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Ecuador, 07 de Enero de 2025
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El Telégrafo
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Al momento de freír estos bocadillos, el aceite debe estar bien caliente, para evitar que queden muy grasosas

Ayacucho, una parada fija para los viajeros en el centro de Manabí por sus empanadas

Doña María García aprendió a hacer empanadas de su suegra, Matilde Pinargote. Sus ventas se duplican en los feriados. Fotos: Rodolfo Párraga / El Telégrafo
Doña María García aprendió a hacer empanadas de su suegra, Matilde Pinargote. Sus ventas se duplican en los feriados. Fotos: Rodolfo Párraga / El Telégrafo
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Santa Ana.-

María García se preguntaba con frecuencia por qué su suegra, Matilde Pinargote, asaba los plátanos sin quitarles la cáscara para preparar empanadas. “Simplemente le da un mejor sabor y contextura a la masa”, fue la respuesta que recibió al querer despejar su incógnita.

Eso ya hace más de 20 años, cuando María aprendió de Matilde a hacer empanadas, abreboca que con el pasar de los años se convirtió en marca insigne de Ayacucho, parroquia rural de Santa Ana.

Esta sazón, a su vez, doña Matilde la aprendió de su suegra, Antonia Mendoza. “Es algo que pasa de generación en generación”, comenta María, quien afirma que haber abierto un local le ayudó a mejorar su negocio.

“Años atrás, hacíamos las empanadas en la casa y luego mi hijo las iba a vender en una charola al centro de la parroquia. Un día me dijo que sería mejor abrir un local y así lo hicimos. Algo que nos ayuda mucho es el corredor turístico de Santa Ana”, cuenta María, y acota: “El sabor es el mismo, son exquisitas”.

Además del negocio de la familia García, hay otros 6 locales donde se pueden encontrar estas empanadas de verde.

En menos de 5 minutos, las empanadas están fritas y listas para el consumo. Se deben poner en una paila con abundante aceite.

Otra de las personas que se dedican a la venta de empanadas es Gioconda García (no es familiar de María). “Un día (hace más de 4 años) tomé la decisión de empezar a elaborar estas empanadas como negocio. Cada vez que las personas paraban en mi casa para preguntar dónde se vendían estas empanadas, me sugerían que entre al negocio y así lo hice”, indica Gioconda, quien afirma vender unas 1.000 empanadas durante la semana. En los feriados las ventas se triplican.

Para Bella García de Bowen comerse una empanada con relleno de pollo todos los domingos es una tradición. “Eso sí, acompañada de una taza de café”, recalca.

“Nosotros vivimos en el centro de Ayacucho y se nos hace fácil venir hasta la casa de María para comprar las empanadas. Hay ocasiones en las que hemos tenido visitas, la llamamos y mandamos a ver empanadas y las servimos a los invitados, a todos les gustan”, dice Bella.

Para el portovejense José Cevallos, no hay viaje hasta Rocafuerte en el que no pase por la casa de la familia García para comprar estos bocadillos.

“Estuvimos disfrutando en familia en Honorato Vásquez, nos divertimos un rato y ahora tenemos que alimentarnos con las mejores empanadas de Manabí. Es imposible que yo pase por aquí y no me coma 2 y compre algunas sin freír para llevar. Para este rato compramos como 18 empanadas, ojalá nos alcance”, dice entre risas Cevallos. Sus preferidas son las de carne, aunque siempre compra de las 3 variedades (también hay de queso y pollo).

“Antes hacía las empanadas con el condumio tradicional, con una masita de verde, pero luego varié un poco y ahora tengo 3 variedades. Todas son muy requeridas por mis clientes”, resalta María, quien vende alrededor de 1.800 durante un fin de semana cualquiera. “Le tengo terror a los feriados, en especial al carnaval, porque la casa se me llena y es un pedido incesante de empanadas”, expresa.

En las fechas festivas, las ventas pueden subir hasta a 4 mil abrebocas entre viernes y domingo.

Varón Idrovo, quien ha dedicado 55 años de su vida al quehacer sindicalista, viaja semanalmente desde Portoviejo para comprar las empanadas de Ayacucho. “Tengo más de 30 años comiendo estas empanadas. Cada vez que me voy de viaje, me las llevo como contrabando (dice entre risas), ya que esta es una de las formas en las que se hace conocer a Manabí internacionalmente”, expresa.

Quienes llegan al lugar, muchas veces piden una empanada por persona, “pero siempre repiten”, acota doña María.

Idrovo asegura: “Cada vez que me llevo empanadas de viaje, las personas me piden más, es impresionante la acogida que tienen en el extranjero. A mí me encantan”.

Un mes atrás, un grupo de médicos cubanos estuvo en el país en compañía de Idrovo y él los llevó a comer este bocadillo. “A ellos les encantó. Todas las personas a las que les hago probar estas empanadas, se enamoran de su sabor”, dice.

Recuerda Idrovo que años atrás, el viaje de Portoviejo a Ayacucho duraba casi 2 horas. “No importaba el tiempo que tenía que recorrer. Probar estas empanadas se merecía este esfuerzo”.

En la actualidad, el trayecto entre Rocafuerte y Ayacucho es de 40 minutos, en carro particular.

Carlos Vélez se dirigía a Guayaquil, a la represa de Poza Honda, y le llamó la atención la cantidad de carros que había en la carretera hacia su destino. Paró y al percatarse que eran empanadas de verde, no se resistió y compró.

“Me encantó la de queso. Cuando regrese desde Poza Honda y me vaya a Guayaquil, compraré unas 20 empanadas crudas. De seguro le gustarán mucho a mis padres”, lanza Vélez, quien viaja en compañía de su esposa e hijos.

“En Guayaquil no se encuentran muchos lugares para comer este tipo de empanadas, allá todas son de masa de harina. La comida manabita es exquisita”, dice Sandra Espinoza, esposa de Vélez.

En la localidad hay un dicho que se repite entre los lugareños y turistas y María lo recalca: “Quien visita Ayacucho y no ha comido sus empanadas, simplemente no ha estado en Ayacucho”.

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