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Romeo Rodríguez vivió para la docencia

Romeo Rodríguez vivió para la docencia
25 de noviembre de 2013 - 00:00

La docencia y la investigación caracterizaron  la vida de Romeo Raúl Rodríguez Cárdenas. Desde su infancia se destacó  en las escuelas Ecuador y Flavio León Nájera en su nativa Calpi, donde nació el 6 de noviembre de 1965.

La marginalidad y la vida agrícola  en esa parroquia, situada a 15 minutos de Riobamba, lo formaron como una persona sencilla y de brazos abiertos. Y así continuó en    el Colegio Santo Tomás Apóstol en donde obtuvo una beca de especialización en Cuba. Después retornó como profesor  a la Facultad de Ciencias de  la Escuela Superior Politécnica del Chimborazo (Espoch).

Allí se involucró definitivamente con la administración docente, al convertirse en vicedecano y después como   decano, por dos períodos, de la Facultad de Informática y Electrónica. “De ese modo se ganó el aprecio y el reconocimiento institucional. Era un profesional muy respetado y querido por los estudiantes”, refiere el decano Silvio Álvarez.

Sus alumnos lo recuerdan como una persona exigente, pero a la vez dispuesta a ofrecer la mano para guiar. Como Rector de la Espoch, dignidad que asumió en febrero de 2011, empezó a viajó al extranjero con frecuencia. Ese año firmó un convenio con la Universidad Tolouse (Francia) para el desarrollo de posgrados e investigaciones.

“Tenía muchos proyectos para su alma mater y siempre se destacó por ser muy pensante en sus decisiones. Trabajaba muy fuerte para obtener la acreditación. Desde niño  fue humilde y carismático”, señala Ximena Maldonado, su amiga   por 35 años.

Rodríguez también consiguió enlaces con ministerios del Gobierno, para armar una estrategia de trabajo; incluso participó en el proceso para definir la política de educación superior, ciencia y tecnología a escala nacional.

Sus compañeros docentes recuerdan que un día antes del accidente de tránsito, ocurrido  en Tuntatacto la madrugada del viernes pasado, dejó todos los compromisos para reunirse con ellos.

“Estábamos sentados cuando él se levantó de la silla y fue despidiéndose con un fuerte apretón de manos con cada uno de nosotros. Nunca antes lo había hecho de ese modo, lo cual nos pareció extraño, no podíamos saber que era para decir adiós”, dice Fernando Veloz, decano de la Facultad de Mecánica.

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