Napoleón Mejía es uno de los pioneros en cultivos orgánicos en Tungurahua
Santa Catalina, una granja para aprender sobre agroecología
No es sencillo divisar la granja agroecológica situada al norte de Ambato, menos desde la carretera asfaltada que conecta la capital tungurahuense con Salcedo y Latacunga. Pero la propiedad está allí. Solo basta desacelerar el vehículo y poner más atención. En un recodo de un corto camino empedrado se levanta la granja agroecológica Santa Catalina, junto a la Escuela de Formación de Soldados Vencedores del Cenepa (Esforce) en el sector El Pisque en la parroquia Izamba.
Lo primero que impacta una vez que se avanza por el empedrado es la casa principal de ladrillo visto, las áreas de césped recién cortado, las zonas de sembrados y el lago artificial donde flotan decenas de gansos que graznan a los extraños.
Miguel Salazar es uno de los propietarios y el primero en dar la bienvenida. “Es un proyecto de 2 hectáreas y media que fue iniciado por don Napoleón Mejía, mi suegro, hace más de 40 años. Él fue uno de los primeros ambateños en aplicar las siembras orgánicas sin químicos y con un reciclaje riguroso para elaborar los abonos”.
Entre los cultivos se destacan las frutillas, los taxos, los tomates de árbol, los tomates de mesa (invernadero), las lechugas, los brócolis, las coles, los puerros, los espárragos, los cebollines, los pimientos, los babacos y otros 28 tipos de hortalizas que son la razón de ser de este emprendimiento familiar.
Criaderos de animales menores
Una senda de hierba cortada a ras de suelo permite acceder fácilmente a los cultivos y a las estructuras donde se encuentran las cuyeras y conejeras, al área de los gansos, las colmenas, los laboratorios para deshidratación y el frigorífico donde se conservan los cortes especiales de carne de vacuno.
¿Sabe usted si los productos que va cocinar y servir a su familia en la mesa fueron obtenidos sin el uso de químicos y si el agua que utilizaron para regarlos era segura? Quizá no todos puedan responder afirmativamente a estas preguntas, pero en esta granja sí lo saben.
“Nuestra producción se saca a la venta a diario, pero con énfasis los sábados. Los compradores pueden comprobar por sí mismos qué se van a llevar a la boca y además aprender acerca de los beneficios de la agricultura orgánica para la salud humana en tiempos en los que aumenta el cáncer”, añadió Salazar.
Un rincón de la propiedad sirve como bodega de productos y estos se presentan allí lavados, brillantes y empacados como un valor agregado para atraer a la gente.
A los dueños no les disgusta que les compren en grandes cantidades. Les gusta enseñar a comer sano aunque solo se lleven una porción de tomates de $ 0,50 o una lechuga de $ 0,30 o menos.
“En 1992 mi padre se dio cuenta de que las abejas morían por causa de la contaminación y decidió cambiar su programa de producción agrícola abandonando para siempre la contaminación por agroquímicos. En ese tiempo el suelo se recuperó y hoy esta granja se ha vuelto una escuela de concienciación y salud”, resaltó Catalina Mejía.
Técnicos del Gobierno Provincial de Tungurahua los visitaron hace 8 años como un referente para extender el sistema de producción orgánico. En la actualidad esta granja es parte de un circuito saludable que difunde la Prefectura.
“Las abejas son básicas para la polinización, pero falta mucho trabajo en concienciación ambiental y en eso estamos. Recomendamos a la gente que prevenga las enfermedades cuidando lo que se llevan a la boca”, dijo Mejía. (I)
Miguel Salazar muestra el frigorífico en donde se guardan cortes de carne de ganado alimentado orgánicamente en una hacienda de 120 ha en Pichincha. Foto: Roberto Chávez / EL TELÉGRAFO