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El Telégrafo
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Se incentiva a los jóvenes a seguir el arte con una escuela que se levanta en pile

Con sus manos tejen la historia toquillera

Uno de los lugares donde se elaboran sombreros finos y extrafinos es en la comunidad de Pile que se levanta en el cantón Montecristi. Casi todas las familias elaboran el producto. Fotos: Rodolfo Párraga / El Telégrafo
Uno de los lugares donde se elaboran sombreros finos y extrafinos es en la comunidad de Pile que se levanta en el cantón Montecristi. Casi todas las familias elaboran el producto. Fotos: Rodolfo Párraga / El Telégrafo
06 de diciembre de 2015 - 00:00 - Redacción Regional Manabí

Desde el balcón de una casa mixta Natividad Delgado contempla Pile (Montecristi). Su tiempo por un momento es libre.

Acaba de vender un sombrero de paja toquilla que confeccionó durante casi 3 meses, y pronto empezará a elaborar otro. Por su obra le pagaron $ 180.

Esta actividad se le ha hecho rutina desde pequeña, y lo mismo le sucede a su hermano, José Manuel (45 años), quien pasa horas de la noche —a veces hasta la 01:00, a veces más— tejiendo. Aprovechan  el clima fresco de esas horas, que, según ellos, son las mejores para trabajar.

José Manuel tiene la horma lista para iniciar un nuevo sombrero que espera vender a inicios de 2016 en el centro de Montecristi, donde tiene a sus principales compradores que le pagan entre $ 120 y $ 150.

Él, como los demás habitantes de esta localidad —donde la mayoría se dedica a este arte—, lleva presente  que el tejido tradicional de paja toquilla del Ecuador desde el 5 de diciembre de 2012 forma parte del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad.

Y justamente, ayer se conmemoraron 3 años de esta declaratoria, por lo que durante la semana se realizó un sinnúmero de actividades en Jipijapa, Portoviejo, Chone, Manta, Santa Ana y Montecristi.

En cada uno de estos cantones hubo una feria intercultural en la que la mayor atracción fueron los artesanos, algunos de los cuales pertenecen a la Asociación de Milagro de la parroquia Picoazá de Portoviejo; otros a la Asociación de Tejedoras de sombreros Finos Elicia Anchundia Delgado de Santa Ana; y otros a la Escuela Taller de Pile de Montecristi.

Familias enteras se dedican a tejer sombreros de paja toquilla. Es una práctica que viene de generación en generación.

Karina Arteaga, coordinadora regional del Instituto Nacional de Patrimonio Cultural (INPC), explica que en esa feria los artesanos hicieron intercambio de estilos para tejer, porque cada uno tiene su técnica.

Además, se buscó sensibilizar a la ciudadanía y a los estudiantes sobre este patrimonio; y se fortaleció la promoción que necesitan estos artesanos para que sean justamente conocidos y reconocidos su saberes. “La declaratoria nace en Pile justamente porque allí el arte de tejer es muy diferente, el sombrero queda casi como un papel, es extrafino”, explica la funcionaria.

Uno de los resultados conseguidos con esta designación —comenta— es que permite exportar y da garantía de que el sombrero nadie lo pueda replicar.

A este logro se suma el nombramiento, con título avalado por la Junta Nacional del Artesano, de 20 artesanos como los primeros tejedores de paja toquilla de Ecuador, y ahora hay 18 estudiantes que asisten en las tardes al primer año en la Escuela Taller de Pile. “Esta va dirigida a jóvenes. Es la única que está enseñando saberes ancestrales”, manifiesta.

Existe el interés de que la iniciativa tomada en Pile se replique en otros cantones manabitas.

Hay artesanos en Picoazá de Portoviejo; San Lorenzo, Liguiqui, El Aromo, Santa Marianita y Pacoche de Manta; Las Pampas, Las Valencias, Nueva Esperanza, Bajo de la Palma, Bajo del Pechiche, Bajo de Afuera, Aguas Nuevas y Las Lagunas de Montecristi y Membrillal y Julcuy de Jipijapa.

La paja toquilla, procedente de la zona rural, es un hilo que se extrae de una palmera (carludovica palmata). El proceso de elaboración de un sombrero con este material incluye varios pasos. Entre ellos consta el cultivo de la paja toquilla, la separación de las fibras, el hervido y el secado, y la preparación del patrón, la copa y el ala. El tejido de un sombrero puede tomar una semanas o hasta cuatro meses, según su calidad.

Las personas de Pile aseguran que tejen cuando el clima está fresco para así sacar un buen producto a la venta.

Arte de descendencia

A José Bolívar Delgado la edad se le vino encima y, por ende, dejó de entrelazar las hebras finas. No obstante, el longevo comenta que este saber lo vienen practicando generación tras generación. “A mí me enseñó mi abuela, a ella mi bisabuela, etcétera”, sonríe mientras dialoga con sus hijos afuera de su casa en Pile, comunidad en donde el silencio resalta en las mañanas; en las casas solo se observan las ventanas abiertas y el sonido de los pájaros.

Es que el horario de 07:00 a 10:00 también es indicado para trabajar. Sus hombres y mujeres están concentrados en la tarea de tejer.  

A más de 500 metros de donde se encuentra José Bolívar se levanta la casa de María Clorinda. Ella abre la puerta e invita a ver el espacio de su casa mixta donde confecciona los sombreros. Se sienta sobre un banco y comienza a relatar su experiencia.

La mujer de 72 años tiene muy presentes los consejos y secretos que su papá Juan Espinal le daba cuando era niña. “Tenía 10 años y sin egoísmo me enseñó y aprendí a esa edad”, refiere la septuagenaria.  

