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Yolanda Jijón es la guía espiritual de 105 infantes

Yolanda Jijón es la guía espiritual de 105 infantes
05 de enero de 2014 - 00:00

Su  sonrisa es cálida y su aspecto amigable. No sorprende que frecuentemente abra los  brazos para ofrecer afecto sincero a la gente como es su costumbre.

Tras hablar con la ambateña Yolanda Jijón,  nadie se va sin esperanza. Ella recibe a diario a niños y niñas que se acercan a la fundación Jesús me ama, ubicada en las céntricas calles Mera y Bolívar.

Allí, en un comedor comunitario y cuartos diversos, reciben alimento físico y espiritual, además de instrucción y guía académica. Jijón es la segunda madre para 105 chicos, cuyos padres se ganan la vida como vendedores de frutas, limpieza de bienes o en la construcción.

Madre de 2 hijas y practicante  de la fe evangélica, esta caritativa ‘hermana’, como la llaman sus 16 compañeros de trabajo, tiene a su cargo la dirección de esta fundación desde 1997.
Quien habla con ella por primera vez se da cuenta de la profunda fe que Yolanda profesa a Dios. En cada conversación desliza ese mensaje.

“Con esta labor, simplemente trato de poner en práctica lo que nuestro salvador Jesucristo hizo con los más pobres cuando estuvo en la Tierra: ayudar, consolar, educar y por sobre todo amar”, repite continuamente Jijón para dejar en claro que ella es solo un instrumento y que la gloria es para Dios.

No por casualidad en su despacho hay un cuadro en el que Jesús abraza con ternura a un niño. Lo que más admiran los compañeros de Jijón es su gran espíritu de servicio. No importa si ella es la Directora, igual cocina, sirve los platos y hasta lava la vajilla después de los almuerzos.

Ella se ha convertido en amiga, compañera y colega de los profesores, psicólogos y orientadores familiares que allí laboran, en favor de los niños, niñas y padres de familia de hogares, en muchos casos, disfuncionales.

“La formación espiritual que todos reciben de ella es también vital.  Ha creado fuentes de empleo y un ambiente familiar muy sólido”, argumenta  Rosa Altamirano, chef de la fundación.

Ella cree que heredó de su madre la voluntad de ayudar a los demás y el espíritu altruista de velar por las necesidades de los vecinos y allegados. “Mi madre  se preocupó siempre por que las personas que vivían a su alrededor, tuvieran lo necesario para vivir bien”, apunta Jijón con una firmeza que no deja dudas.

Como última hija de 8 hermanos lleva el recuerdo amoroso de su progenitora enseñando valores esenciales para la vida: responsabilidad, motivación, unidad, cooperación y sobre todo fraternidad.

Un ejemplo claro de esto, es la enseñanza diaria que esta mujer imparte a su grupo infantil. Antes de servirse los alimentos los pequeños reciben una clase bíblica que los ayuda a concienciarse sobre la importancia de la formación espiritual en la sociedad actual. La frase “hay que alimentar al niño tanto espiritual como corporalmente” es parte de la formación de todos.

Javier Sánchez, amigo de Yolanda por más de 15 años, considera que la cualidad más significativa de ella es la perseverancia. “Hasta ahora, todo lo que se propuso lo ha conseguido. Mantiene en pie al comedor y a la fundación de ayuda que ella dirige. Me parece bastante positivo que comparta este valor con los niños”.

Uno de los logros que más le llenan de alegría a Jijón es la escuela para padres, en la cual se ofrecen pilares fundamentales para la formación de una familia como el amor, respeto, confraternidad, cariño, responsabilidad y más.

En 2007, 66 jefes de familia iletrados se graduaron de la instrucción primaria, gracias a un convenio que esta fundación firmó con la Dirección Provincial de Educación.
En cuanto a su vida privada, pasear con su familia, hacer caminatas para meditar, leer la Biblia y escuchar música cristiana son las actividades preferidas por Yolanda. Esto lo hace durante sus horas libres que no son muchas.

A la par, el llanto de los niños,  la mendicidad infantil que se proyecta  a las calles y los hogares disfuncionales son problemas que afectan profundamente a Jijón.
Según ella, el amor se ha enfriado en el mundo con el paso del tiempo y dejó huellas sangrantes en los hijos de familias en riesgo.

El hábito de la oración  es su fuente de fortaleza  para enfrentar las desigualdades sociales. Un recuerdo triste  es el fallecimiento de su padre. De él, heredó el espíritu emprendedor y la fuerza para salir adelante pese a las dificultades.
La fundación  recibe a menores de todos los credos y creencias que se encuentran en riesgo de exclusión social por causa de la pobreza.

De  ahí, que la práctica de la tolerancia es otro de los valores que se enseñan allí. La mayoría de los niños escolares empieza a arribar a la fundación a partir de las 12:30.
La puerta de acceso es de vidrio y se destaca en medio de 2 ventanas en las cuales se exhiben las manualidades que allí realizan las madres de familia en máquinas de coser que fueron adquiridas para enseñar sobre este oficio.

Jijón los recibe y les pide que se laven las manos para pasar al comedor. El almuerzo es sustancioso: sopa, plato fuerte y jugo. Yolanda disfruta mucho ese momento y no deja de admirarse  de la inocencia, sinceridad y gran imaginación de los chicos.
Cuando se le pregunta ¿hasta cuándo continuará con esta tarea?   Responde sin abandonar su sonrisa: “Hasta que Dios  me de la vida”.

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