Raúl Robalino lleva 65 años “dando forma”a la fe
Es el artesano que le “da forma” a la fe Católica. Esa es la responsabilidad que por mérito propio se ha ganado Alejandro Raúl Robalino Hidalgo en el corazón y la mente de sus clientes, familiares y amigos en Riobamba.
En sus manos callosas se acumulan 65 años de labores, sin horarios, para la restauración y manufactura de imágenes que en la actualidad adornan iglesias de diversos países.
El “maestro Robalino”, como cariñosamente lo llaman, está rodeado de santos, vírgenes y Cristos de todos los tamaños. La mayoría de efigies miran hacia el centro de su taller de cuatro m2, como si vigilaran celosamente el trabajo de su propietario.
La gente que camina por la vereda derecha de las calles Olmedo y Tarqui, se detiene a mirar sus obras tras la puerta de vidrio de su local.
Junto a una de las paredes de su “consultorio”, como prefiere referirse Robalino a su taller, se acumulan acuarelas, pinceles, pinturas, masillas, lijas, formones, martillos, gubias y otras herramientas rústicas que para él son como el bisturí en manos de un médico.
Aprendió el oficio de su padre, José, hace 70 años, cuando había cumplido 10, pero fue su progenitor quien le ayudó a afinar esta habilidad.
A los 15 años restauró un Niño Jesús de 30 centímetros de alto, que reposaba en uno de los atrios del templo San Vicente de Paúl.
Desde entonces sus manos han esculpido decenas de imágenes y reparado otras cientos, que él mismo no acierta a contabilizar.
No hay secretos en este arte, pero sí talento. Para construir una imagen primero debe tener la idea clara en la mente. Luego darle forma en el material que le solicite el interesado.
Sonia Cevallos, es una cliente que trajo un Cristo Crucificado de un metro de altura, desde el cantón Baños de Agua Santa, en Tungurahua. Se le cayó durante una procesión, pero confía en que Robalino pueda arreglarla.
“Es muy diestro y cumplido en lo que hace. Por eso nos sentimos seguros de su trabajo. Son años que realiza esta labor y venimos de lejos para que nos ayude a conservar este recuerdo familiar”, dice la mujer.
Una de las obras que más satisfacción le ha dado es el Señor de la Resurrección, cuyo deterioro empezó desde adentro y tuvo que sustituir algunas piezas para luego acoplarlas con precisión para que la imagen no perdiera su originalidad.
La talla fue devuelta hace pocas semanas a la parroquia Licto, cuyos feligreses son muy exigentes al momento de hablar y de de sus imágenes sacras. Esta medía 1,50 metros y luego de tres meses de trabajo continuo, la dejó impecable.
El reconocimiento por su trabajo recorre el país. Sus obras han llegado a Quito, Guayaquil, Tulcán, Ambato y otras ciudades. Sandro Gaibor es otro de sus clientes. Solo que él no llegó donde Robalino para que reparara una escultura. Le solicitó que con sus pinceles, colores y habilidad, dejara presentable su rostro de 25 años que fue maltratado durante un asalto.
El maestro obró y consiguió su propósito, pero no pudo hacer nada para mitigar el dolor. “Es muy diestro, es la segunda vez que vengo para que me retoque la cara. Todos lo conocen y por eso vine ya que las referencias son muy buenas” indicó Sandro.
Un trabajo de restauración depende del daño de la imagen y de los desgastes que presente. Además del tamaño y el material que se emplee. Este artista riobambeño dice ser devoto de todos los santos, pues cada uno le ha dejado grandes y gratas experiencias.
En su taller hay arcángeles como el pacífico Miguel. También la Virgen María, San José el carpintero, San Pedro patrono de Riobamba, San Gonzalo de la venganza y otros.
A sus 80 años, Robalino se muestra dispuesto a continuar su servicio activo y profesional para todos.