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Ecuador, 05 de Febrero de 2025
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El Telégrafo

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100 personas perdieron la vida por exigir sus derechos

Réquiem por la masacre de Leito, en 1923, porque trascendió en el tiempo

Foto: Cortesía Pedro Reino / El Telégrafo
Foto: Cortesía Pedro Reino / El Telégrafo
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Al expresidente de Ecuador, José Luis Tamayo, no le gustaban las protestas sociales. Le agradaban más los gritos de paz que salían de la boca de los muertos.

Así, obedeciéndole todavía, pasan ‘Las cruces sobre el agua’ en Guayaquil y seguirán pasando conmemorativamente, desde 1922, como un magno evento de su administración.

Otro ‘acierto’ suyo fue la masacre de Leito, perpetuada por el Ejército que tuvo a sus órdenes. Más de 100 muertos dejaron los reclamos entre los laberintos de los Llanganates para que los desoyera el tiempo.

A Tamayo tampoco le gustaban las cárceles ni los cementerios. Más bien los cadáveres flotando sobre el agua o pudriéndose en los barrancos. Allá les llegaba más rápido el olvido. Hay dos informes de esa fecha nefasta que el Gobernador de Tungurahua remitió a Quito. Trataba de ser eficiente con  los facultativos para pagar sus honorarios por la masacre.

“10 de octubre de 1923. Señor Ministro de Instrucción Pública.- Quito. Sección de Justicia.

A fin de que se sirva recabar del Señor Ministro de Hacienda la respectiva orden de pago, acompaño  al presente oficio un vale en triple ejemplar por la suma de 255 sucres que en concepto de honorario, corresponde a los facultativos en medicina, Virgilio Paredes Borja y Eduardo Paredes Cevallos, por la práctica de las autopsias de los cadáveres.

Así como por la práctica de los reconocimientos de las heridas graves ocasionadas. Diligencias ordenadas por el señor Intendente General de Policía de esta provincia en el respectivo juicio iniciado por dicha autoridad, por el Levantamiento suscitado en Leito. Acompaño también copia certificada de los respectivos informes periciales.- Dios y Libertad.- El Gobernador Accidental, Francisco N. Cobo”.

Al respecto, Omar Ganchala, en  Historia Social del Ecuador del siglo XX, escribió: “La hacienda Leito había pertenecido a los jesuitas hasta su expulsión en 1767. Después fue comprada por Baltazar Carriedo (Mazorra) que falleció en el terremoto de 1797. Entonces pasó a manos de Gabriel Álvarez.

Una de sus descendientes y propietarias la vendió a Ricardo Fernández Salvador y a Manuel Navarro, que después de un tiempo  la vendieron a Restrepo”.

Patate y Sucre eran las parroquias con mayor cantidad de propiedades y con hegemonía absoluta de las haciendas, según el historiador Luis Fernández Salvador.

Además, afirmó que en  Leito vivían de 80 a 100 arrendatarios que pagaban alquiler en dinero y que debían trabajar un cierto número de días al mes para la hacienda.

Cuando en 1886, el volcán Tungurahua entró en erupción, varias familias de Quero y de algunas poblaciones cercanas fueron reubicadas en la hacienda Leito, llegando a contar cerca de 500 arrendatarios.

En marzo de 1923, algunos de ellos reclamaron su derecho sobre estas tierras. Y eso detonó el incidente. En respuesta, los soldados quemaron 8 casas.

Esta medida represiva solo evidenció que los campesinos estaban tomando posesión de hecho sobre las tierras y que su economía crecía dentro de las haciendas.

La masacre de 1923

El 13 de septiembre de 1923, una tropa de 70 soldados, al mando del jefe político de Pelileo, Carlos Loza, acudió a Leito para reprimir la sublevación y se produjo una masacre indígena.

Se adelantó Loza en esas circunstancias, con algunos empleados de la hacienda; y suponiendo intenciones criminales a los allí reunidos, les increpó en forma grosera.

Uno de los campesinos que estaba a la cabeza del grupo, un tal Leonidas Muñoz,  mostró a Loza la citación que se les había hecho y que estaba lejos de significar revuelta alguna…”.

Se ha citado como historiador a Luis Fernández Salvador ¿Quién es según la genealogía de Mauricio Alvarado Dávila? Luis Antonio Fernández Salvador (1862-1926), casado con Matilde Álvarez, es hijo de Luis Fernández Salvador Gangotena. El citado historiador resulta ser tío del comprador de la hacienda Ricardo Fernández Salvador, casado con Luz María Zaldumbide.

¿Fue un narrador testigo? Los lectores pueden acceder a mayor información averiguando sobre la hacienda San Nicolás, en Sangolquí, residencia de una familia de poder y aristocracia.

¿Qué opinamos sobre aquello de que “los campesinos estaban tomando posesión de hecho sobre las tierras y que la economía campesina estaba creciendo en el interior de las haciendas”?  

Si revisamos a otros historiadores nos dicen todo lo contrario. Esto da la medida de que en todos los tiempos, y hoy más que nunca, el texto de la historia tiene que ser contestatario.

Restrepo y Leito han dado y darán mucho que escribir, pero no se debe olvidar a quienes desde la trinchera provincial colaboraron para que se diera la masacre.

Esas autoridades que han estado siempre del lado de los poderosos, sin sensibilizarse con la gente a la que representan como funcionarios de turno, que han sido y lo son.

¿Quién puede portarse indiferente si hay muertos de por medio? No son ni uno ni dos. La historia da una cifra: 100. Esta historia también nos duele por cuanto el Presidente tuvo herencia tungurahuense: Fue el segundo hijo del coronel Manuel Tamayo, oriundo de Píllaro, y de la guayaquileña Delfina Terán Martínez.

¿Cuántos días de luto decretaron por la masacre? ¿Hay alguna placa recordatoria en Patate?

100 NOMBRES QUE SE QUEDARON EN EL OLVIDO TOTAL

Los nombres que ahora recojo los reivindico para que no se amontone sobre ellos el olvido, pues fueron parte de la masacre de Leito.

Esto evitará, tal vez, que se arrojen más cruces en los ríos y lagunas como una forma de recordar a quienes perecieron por defender sus derechos de seres humanos y no pudieron ser enterrados  como se lo merecían, como recoge Joaquín Gallegos Lara en su novela ‘Las cruces sobre el agua’.

Aquí una parte del largo listado: Carlos Lozán F.; Belisario, Petrona y Leonidas Muñoz.

También Camilo Lezcano, Sofía Ortiz, Ángel Barrionuevo, Eusebio Collaguazo, Olimpia Muñoz, Esteban Andaluz, Rosario Jácome, Fabiana Barrionuevo, Juan Villacís, Vicente Lizano, Augusto Córdova y José Leandro Barrionuevo.

  

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