EL NACIMIENTO SE DIO a finales del siglo XIX
Un fallido obraje fue el inicio del barrio Tilipulo
El barrio Tilipulo se encuentra 7 kilómetros al norte de la cabecera cantonal Latacunga.
Es probablemente el más pequeño de la parroquia Eloy Alfaro, pero su importancia no radica en su tamaño, sino más bien en su historia que se entrelaza con la independencia de ‘la Ciudad de León’, como se conoce a la capital de la provincia de Cotopaxi.
Su nombre proviene de la célebre hacienda de Tilipulo. Allí se reunieron los patriotas latacungueños para firmar el Acta de Independencia de la ciudad, el 11 de noviembre de 1820.
La leyenda cuenta que esta propiedad era el ‘escondite’ de los seguidores incondicionales de Manuelita Sáenz y del libertador Simón Bolívar.
La historia de la hacienda se remonta a 1680, cuando fue edificada por Marco Guerra como un monasterio.
Posteriormente, en 1715, en manos del marqués de Miraflores, Antonio Flores y Vergara, se convirtió en una fábrica de obrajes en la que cientos de nativos indígenas hicieron de ella una de las más productivas del Ecuador, pues hilaban lana de llama para confeccionar ponchos, fajas y bayeta.
Más tarde pasó a la administración de don Manuel Larrea y Jijón, marqués de San José, quien acrecentó la extensión del predio.
Además, restauró los obrajes y otras construcciones que fueron afectadas por un incendio. También desde aquí inició la exportación de textiles.
A finales del siglo XIX, esta labor decayó, como casi todos los de la Sierra ecuatoriana, debido a que el mercado fue ocupado por textiles importados.
Fue en esa época cuando los indígenas dejaron de colaborar con la fábrica y se asentaron 800 metros al norte de la hacienda. De esa forma fundaron primero un pequeño asentamiento que después se convirtió en la barriada.
En un principio se dedicaban a la agricultura y a la crianza de animales. En la actualidad también tienen fábricas para la manufactura de bloques para la construcción. “Cuando yo era pequeña había unas pocas casas. No teníamos asfaltado ni medios de transporte”, recuerda María Eulalia Arequipa, de 62 años.
Mientras hila una fina capa de algodón, un oficio heredado por sus antepasados que trabajaban en la fábrica de obrajes, Delia Musso relata que adquirió esta habilidad desde los cinco años. La mujer reconoce que ahora esta actividad no es rentable puesto que no gana más de tres dólares diarios.
Sin embargo, confiesa que no lo dejaría porque le permite estrechar la amistad con sus vecinos, parientes y conocidos. De hecho, a diario las mujeres hiladoras de Tilipulo se reúnen de 14:00 a 18:00.
Se sientan en círculo, en el patio de la casa, que esté disponible e intercambian experiencias, chismes y todo lo que hace de la tertulia un manjar social vespertino.
Hasta hace seis meses, el barrio era una jurisdicción donde contaban con sus propias reglas, pero la nueva directiva no realizó los trámites legales necesarios. No obstante, en esta barriada siguen normando las disposiciones comunitarias. Cuando algún servicio básico falla, una familia entra en desgracia o las fiestas se aproximan, todos los tilipulenses se organizan en mingas populares. “Si el beneficio es para todos, entonces todos debemos colaborar”, es la simple reflexión de Manuel Pilataxi, expresidente del sector.
A la par, la venta de terrenos y el arriendo de casas están prohibidos para aquellos que no sean de la zona, a menos que consigan el beneplácito de los moradores.
Así es Tilipulo, que en lo alto de la ciudad entre tejados, calles de segundo orden donde el viento eleva la arena seca hasta las altas copas de los eucaliptos que crecen erguidos y frondosos, prima la unión y el trabajo, así como el carácter bravo y luchador de sus 1.000 habitantes.
DATOS
Un antiguo reloj de sol está cerca de un árbol de eucalipto con más de 150 años de vida. Seis patios, 14 habitaciones, una laguna artificial y una iglesia son parte de la hacienda obraje San Juan Bautista de Tilipulo. Una construcción del siglo XVIII, apacible y hermosa que incluso albergó por días a Alejandro Von Humboldt.
En esta barriada funciona la escuela unidocente Raimundo Torres, en la que estudian 50 niños. La iglesia se construyó con aporte del Japón.
En 2008 se formó la Asociación de Artesanas Hilanderas de Tilipulo, una organización que necesita apoyo.