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El Aromo subsiste de la cosecha de paja toquilla

En el sitio El Aromo, de Manta, se seca la toquilla en los cordeles que se utilizan también para el secado de ropa en esa  zona manabita.
En el sitio El Aromo, de Manta, se seca la toquilla en los cordeles que se utilizan también para el secado de ropa en esa zona manabita.
Rodolfo Párraga / ET
27 de septiembre de 2019 - 00:00 - Patricio Ramos

Una densa niebla cubre las tardes, noches y madrugadas del bosque húmedo Pacoche, en el suroeste de Manta. El singular clima está presente en el lugar hace tres semanas.

En la zona, rica en flora y fauna marino-costera, cinco comunidades tienen a la paja toquilla como su recurso para generar ingresos económicos.

En El Aromo, San Lorenzo, Pile y Santa Rosa, se observan los hilos de toquilla colgados sobre  los cordeles que se utilizan para secar ropa. Estos se asemejan a cabellos largos.

Las mujeres se ocupan en los cuatro poblados del proceso de despicado, cocido y secado de la paja toquilla.

Juana Pico, junto con su hija Fabiola, labora hace 25 años en el proceso que convierte la hoja de palma en los hilos que posteriormente serán entrelazados para la elaboración de productos como los sombreros.

“El bosque es nuestro proveedor, los hombres le ganan al sol, salen desde las 04:30 a cosechar la toquilla entre la espesura del monte”, cuenta Juana, mientras ubica la toquilla cocinada en varios cordeles fuera de su vivienda de construcción mixta.

Para el cocido utilizan ollas de 60 centímetros de diámetro.

Sobre los hornos de leña (herencia de la cultura Manteña) van los utensilios. Vierten agua de pozo que traen desde el bosque y colocan la toquilla despicada.

Desperdicios de madera  se convierten en el combustible que permite que la paja toquilla empiece su proceso de hervido hasta ir ablandando lo que luego será una fibra vegetal que, desde tiempos ancestrales, fue utilizada para elaborar sombreros, así como una decena de artículos de uso personal y doméstico.

Mientras Juana tiende en el cordel los cogollos (grupo de fibras), los cosechadores aparecen en medio de los trillos. Uno de ellos es Bolívar  Reyes, quien llega acompañado de su caballo de pelaje café oscuro.

Sobre el animal los cogollos de toquilla están atados con cuerdas de nylon. Las patas con algunas cicatrices muestran el rigor de los años.

Bolívar ingresa al bosque tres veces por semana. Es parte de su vida y su fuente de ingresos.

Orígenes de la planta
Detrás de las artesanías, especialmente los sombreros, está la planta que crece bajo la sombra de la vegetación de bosque húmedo tropical.

Se la conoce como palma, la cual ha recibido distintos nombres según reseña la historiadora manabita Libertad Regalado, en su libro Hebras que tejieron la historia. En él cuenta que a esta planta la bautizaron como jipijapa, jipi, japa toquilla, rampira, mocorta blanca, lucaina, plamiche, nacuma, iraca, bellota, lucua, rampira, bombonaje, iraca, bellota, lucua, cestillo, murrapo, rabiaorcado, Panamá hat palm.

Pero a finales del siglo XVIII fue inventariada esta planta silvestre por los botánicos del Jardín Real de Madrid-España, con el nombre de Carludovica palmataciclantánea, en honor a Carlos lV y su esposa, la reina María Luisa. Así, la paja toquilla ingresó a los libros de botánica.

La fibra vegetal debe ser sembrada en hileras distanciadas por espacios de tres metros de largo y ancho. A los dos años y medio alcanza su madurez y a los tres años está lista para el corte.

Al cosecharla se selecciona la toquilla más fina y blanca; esas partes son impermeables y ligeras, asegura Regalado.

Cuando se inicia la temporada de garúa, neblina y lluvias los lugareños llevan la paja cocinada hacia Los Sauces y San Mateo para proceder al secado.

“Tenemos poco sol en la zona de influencia del bosque de Pacoche, la paja no se puede secar y simplemente se daña”, asegura Pico. Por ello tienen que contratar camionetas para llevar la paja desde El Aromo hasta otros poblados.

Los comerciantes de la parroquia Picoazá, del cantón Portoviejo, son quienes compran la toquilla. Antes la adquirían lista para empezar el tejido de sombreros, ahora se la llevan despicada y ellos se encargan del proceso de cocido, comentó Carmen Julia Reyes, presidenta del gobierno parroquial de San Lorenzo.

Pese a que la actividad de cosecha de toquilla a veces baja, sigue siendo uno de los ingresos económicos para los habitantes del sector. Además, la actividad pesquera entre los jóvenes complementa la generación de recursos de los habitantes de la zona rural de Manta.

El tejido
Las mujeres de las zonas rurales de Manta y Montecristi,  desde la zona de El Aromo, San Lorenzo y Las Piñas hasta llegar a Pile y Las Pampas, son las que más tejen.

En Pile, ubicada a 45 minutos de Manta, todos tejen con la toquilla. Son mujeres que además de realizar los trabajos domésticos, en sus tiempos libres elaboran los sombreros.

Carmen Julia asegura que el trabajo es de mucha paciencia y, sobre todo, dedicación.

Las jornadas de las tejedoras empiezan desde las 04:00. La mayoría prefiere trabajar muy temprano debido a que la paja toquilla es más suave al momento de  realizar los entrelazados de fibra por fibra.

Elaborar un sombrero fino puede durar entre cuatro meses y un año, dependiendo del grosor del hilo.

Mientras los tejedores siguen con la tarea de entrelazar los hilos, los cosechadores continúan saliendo hasta el bosque en busca de toquilla. (I) 

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