Se concentra tanto en su labor que no lleva presentes detalles como la cantidad de sombreros elaborados hasta la presente fecha. Lo importante para ella es que los hizo.

Al contrario de María Clorinda, otra artesana es María Espinal, quien este año sí contó la producción. Ha hecho 4 y está por terminar otro. Ella comenta que en su cantón le pagan a veces $ 80, pero que, cuando llegan personas de afuera, le cancelan entre $ 150 y $ 200.  

Narra que sus hijos como Simón también tejen sombreros de paja toquilla. Incluso el mes pasado estuvieron en su vivienda extranjeros viendo su labor.

En Manabí elaboran el sombrero fino, extrafino y grueso en distintos puntos. Este arte lleva cientos de años de historia.

Tiene una jornada bien definida. Se levanta temprano, hace el desayuno y comienza inmediatamente a trabajar. Pasa 3 horas tejiendo inclinada sobre la horma. Al comenzar a calentar el día procede a hacer una larga pausa para enseguida realizar  otros oficios; retoma la labor desde las 13:00 hasta las 16:00.

La mujer encomienda siempre su labor a San Juan Don Bosco, el patrono de Pile. Tiene mucha fe de que su trabajo no se va a ver interrumpido ni estropeado. Tiene siempre en mente que, desde el 27 hasta el 31 de diciembre, son las fiestas del santo y que le agradecerá a él por los favores recibidos.

Su esposo, Cenovio Ídolo Espinal (72 años), fue destacado en 2013 como uno de los 12 ganadores a escala nacional del reconocimiento de portadores de saberes tradicionales impulsado por el Ministerio de Cultura y Patrimonio. “Él teje sombreros más finos y tiene mejor acabado”, cuenta con orgullo Clorinda. Cenovio se concentra en la elaboración del sombrero, pero los acabados los hacen otras personas en Montecristi. Entre sus clientes está un sueco que siempre se da el lujo de visitarlo para ver sus sombreros.

Victoria Pilay, la nuera de Clorinda y Cenovio, hace un año conoció este arte al llegar a la localidad procedente de Venezuela donde vivió 3 décadas. “Es muy atractivo; mi esposo Ángel también sabe el oficio”, destaca la mujer, quien señala que su pareja aparte se dedica a la labor de la albañilería como lo hacen otros habitantes del lugar.

Su yerno, Darwin Malavé, que es venezolano, le dijo que iba a regresar a Ecuador para aprender esta tarea que le impactó. “Este es un trabajo que la gente debe valorar. Es una labor sacrificada que debería tener más costo. Ellos tejen 3 y más meses y a veces lo compran hasta $ 50 y eso no me parece.  Mi esposo hizo uno que vendió en $ 120”, expresa.

Su nieto David de 6 años es un pequeño que observa con atención cómo los montecristenses tejen los sombreros. Incluso toma las pajas e intenta ayudar. Es lo que pasa en esta comunidad en donde desde los más chicos sienten atracción por el arte del tejido.

María Espinal, hermana de Cenovio, comenta que así como ellos a los demás hermanos les enseñó a tejer su papá, quien también se llamaba Cenovio. Antes de llegar a la adolescencia  comenzaron a tejer. La mujer mostró una de sus últimas confecciones con la delicadeza que requiere el cuidado del producto.

Resalta que sus 6 hijos saben tejer y aprendieron también siendo chicos asegurando que la tradición continuará. La que tasa mejor el sombrero es su hija Carmen Mera  que oferta los sombreros hasta en $ 1.000. María aprovecha el tiempo en este trabajo con el cual sale de la rutina y olvida los golpes que le dio la vida como la pérdida de su esposo. “Me consuela bastante estar tejiendo”, expresa la mujer de 74 años, que en este 2015 hizo 6 sombreros.  

Luis Bailón tiene tiempo de no tejer sombreros. Expresa que su decisión se debió a la falta de paja toquilla. Es un hombre que en gustos no se equivoca. Resalta que la paja de su localidad es mejor que la de El Aromo por ser más suave para trabajar. En Pile quien le provee de la materia prima es Horacio Holguín dueño del pajal.

El hombre longevo recorre las montañas a caballo para traer los cogollos. Los 24 cogollos los vende en $ 5. Con esta labor  solventa los gastos de la casa. Por la falta de lluvia no ha tenido ventas como en otros años.  (I)

María Espinal elaboró durante 2 meses este sombrero de paja toquilla que pondrá a la venta en los próximos días.

DATOS

Antes el sombrero ecuatoriano era conocido a escala mundial como “Panama Hat” debido a que varias personas lo usaban durante el proceso de construcción del Canal de Panamá.

El trabajo de los artesanos, pese a ser los poseedores del conocimiento, no era debidamente reconocido. Se los trataba  como mano de obra, dejando de lado el saber ancestral que el tejido conlleva.

Se utilizaba la paja toquilla que crecía en el campo, sin llevar una adecuada producción, control de plagas, ni una relación entre el productor y los artesanos.

Una vez obtenida la Declaratoria, el Estado adquiere el compromiso internacional de proteger y salvaguardar el conocimiento que involucra el tejido del sombrero de paja toquilla ecuatoriano.

Hay un trabajo coordinado con artesanos-tejedores, como con las instituciones gubernamentales involucradas para el mejoramiento de la calidad de vida y el sostenimiento del producto.

El INPC R-4 se comprometió en la realización de capacitaciones puntuales y periódicas con los artesanos, de la Escuela Taller de Pile y de otras asociaciones y organizaciones artesanales a escala provincial.

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