En 2 ocasiones, los médicos no le dieron esperanzas de vida
Álvaro lucha por recuperar la movilidad que perdió en un accidente
A sus 18 años, Álvaro García ya había formado un hogar y tenía un hijo. Su vida la desarrollaba en el barrio Villamarina de Manta. Como soldador recibió una oferta de trabajo en Guayaquil y, pese a que tenía que dejar a su familia, accedió.
Se despidió y tomó su equipaje. Junto a otros amigos abordó en la madrugada del 13 de abril de 2011 la unidad de la cooperativa Coactur disco 59 que tenía como destino Guayaquil. Pero el viaje se vio interrumpido a las 05:50, en el kilómetro 51 de la vía Guayas-Manabí. La unidad en la que iba chocó de manera frontal con otro bus de la misma cooperativa, la disco 82, que viajaba de Guayaquil a Portoviejo.
Ese accidente provocó más de una decena de muertos y 45 heridos. Uno de los sobrevivientes de aquel accidente es el mantense Álvaro García, quien actualmente habita con sus padres Freddy y Daxi en la ciudadela Urbirríos 2.
La cabeza del joven quedó presionada en la ventana, lo que provocó que perdiera parte de la masa encefálica. Él quedó invidente y su proceso de recuperación ha sido lento, como recalca su progenitor.
Al principio, sus padres fueron informados de que Álvaro estaba muerto, pero luego de buscar en varias casas de salud conocieron que estaba en el Hospital Luis Vernaza, de Guayaquil. Les dijeron que el caso era crítico.
En Guayaquil estuvo 2 meses y medio, “de allí lo mandaron a morir a la casa, porque no tenía cura. Vino con traqueotomía y la sonda gástrica. Lo tuvimos 24 horas en la casa, se le taparon los pulmones, le faltó oxígeno y lo llevamos al hospital Rafael Rodríguez Zambrano de Manta y nos dijeron que el caso era casi perdido”, lanza Freddy.
La desesperación y el dolor se apoderaban de la familia García. Pero, contra el pronóstico médico, Álvaro se recuperó, llegó a coger oxígeno. Estuvo hospitalizado casi 3 meses. “Mi hijo estuvo como año y medio sin moverse. Él vive de milagro... todos los golpes los recibió en la cabeza”, indica el padre.
Álvaro, con 22 años en la actualidad, comenzó a demostrar mejoría con terapias, teniendo la ayuda económica de una señora que nunca se identificó. Ella enviaba a sus colaboradores a dejar el dinero. La mujer le regaló además la cama especial donde duerme el joven y otras cosas. Tuvo ese apoyo durante 2 años. “Era su ángel”, dice Freddy.
Tras el accidente, en el tiempo en el que Álvaro estuvo hospitalizado en Guayaquil, recibió ayuda del Ministerio de Salud Pública.
La Cooperativa Coactur les entregó $ 4 mil y el Seguro Obligatorio de Accidentes de Tránsito (SOAT) cubrió gastos por $ 2.500.
Álvaro mueve las manos, come y habla poco. Ha recibido, de parte del Gobierno, una casa en Urbirríos y mensualmente coge el bono Joaquín Gallegos Lara, de $ 240.
En marzo pasado estuvo 15 días recaído, le dieron convulsiones y fue asilado en el hospital de Manta. “Él ya caminaría, sino que no puede ver”, explica Freddy quien, junto a su esposa, le hace las terapias.
Álvaro toma diversas pastillas y debido a sus complicaciones debe utilizar pañales.“Los doctores dicen que se puede recuperar en un 80%, pero debe seguir un tratamiento por el resto de su vida”, comenta su progenitor.
Su abuela, Aurora Cedeño, dice con dolor que siempre llora por su nieto, ya que él le “ayudaba siempre y no merecía eso”. En caso de tener alguna ayuda para Álvaro, se puede contactar al 098 615 5816.