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Ecuador, 29 de Diciembre de 2024
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El Telégrafo
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Balsamaragua es símbolo de resistencia contra la tiranía ultraconservadora

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Los poderosos de varias regiones del país se enfrentaron a lo largo del siglo XIX con el afán de controlar el gobierno de la nueva República del Ecuador, para precautelar sus intereses.

Los terratenientes serranos lograron doblegar a los grupos de Guayaquil, donde también existían terratenientes y se gestaba una burguesía relacionada con el comercio y la banca.

A pesar de sus tensiones, los grupos dominantes de cada región tenían un interés común: mantener sus privilegios y explotar a indios y campesinos para acumular riqueza, para lo cual usaban al gobierno de turno. De esta forma, los  poderosos constituyeron una oligarquía.

El Estado oligárquico terrateniente presionaba a la masa campesina y a los sectores populares. En provincias como Manabí y Esmeraldas existían grupos de campesinos libres, quienes reaccionaron ante la opresión y la desigualdad en la que se vivía.

Eloy Alfaro Delgado abandonó su condición de pequeño comerciante y se convirtió en el líder de las masas campesinas, aquellas que buscaban una transformación política y social.

Lideró al grupo político y armado de los radicales integrado por combatientes e intelectuales de varios lugares del país, los mismos que unidos a grupos internacionales pretendían instaurar estados laicos, de derechos y democráticos a lo largo de América.

En Ecuador, los radicales se enfrentaron a los conservadores y los progresistas, que eran una tendencia más moderada.

La resistencia campesina se convirtió en milicia liberal

Para ofrecer resistencia a “los terroristas”, que tenían previsto atacar en costas manabitas, Alfaro organizó un levantamiento general previsto para el 15 de noviembre del 1884, el cual contaría con los principales generales liberales combatiendo hombro a hombro con los campesinos voluntarios que se sumaron a la causa.

Milicianos de Picoazá, Portoviejo, Charapotó, Crucita, Jipijapa, Bahía, Manta y Montecristi, entre otros se sumaron a la causa por parte de Manabí; mientras que en Esmeraldas, un grupo de ciudadanos y campesinos liberales abandonó sus plantaciones de tabaco, en época de cosecha, poniendo en riesgo sus economías familiares, para tomarse el cuartel general de esta provincia y ofrecer su apoyo incondicional a Alfaro.

Mientras tanto, un grupo de aproximadamente 170 soldados veteranos se dirigió desde Guayaquil a Manta, para desde este punto iniciar una campaña de persecución, que concluyó con enfrentamientos en Montecristi, Cerro de Hojas y Portoviejo, en los cuales los montoneros lograron preservar el control, aunque sin derrotar completamente al enemigo.

El vapor Pichincha, antes Alajuela

Durante un período breve de estadía en Panamá, y con el apoyo de coidearios del movimiento liberal, Eloy Alfaro realizó la compra del vapor mercante Alajuela, el cual también se vio afectado por un amotinamiento en Panamá, llevado a cabo por enemigos de las ideas liberales en ese país, lo cual demoró las reparaciones necesarias en el buque, con la cual el enfrentamiento bélico que se avecinaba en costas ecuatorianas hubiera tenido un mejor desenlace para las fuerzas alfaristas.

A pesar de ello se realizaron reparaciones a la máquina de vapor en Taboga, Colombia, y se continuó con la travesía a costas ecuatorianas. El 15 de noviembre de 1884, Alfaro zarpó de Panamá, acompañado por un grupo de aliados progresistas de otros países.

“Si hubiera contado con la tolerancia de las autoridades locales, en pocas horas habría llenado el buque de voluntarios: en el Istmo (Panamá), había más de 500 compatriotas ansiosísimos de acompañarme. Se hizo, pues, necesario observar el más absoluto secreto para poder facilitar la salida del vapor, y tuve que embarcarme acompañado solamente del coronel Luis Vargas Torres, comandante Castellá y mayor Sepúlveda”, relató alguna vez Alfaro.

