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Ecuador, 20 de Enero de 2025
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El Telégrafo
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Minadores construyen su vida sobre los desechos

Un total de 50 personas, entre jóvenes y adultos (la mayoría mujeres), labora recolectando materiales en el botadero de basura ubicado en el sector Inchapo, en el kilómetro 7 entre la vía Pujilí – Latacunga (ingreso al barrio Chugchilán).

Popularmente se los conoce como “pepenadores”, pero pocos saben la realidad que viven al exponerse a desechos sólidos de todo tipo.

El olor es casi insoportable para el visitante. Sin embargo, muchos de quienes allí laboran, se han acostumbrado y trabajan diariamente sin protección nasal o de otro tipo para encontrar entre la basura el sustento para sus familias.

Uno de estos casos es el de María Gloria Mendoza, quien inicia su día a las 5:45. Prepara a su nieta para que vaya a la escuela; luego alimenta a la pequeña ternera que adquirió realizando un préstamo bancario; recoge sus elementos de trabajo y se prepara para dirigirse en bus desde el barrio San Silvestre (noroccidente de Latacunga) hasta el sector de Chugchilán, su sitio de labor.

Al llegar ahí, la mujer se coloca un overol, mandil, botas de caucho, gorra, guantes y empieza su cacería entre toneladas de basura.

María Gloria tiene 65 años y desde hace 13 se dedica a buscar cartón, botellas de plástico y diversos elementos que la gente de la ciudad desecha, pero que para quienes realizan esta actividad todavía tienen utilidad.

Bajo soles y lluvias inclementes y con el profundo y pestilente olor como fondo, labora generalmente de lunes a viernes de 9:00 a 12:00 o cuando lo considere necesario; pues tiene hora de entrada, pero no de salida.

Cuenta que antes de trabajar en el botadero, lo hacía en los basureros comunes. “Uno de esos días que estaba buscando entre la basura, el ex alcalde Rubén Terán me tocó la espalda y me preguntó: ¿Qué hace aquí, mamita? Le expliqué cómo trabajábamos y nos dijo que laborar así, en la calle, era peligroso y nos trajo para el botadero”, dice.

La “pepenadora” es madre soltera de nueve hijos, todos adultos; seis de ellos casados, mientras que los tres restantes son solteros y viven con ella. “Fue muy difícil mantener a nueve hijos yo sola, pero con trabajo diario y constante se ha logrado salir adelante”, afirma mientras se acomoda los guantes que lleva para su protección. Ella cree que no le hacen falta; “todos los años que he trabajado en esto jamás me he enfermado, estoy sanita”, afirma.

Con tristeza comenta que el trabajo ya no es como antes, pues las personas que laboran en el centro de la ciudad recogiendo basura se llevan la mayor parte de los elementos de utilidad. A la semana logra un promedio de 40 a 50 dólares; es decir que gana un aproximado de 10 dólares diarios. “Es muy poco, no alcanza casi para nada; pero no hay más que hacer. Ni cuando era joven encontraba oportunidades de trabajo y menos ahora”, comenta.

Quienes conocen desde hace tiempo a María Gloria dicen que sus virtudes más grandes son la sencillez, el amor por la vida y una profunda fe religiosa. “Yo creo mucho en Dios. Trabajaré aquí hasta que él me dé ánimo y fuerzas. No hemos tenido buenas oportunidades en la vida, pero no hay que perder las esperanzas”, afirma.

Cuando concluye su labor, se cambia de ropa; sale a pie desde el botadero a la calle principal (vía Latacunga - Pujilí), lo que le toma un aproximado de 10 minutos; ahí aborda el bus de regreso a casa, para hacer el almuerzo, cuidar a su nieta y dedicarse a las labores del hogar. “Siempre que me voy a dormir pido que al otro día no haya mucho sol, porque se nos quiebra el alma con tanto cansancio”.

En este botadero se depositan diariamente unas 80 toneladas de basura. La idea de la municipalidad de Latacunga es cerrar este botadero y adecuar un relleno sanitario en el mismo sitio, pero manejado técnicamente y con tratamiento de lixiviados. Este podría tener una vida útil de 30 años, ya que el terreno es calcáreo y en sus alrededores se observan pocas viviendas. Incluso, ya se adecuó una fosa cubierta con geomembrana, donde se depositan los desechos hospitalarios.

Sin embargo, a los minadores les preocupa qué pasará con ellos y ellas cuando el proyecto del relleno se ejecute, puesto que las autoridades no lo han socializado todavía.

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