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Respetar a la naturaleza es quererse a uno mismo
Con el mismo amor y respeto con que limpiamos, alimentamos, vestimos y cuidamos nuestros cuerpos, debemos proteger a la naturaleza.
Este ideal, cuya concepción y difusión mundial inició en los años sesenta, en la actualidad parece que se ha convertido en una utopía.
Los múltiples esfuerzos de gobiernos, autoridades y padres por enseñar a los jóvenes a reciclar, reforestar y mantener limpias nuestras ciudades resultan vanos si no existe un programa de concienciación y el respectivo ejemplo.
Se ha comprobado que un niño aprende un concepto más rápido y eficazmente cuando, a parte de recibir teoría, observa a su maestro aplicar y practicar dicha doctrina.
De igual forma cuando un adolescente entiende que reciclar permite el aprovechamiento al máximo de una materia que ha sido extraída de la naturaleza, permitiendo a esta descansar, en cierta forma, de una explotación desmedida, procurará reciclar a diario.
Despertar conciencia va de la mano con la acción de dar ejemplo. Cuando ambas cosas se fusionan en un plan de adoctrinamiento, enseñar es una tarea fácil.
Es contradictorio que la mayoría de leyes para normar el cuidado de la naturaleza provengan de las naciones más contaminantes del planeta.
Los ‘padrinos’ y principales actores de los programas de reciclaje y reforestación deberían ser las autoridades de cada ciudad donde se desarrollan.
Es lo que ocurre en varios países nórdicos, como Suecia y Dinamarca, donde cada alcalde y miembro de los consejos municipales es responsable de una población forestal superior a 20 especies.
Este programa de conservación ambiental contempla la concienciación de los ciudadanos, especialmente de los más jóvenes, a través del ejemplo de autoridades.
Esto debería replicarse en todas las naciones.