Paúl Taco no abandona la maratón de la vida
Los médicos lo desahuciaron cuando apenas había cumplido tres meses de edad. Pero Paúl Taco Toaquiza se aferró a la vida y ese temple lo acompañaría el resto de sus días.
El destino le reservaba experiencias extraordinarias: medallas, aplausos y el carisma intachable de quien fue destinado para ser modelo de nuevas generaciones en Cotopaxi y la región Sierra centro.
Hoy, a sus 23 años, Paúl es un reconocido deportista de la élite especial y medallista olímpico.
“La bronquitis lo afectó de recién nacido”, dice su padre Galo Taco con un matiz de pesar al remover recuerdos dolorosos.
Los recursos escasos de esta familia, oriunda de la parroquia rural Belisario Quevedo, en el sur del cantón Latacunga, fueron el escollo para tratarlo adecuadamente.
Las secuelas que le dejó la enfermedad se asocian con la parálisis parcial del costado izquierdo de su cuerpo y la dificultad para hablar.
Pero a pesar de que las palabras que pronuncia son pausadas, no dejan de ser lógicas e inteligentes, pues no padece ninguna limitación de tipo intelectual.
Se dirige a los interlocutores con una profunda amabilidad y respeto, eso juega a su favor. Cae bien: “tiene sangre liviana”, dicen de él.
Le gusta conversar, disfrutar de los vallenatos tanto como de su plato preferido: el sancocho. Es sencillo y la bondad le brota natural.
Estas cualidades lo volvieron un guerrero en la pista. “Vengo de una familia de deportistas”, pronuncia con un orgullo esculpido con horas extenuantes de entrenamiento. Camina de la mano de su padre, a quien tímidamente le pidió que lo entrenara cuando tenía 11 años.
La solicitud de Paúl no fue fácil de asimilar para su progenitor. Sabía que su hijo caminaba con mucha dificultad a los 4 años. Pero como la esperanza es el sueño de los que están despiertos, amorosamente decidió enseñarle a trotar al más pequeño de sus tres hijos.
No fue sencillo. El trabajo y las ocupaciones diarias le restaron tiempo para Paúl. Por eso, muchas veces entrenó solo. A los 12 años decidió buscar un entrenamiento profesional. Su primer tutor Flavio Palomo, que confió en él, le enseñó que se puede ir lento, pero seguro, y lograr triunfos a través de la constancia y la dedicación.
De ahí que convirtió las prácticas en pan de cada día. A los 15 años ganó su primera competencia de 12 kilómetros organizada por la Universidad Técnica de Cotopaxi.
Fue el inicio de los triunfos que vendrían. Incluso, ahora no acierta a decir con exactitud cuántas medallas ganó. “Son muchas”, bromea mientras hace cálculos mentales y desiste a los pocos segundos. La más significativa, sin duda, es la que obtuvo en las Olimpiadas Especiales de Grecia 2011.
Compitió en la media maratón de 10 y 20 kilómetros y se alzó con la dorada y una de plata.
Todo esto después de entrenamientos exigentes que los realizó con aquella sonrisa suya, en la que también hay rastros de rabia que desata la adrenalina que precisa para este deporte que, según él, “ es la ráfaga de luz que ilumina su existencia”.
Recuerda claramente cuando llegó de las olimpiadas, también los reconocimientos y adulaciones que no quebrantaron su sencillez. “Me siento comprometido a seguir dando todo de mí”, dice continuamente.
De hecho, entrena diario de 14: 45 a 17:30 y alterna con su trabajo en la coordinación de deportes del Departamento de Desarrollo Social del GAD Municipal.
Cuando su jefe, Carlos Zambrano, menciona su nombre, enseguida lo relaciona con el adjetivo “trabajador”. Juntos impulsan la práctica deportiva en Latacunga. Sus colores preferidos son el amarillo, azul y rojo. Le recuerdan, según dice, la bandera patria que vio flamear cuando recibió su primera medalla olímpica. Ahora busca las maratones de San Silvestre (Brasil) y las Olimpiadas Especiales Londres 2015.