad, instituciones educativas y fundaciones, entre otros.
“Todo es gratis aquí. Si algún dirigente barrial tiene en su sector una obra que quiere embellecer con plantas, debe hacer la gestión para que personal municipal haga las respectivas verificaciones y en no más de 15 días ya tiene sus plantas”, manifiesta Nilda Napa, funcionaria municipal.
En este invernadero, a cargo de Celio Bravo, tienen registradas unas mil especies, y las más solicitadas son las plantas ornamentales y los arbustos. Los frutales y maderables no tienen mucha salida.
En los últimos 4 meses se han despachado aproximadamente 3 mil plantas, entre ornamentales, maderables y frutales. Al año salen unas 15 mil. Hay una parte donde las plantas delicadas están protegidas por sarán (cesto). También hay espacios para semilleros.
En el vivero municipal hay 42 personas trabajando, varias están dedicadas al mantenimiento de áreas verdes y sembríos, podas de árboles, riego, control fitosanitario, que incluye fumigar cuando hay plagas y fertilizar 2 o 3 veces al año.
En este espacio hay una mesa para hacer la reproducción de planta, por semilla y esquejes (tallos). Gloria Cedeño, quien labora en esta sección, asegura que en el día se reproducen 300 plantas.
Hay un grupo de personas que se dedica a recoger semillas en los exteriores de la localidad, especialmente en los parques.
En la ciudad hay 20 inspectores para el cuidado de las plantas, la mitad trabaja en jornada diurna y los otros 10, en horarios nocturnos, sobre todo en los parques regenerados. Napa cuenta que hay una familia en Manta que dona semillas al vivero anualmente.
Elvira Cedeño, madre del alcalde Jorge Zambrano, realiza en el vivero municipal una labor diaria, sin sueldo. Ella, que conoce mucho de plantas, hace esta actividad de manera recreacional.