Mercado del Centro Agrícola requiere más espacio y seguridad
Los domingos se vive una intensa actividad en el centro de Puyo, donde funciona el mercado del Centro Agrícola, más conocido como el “de los plátanos”. Ese es el sitio donde los habitantes de la ciudad acuden a comprar cada semana para abastecerse de los productos de primera necesidad.
En el centro de comercio existen aproximadamente 500 vendedores que ofertan productos como ropa, calzado, frutas, productos de la Sierra y la Costa.
Los administradores que son dirigentes del Centro Agrícola intentan organizar los puestos para que los vendedores se ubiquen de acuerdo al producto que ofrecen. Sin embargo, la presencia de vendedores de otras localidades y los ambulantes ha provocado aglomeración y desorganización.
Por el momento, el espacio está distribuido en tres áreas. La primera está destinada para que los 209 socios del Centro Agrícola vendan sus productos; allí también se ubican quienes expenden comida y carnes.
En la siguiente nave están los que comercializan productos de la Costa y la Sierra (papas, lechuga, col, yuca y frutas). Y en la siguiente se ubican los vendedores de ropa y calzado; este es el lugar donde hay más desorganización y aglomeración de personas, además de que la zona no cuenta con techo, lo que dificulta las condiciones cuando llueve.
Por el arriendo de un puesto en el mercado se deben cancelar entre 10 y 12 dólares mensuales, aunque quienes tienen locales de comida pagan 30 dólares, pese a que funcionan únicamente los días domingos.
José Cargua, presidente del Centro Agrícola, relató que la necesidad de los habitantes de abastecerse con productos obligó a que el sitio sea escogido como mercado en 1995. Y añadió que el Municipio de Pastaza no cuenta con ningún proyecto para construir un mercado de similares características al “de los plátanos”.
Y ahora, los dirigentes buscan algún auspicio de las entidades seccionales o del Gobierno para construir, en un futuro, un nuevo espacio en el barrio Santo Domingo. Para ello ya cuentan con el terreno.
Y como una forma de agilitar el proceso, los dirigentes han obtenido ya los permisos necesarios para el funcionamiento del proyectado espacio de parte de la Dirección de Salud, de la de Ambiente y del Cuerpo de Bomberos de la capital de Pastaza.
En tanto, en la antigua estructura, la construcción de los techos de dos naves y la pavimentación del piso han sido ejecutadas por el gobierno provincial, mientras en las adecuaciones y construcción del bloque donde se expenden comida y cárnicos, los vendedores han invertido sus propios recursos.
Nancy Díaz lleva cinco meses vendiendo comida en el mercado. Para ella y sus dos ayudantes, la venta significa un promedio de 200 clientes cada domingo. Al igual que sus 20 compañeras, está a gusto en la planta construida. “Antes estábamos al otro costado, donde el piso era de tierra y era terrible; ahora estamos bien y se justifican los 30 dólares al mes que pagamos”, indicó la mujer.
En el área destinada a los productos de la zona, trabajan los propios productores, ejecutando una venta directa al consumidor, sin la presencia de intermediarios.
Entre los problemas que se generan está la congestión de vehículos y personas en la calle Francisco de Orellana, a lo largo de aproximadamente cinco cuadras.
Además, los vendedores ambulantes, quienes no pueden ingresar al mercado, obstaculizan, con sus productos en mano, el paso y, en algunas ocasiones, la aglomeración ha sido motivo para que los delincuentes hagan de las suyas. “A mí me robaron la cartera con dinero en dos ocasiones. A mi hija le arrancharon el bolso; es peligroso”, refirió Martha, quien acompañada de su esposo y un niño realizaba las compras para la semana.
Al respecto, el presidente Cargua recriminó a las autoridades la falta de seguridad. Esto porque tan solo dos policías municipales intentan controlar a los vendedores en el exterior del mercado. “Los dirigentes nos turnamos para controlar a los vendedores y para que no se atente contra las personas que llegan a comprar. Pero vamos a contratar seguridad privada”, dijo Cargua.
Esto porque pese a que llevan ocho años en la zona, los vendedores no han logrado organizarse aún en el tema de protección.