Entre conchas y caracoles se preserva la historia de Manabí
En días de marea baja, Nidia Reyes y Yin Deli Montalbán salen a recorrer los balnearios de la parroquia rural San Lorenzo de Manta. En medio de pláticas y anécdotas, en el trayecto, junto con otras vecinas, recolectan conchas, caracoles y cachos para elaborar artesanías.
Sus obras fueron mostradas al público hace dos semanas en el Museo Etnográfico Cancebí, ubicado en el centro de la ciudad, en la exposición denominada Mar Infinito, organizada por el Centro de Asesoría y Gestión de Proyectos (CAGP) de Manta y el departamento de Emprendimiento del Gobierno local. Los transeúntes se acercaban a ver los detalles de sus obras y ellas despejaban sus dudas ante varias preguntas.
Son habilidades ancestrales. Esa referencia la da Maribel Zambrano, directora del CAGP, empresa privada que tiene 14 años trabajando con la comunidad.
Cuenta que los ancestros de la cultura manteña se dedicaban a explotar el mar sacando la concha spondylus. “Se sumergían hasta 20 metros para sacarla y luego la exportaban. Esta representaba la moneda con la cual comercializaban”.
Eran hábiles; aparte de la concha usaban los cachos (que tiene 100 sonidos diferentes) como medio de comunicación en altamar, utilizaban la concha nácar y conchas más pequeñas. “El manteño era artesano, de ahí hemos ido pasando ese conocimiento ancestral”.
Con esa base se capacitó a 8 mujeres emprendedoras del enclave marino San Lorenzo que hoy promocionan su trabajo que es combinado con productos que da la tierra manabita como yute, cabuya, paja toquilla y paja de mocora.
Pero así como estas damas replican con sus obras los conocimientos ancestrales, los adolescentes también se han involucrado en el arte como lo demuestran estudiantes del décimo año de la Academia Naval Jambelí de Manta (Anajam), que también participaron en el evento Mar Infinito.
Este es un proyecto del CAGP cuyos directivos aprovecharon la estadía de la bióloga brasileña Clarice Panitz para que instruyera a las 8 emprendedoras y a los 23 alumnos de la Anajam.
El estudiante Kevin Mera está muy orgulloso de llevar a la práctica lo que hacían los manteños, de aprovechar lo que el mar les brindaba. “Fue emocionante aprender, mis primeras artesanías fueron un pájaro con concha en una palmera y una isla creada con rosas diseñadas con escamas de pescados y conchas”.
Estos conocimientos, que receptó en un día, lo han inspirado y quiere compartirlos con otras personas.
Nidia, de 60 años de edad, y Yin Deli, de 44, no solo tienen como ruta a San Lorenzo para recolectar el material de sus artesanías; también avanzan a Ligüiqui y a balnearios de la urbe.
La mantense Nidia Reyes muestra un bote hecho con caracol concha, combinado con cabuya. Foto: Rodolfo Párraga / El Telégrafo
Productos son desinfectados
Todo lo que recogen antes de convertirse en figura lo someten a procesos para que al final tenga un buen acabado y seduzca al cliente.
Maribel Zambrano indica que el producto que seleccionan las artesanas debe pasar por limpieza, desinfección, de ahí viene el diseño y luego el producto terminado, que se lleva a vender a lugares clave que el CAGP busca para que las emprendedoras puedan exponerlos.
Para pegar las piezas usan silicón y los trabajos deben ser colocados en fundas ecológicas de papel. “Aparte de ser un proyecto productivo es altamente ambiental”, sostiene Zambrano.
Para limpiar la materia prima usan 5 tipos de desinfectantes, entre ellos cloro para poderle dar el acabado y cuando está terminado se le pone barniz para el brillo.
Las mujeres de San Lorenzo aprendieron el oficio en tres días. “Hemos concretado algunos diseños, entre ellos navideños (joyeros y nacimientos, entre otros) aprovechando estas fechas”, sostiene Nidia.
El precio de sus productos oscila entre $ 1 y $ 25.
Asevera que la brasileña que le enseñó esta labor le recalcó lo afortunada que es al estar rodeada de la riqueza del mar y sobre todo porque en la playa de su parroquia es donde más consiguen la materia prima para el producto.
Yin Deli Montalbán considera que esta es una gran oportunidad de aportar a la economía de su hogar. Ella y Nidia son tejedoras de sombreros finos, medianos y gruesos y han hecho un receso a esta actividad porque, señala, “hay poca demanda”.
Anuncian que con las otras seis emprendedoras pronto abrirán cuentas en redes sociales para que lo elaborado por sus manos sea expuesto al mundo. (I)
Las obras fueron mostradas al público en los exteriores del Museo Etnográfico Cancebí, en la exposición denominada Mar Infinito. Foto: Rodolfo Párraga / El Telégrafo