Cronista Francisco de Jerez describió un poblado de vital importancia para el crecimiento de la zona
Cancebí, la representación de nuestra raza indígena en el territorio manabita
La mayoría de las poblaciones existentes en la Costa ecuatoriana no fueron parte de un mismo territorio ni de una misma ancestralidad, a pesar de que estaban integradas en un mismo continente, en tiempos en que sus pasos no se veían impedidos de transitar libremente por la existencia de fronteras que limitaran sus comarcas y marcaran su historia en sociedades complejas.
Tránsito errante y continuo como el posible paso de los shuaras desde Centro América hasta la Amazonía, vestigios que encontramos en las afirmaciones de los cronistas llegados con Francisco Pizarro y que manifiestan la existencia de cabezas reducidas al tamaño de un puño ubicadas como en calidad de trofeo, sobre puntas o sobre lanzas y expuestas en las afueras de las viviendas de los pueblos; estos pueblos que se mantuvieron en un proceso migratorio constante hasta anclar sus raíces en un lugar determinado, espacio donde la naturaleza les fuera favorable a su existencia y les permitiera la domesticación de la tierra y de sus animales.
Así lo dicen las crónicas y así lo cuentan las leyendas, que los shuaras llegaron a estas tierras buscando dónde fincar sus vidas, por eso se ha tejido la historia que aún perdura y Franklin Barriga López la narra, aunque tomada de otro investigador:
“Un día el proto-shuar arribó a las playas manabitas. El desembarque no fue pacífico: tuvo inmediatamente ocasión de medirse con los locales, que no estaban dispuestos a ceder territorios. Pero luego prevaleció e impuso durante un tiempo sus costumbres, máxime sus ritos cosmobiológicos, entre los que sobresalía el ritual de la Tsantsa. Con todo, no se contentó con fijar su sede en ese lugar y continuó en su marcha hacia el Sur, influenciando la región con su cultura, con su toponimia, y dejando que parte del pueblo se mezclase con los habitantes del lugar”.
Fueron grupos con distintos orígenes e historias, con variadas diferencias sociales comunitarias, de distinta visión y costumbres, así como de lenguas y dialectos; pueblos que marcaron diferencias claras en su forma de vivir y relacionarse entre ellos.
La provincia de Puerto Viejo español o territorio indígena de Cancebí tuvo un nombre aborigen que se enraizó y prolongó a través del tiempo como pueblo o como geografía, y que al final la historia lo deberá reconocer como el nombre dado al territorio donde floreció una población dedicada al comercio y a la agricultura, estructurada de tal manera que, para esos tiempos, bien podría considerarse como un Estado incipiente.
Una localidad con fronteras delimitadas por su presencia e influencia, con pueblos organizados que responden a una economía en común, con un gobierno propio cuya autoridad descansa sobre un Consejo de caciques como lo presume Marshall Saville (arqueólogo estadounidense que condujo expediciones en Ecuador) por las sillas de piedra que encontró ordenadas en semicírculo en el Cerro de Jaboncillo, con caciques que ejercen autoridad en el pueblo que gobiernan, pero que son obedientes a las decisiones de un gobierno superior que los dirige, son poseedores de un elevado desarrollo cultural y sabedores de diferentes lenguas, producto de las relaciones comerciales que tiene con distintos pueblos de América, que los distinguen de los demás pueblos del norte y del sur que los acompañan.
Este territorio de Cancebí, que es mencionado por Francisco de Jerez, en las primeras crónicas expedicionarias de Francisco Pizarro a su arribo a Coaque (aunque no hay especificación de lugar referencial aproximado) es señalado como un pueblo importante, sin detallar su población, riqueza, organización. Se habla de un caserío, mas no de una persona, no se refiere a un territorio en general sino particularizado.
Esta referencia nos lleva solo a presumir la existencia de un chamán o cacique del mismo nombre de Cancebí, investido de autoridad en toda la región, que cuando gobernó dicho poblado y territorio ejerció alta influencia sobre el resto de poblaciones.
De su parte, Jerez sí menciona, y con mucha soltura de palabras, la presencia del cacique de Coaque que, por un ataque sorpresivo de Francisco Pizarro sobre su pueblo, fue tomado prisionero y hecho esclavo, pagando con oro, plata y esmeraldas su libertad y la libertad de otros indios de su comarca y de comarcas distintas; es Coaque el lugar donde se da el primer foco de resistencia contra España, donde el cacique y sus soldados enfrentan a los conquistadores y luego se repliegan a las montañas.
Puede ser que este Cancebí sea el mismo cacique (Tigua Tohali) de Tocay (Manta) que participó en duras jornadas de guerra contra los españoles y cuyo nombre empezó a ser mencionado y respetado; puede ser que de estas acciones de resistencia indígena el nombre de Cancebí, por tradición oral, no destaca como pueblo sino como el principal cacique de entre todos los existentes en la zona, por lo que los americanos lo toman como paradigma y expresión de oposición y repulsa contra el dominio extranjero, y los españoles, a su vez, lo hayan desterrado por su nombre y se lo hayan cambiado por Puerto Viexo.
Será acaso que Tigua Tohali fue el mismo chamán o cacique que —hecho prisionero por Pedro de Alvarado en sus tropelías nefastas por estas costas, por enviar mensajes continuos de salvaguardar sus vidas a sus hermanos de origen y raza en los pueblos que a su paso existían, mensajes que mandaban a evitar encuentros físicos con los españoles— fue ahorcado cerca de la población de Paján, llamada como el pueblo de las golondrinas por el mismo Alvarado, castigo de muerte que debió servir como ejemplo aleccionador para que los demás indígenas que también llevaba consigo, en calidad de prisioneros, para que le guíen en su camino hacia Quito, no procedieran igual que su líder.
Sin documento alguno que avale la existencia de lo que fuese el pueblo y cacique Cancebí, tan solo la referencia anotada, pero considerando que la historia a través del tiempo ha señalado este nombre aborigen, mientras la historiografía manabita no lo recoja como modelo de identidad ancestral, seguiré en la tradición de considerar el nombre de Cancebí y su presencia simbólica, como elemento representativo de nuestra raza indígena en el territorio manabita.