Además de la actividad física hay atención de especialistas en nutrición
Bailoterapia: cuando el ejercicio suma el ritmo y los movimientos de cadera
“Se ve fácil”, decía. “Solo es cuestión de bailar un poco, menearse, mover el cuerpo y ya está, listo, se hizo la bailoterapia”... era una apreciación equivocada. Adentro es otro mundo.
Bordeando los 30 años, el hombre siente que puede conquistar el mundo, así sea que nunca dedique tiempo al ejercicio. Este pensamiento queda abolido luego de una hora de ejercicio -y no de cualquier ejercicio- sino de la bailoterapia.
Ver cómo señoras con más de 50 años se mueven con gran vigor deja en vergüenza a cualquier oficinista que pasa más de 8 horas en su puesto de trabajo y que se cree ‘Superman’ o la ‘Mujer Maravilla’ por las actividades que realiza durante largas jornadas... sentado.
Seguir el ritmo no es fácil al principio. Los de atrás suelen ser los nuevos, se nota por sus movimientos desincronizados, están tiesos. Las señoras de en frente, generalmente el grupo de las de mayor edad, parece profesional. Disfrutan de cada melodía.
La bailoterapia, un ejercicio de tipo aeróbico, que dura en promedio una hora, tiene una de las cualidades que pocos deportes pueden conseguir: reunir a más de 100 personas por día. ¿Las edades? Pues hay de todo, chicas de 20 años, señoras de 50 y hombres de 60.
Para tomar una muestra en Manabí está Manta. De lunes a viernes, en la playa de El Murciélago, se reúnen más de 200 personas (en 2 jornadas) a hacer ejercicios con ritmo. La música varía. Pasa de rock ochentero, aquel ideal para gimnasio, a electrónica. El reguetón tiene su espacio y también las bachatas, la salsa y el merengue.
“Eso es lo fantástico de la bailoterapia, que puede enganchar a cualquiera, ya que una personas que capaz no baila hace mucho tiempo, se identifica con un estilo de música de su época y se conecta de una con el ejercicio”, resalta Jimmy Salazar, instructor de bailoterapia, quien explica que este ejercicio tiene como base el acondicionamiento físico.
En las jornadas matutinas en El Murciélago, Carmen Bartolomé es la primera en llegar. Son las 05:30, cuando la oscuridad vive sus últimos minutos sobre el cielo mantense y esta señora, ama de casa, ya está esperando al grupo de compañeros de actividad física.
“Siempre llego temprano, es que me gusta estar lista cuando la clase empieza”, indica doña Carmen, quien camina por unos minutos por la playa previo a la sesión de bailoterapia. “Así cojo más ritmo”, lanza.
Son las 07:00 y empieza el baile. Suena un rock ochentero. El instructor es Víctor Perero. Le mete ganas, es dinámico, engancha a sus alumnos del día. “Vamos, sí, esoooooo”, grita el entrenador, quien cuenta que hace 4 años arrancaron las clases de bailoterapia en la playa.
Entre los deportistas mañaneros, las mujeres predominan, en su mayoría pasan de 40 años. “Alguna vez llegaron 20 hombres. Poco a poco se van integrando”, indica.
Para José Zambrano, de 49 años, es retrógrado pensar que esta actividad está encasillada para las mujeres. “Yo reto a cualquier hombre que se ponga aquí a competir con alguna de estas señoras a ver si puede ganarle. Ellas tienen gran estado físico”, resalta este padre de familia, quien realiza esta actividad en la jornada nocturna.
Jorge lleva un mes haciendo aeróbicos a base de baile. “Llegué por coincidencia, yo venía a caminar y terminé haciendo bailoterapia”, manifiesta.
En la noche hay un promedio de 80 personas en estos días. “En septiembre el grupo baja un poco. Debe ser porque es la época en la que hace más frío en la ciudad”, acota Salazar. De los 80 ejercitantes, 4 son hombres, entre ellos Zambrano.
Es la primera vez que Gabriela Mendoza realiza bailoterapia. Ella llegó hasta El Murciélago para acompañar a su esposo, Jonathan Toro, quien prefirió trotar en la arena. “Es muy lindo hacer este tipo de ejercicios. Lo mejor es hacer deportes en un ambiente agradable como el que se vive acá”, resalta.
Con 50 minutos de baile, las energías son menos, pero el cuerpo siente esa rica sensación que solo el ejercicio sabe dar. Llega el momento del estiramiento, en el que Salazar da consejos para que las personas tengan un estilo de vida sano.
Para Lorena Braun, el realizar actividad física cerca del mar no tiene comparación con otro tipo de ejercicio. “Antes yo estaba en un gimnasio, pero no sentía los mismos resultados. Ahora me siento más cómoda, el aire fresco ayuda mucho a que nos sintamos más conectadas con el deporte”, resalta Braun.
Tras la bailoterapia, un grupo de nutricionistas habla sobre cómo tener mejores hábitos alimenticios.
“Como iniciativa del Municipio, se creó un programa en el que se ayuda a las personas, se les pesa, se toman medidas y se les da educación nutricional”, cuenta la doctora Liseth Zambrano.
Acaba la jornada de ejercicios, pero no todas las personas dejan la explanada de cemento que hay en el lugar. Varias señoras se quedan conversando con el instructor Salazar, mientras este desarma sus equipos de amplificación.
Son más de las 21:00 y El Murciélago, de a poco, pierde energía, cada vez hay menos personas. De fondo, el encantador vaivén de las olas cierra la jornada.