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Once voluntarios armaron su propia misión para ayudar a damnificados en Manabí

El canton Chone, en la provincia de Manabí, fue también afectado por el remezón del sábado 16 de abril del 2016 de 7,8 grados en la escala de Richter.
El canton Chone, en la provincia de Manabí, fue también afectado por el remezón del sábado 16 de abril del 2016 de 7,8 grados en la escala de Richter.
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“El 27 de abril, casi 2 semanas después del terremoto de 7,8 grados en la escala de Richter que afectó a la Costa, me uní a un grupo de voluntarios que reunía donaciones para los damnificados.

Esta organización se denomina Misión Guaytambo Solidario y está formada por 30 personas. Gustavo Ibarra y Sabrina Carrasco empezaron esta actividad solidaria.

Los conocí por Facebook. Supe que recogerían donaciones en el parque Dos Culturas, situado en la ciudadela España, en la zona alta de Ambato y se sumó al grupo.

Trabajaron puerta a puerta solicitando donaciones. No todos les apoyaban. Aun así recopilaron víveres, agua potable, cobijas, colchones, una cocina y ropa que bastó para llenar un camión.

Armaron los kits en la casa de Miguel S., uno de los voluntarios, en el sector de La Cantera. Y así quedó todo listo. Partimos para Pedernales la madrugada del 28 de abril de 2016.

Se movilizaron 11 personas. Fue un viaje largo y agotador. Salimos de Ambato a las 04:00 y llegamos a las 22:30.

En el camino nos topamos  con vías cuarteadas que habían sido rellenadas con tierra para permitir el paso de los convoyes con ayuda.

Cruzaron por Pedro Carbo y se  detuvieron para almorzar en Flavio Alfaro. Algunas casas del sector estaban cuarteadas, nada grave.

Continuaron por Jipijapa y fue  allí donde empezaron a mirar la dimensión de la tragedia. Había casas derrumbadas. Personas que dormían o esperaban en las calles.  

Llegaron a Canoa al anochecer. No había electricidad. Una casa enorme y bonita estaba cuarteada e inservible. Había un hedor que no pudieron identificar.  No era tan molesto, pero sí impactante.

Había carpas levantadas que albergaban a damnificados. Dormían con velas encendidas. La gente miró el camión y se aproximó.

Era cerca de un centenar. Pedían comida y agua. La presencia de niños impactó a los voluntarios.

Había miedo en sus rostros y también un no sé qué de esperanza. Abrimos el camión y empezamos a repartir. La gente fue educada y se encolumnó. Nos quedamos con la mitad de la carga y así reanudamos el rumbo a Pedernales.

Alrededor de las 22:00 arribamos a la meta. Teníamos un contacto previo: eran familiares de una de las asistentes. Caminamos por la ciudad en tinieblas, tenía el aspecto de “un cementerio tenebroso”.

No había vida entre las ruinas. Sentí compasión e impotencia por ellos. Seguimos andando y nos topamos con perros y gatos que no sabían dónde refugiarse.

A las 23:20 llegamos a la casa de sus contactos. La pared de adelante se había desplomado y adentro había rajaduras. Nos brindaron café negro y compartieron pan.

Nos fuimos a la cama a la media noche en el patio en donde habían adecuado una suerte de campamento.

Todos descansaban a la intemperie bajo carpas y zinc. Hubo 2 réplicas a las 02:00. Pero el sueño fue más fuerte. A las 06:30 del día siguiente empezaron a repartir kits.

Veían la necesidad y desesperación de la gente. Al señor que nos guió (Ricardo Mera) le apodaban ‘Chapa’. Y entre ellos se llamaban cabronazos.  

Hicimos en total 8 viajes a diversos sitios. Preferimos las afueras donde la ayuda no había llegado todavía.

Todo concluyó al medio día del 29 de abril y dijimos adiós a sus guías. Fue un momento grato.

Cumplimos con la misión. Desandamos el camino y estuvimos en Ambato a las 21:00. Volvimos en bus de pasajeros. De los 11 regresamos 5. El resto se quedó en Guayaquil. Fue la mejor experiencia de mi vida a mis 17 años”. (I)

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