Además estaba la tripulación del Alajuela, al cual el general Alfaro bautizó con el nombre de Pichincha, en honor a la batalla librada por el Mariscal Sucre en Quito en 1822.

La batalla de Balsamaragua

Diversos eventos precedieron a la batalla de Balsamaragua, tanto por tierra como por mar, en los cuales la valentía de los liberales radicales y los montoneros se hacía notar, a pesar de pelear en desventaja numérica y bélica en cada combate.

El vapor Pichincha se enfrentó por primera vez al Santa Lucía, comandado por Reinaldo Flores (hijo del expresidente Juan José Flores) el 20 de noviembre de 1884, frente a las costas de Tumaco, frontera ecuatoriano–colombiana.

Del combate ninguna embarcación resultó victoriosa, y Alfaro lo recuerda de la siguiente manera: “Comparando las condiciones en que estaban y los elementos que disponían ambas naves, comprenderá el menos avisado que el Pichincha quedó triunfante y dueño del campo por la huida de su adversario.Verdad es que arrinconado como se encontraba el Santa Lucía, en un lugar donde no disponía de espacio suficiente para moverse,  habría sido inevitable y la pérdida de uno, o quizá ambos buques su consecuencia”.

A esto prosiguió la toma de Portoviejo, que fue dirigida por Eloy Alfaro el 1 de diciembre de 1884, en el corazón de la ciudad, acompañado por Medardo Alfaro, Zenón Sabando, Agustín Solórzano y Francisco Centeno, quienes ya llevaban librando combates en diversas zonas de Manabí, sin embargo esta batalla terminó en derrota para las fuerzas radicales, según detalló el propio Eloy Alfaro en el folleto llamado ‘Campaña de 1884’, —con el cual se ha fundamentado este reportaje.

Finalmente, la noche del 5 de diciembre, el Pichincha zarpó de Bahía con dirección a Jaramijó, frente a las costas de Balsamaragua, donde los patriotas lograron tomar por sorpresa a los ocupantes del vapor Huacho y proceder su abordaje, horas después el vapor Santa Lucía llegó a la zona de combate, el cual aventajado por su mayor velocidad pudo evadir los cañonazos y disparos del Pichincha, logrando lastimar a un importante número de los tripulantes de la embarcación.

Previo a la batalla, Alfaro había acordado con el comandante de la nave, Marín, incendiar la misma en caso de contrariedades, antes que caer prisioneros de las fuerzas ‘terroristas’, lo cual se llevó a cabo, por causa de las pérdidas originadas en batalla, que sin embargo permitieron a Alfaro replegar fuerzas meses después en Esmeraldas, con lo que pudo continuar la campaña revolucionaria.
El Pichincha contó la madrugada del 6 de diciembre con 72 hombres liberales, armados con rifles y machetes, listos para combatir, a los que se sumaron varios oficiales y Alfaro en persona. La nave iba cargada de 2 cañones pequeños, un cañón y una ametralladora Gatling. Según Alfaro, el combate se prolongó por un poco más de cuatro horas.

El costo de la derrota

Al perder la contienda, los liberales debieron pagar una altísima cuota de sufrimiento. Alfaro pudo escapar, vía Esmeraldas, a Panamá. A modo de ejemplo, vale citar 2 casos: derrotado en Palenque, Nicolás Infante fue fusilado el 1° de enero de 1885. La misma suerte corrió Luis Vargas, el 20 de marzo de 1887, en Cuenca.

El 10 de julio, monseñor Pedro Rafael González Calisto se opuso a que se conceda indulto a los revolucionarios alfaristas y el 2 de agosto del mismo año, los obispos Ignacio Ordóñez de Quito, José María Massiá de Loja, Arsenio Andrade de Riobamba y Pedro Schumacher de Portoviejo publican en Quito una Pastoral colectiva en contra del liberalismo.
De manera que ni siquiera los cambios más leves son tolerados y la revolución debe esperar tiempos mejores.

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