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Los detalles no se conocen, empezó por un nuevo avalúo de la tierra
Luis Alfredo Martínez y la masacre de Píllaro ocurrida en 1898
Son cosas que parece que se las llevara el viento de los atardeceres. La sangre coagulada de los vendavales queda remordida en los crepúsculos, como una advertencia con la que protesta el cielo ante los hombres, porque algunos se creen nacidos para pisotear a los demás.
He dado con un periódico religioso de 1898 que anuncia la cercanía de las fiestas de Corpus, en Ambato. Mi madre nos hablaba de su importancia y solemnidad, pero tenía una frase comunitaria que debió haber surgido del comportamiento engreído con que salían las cholas que vestían con pañolones con flecaduras de seda, para ir a los rituales convocados por la iglesia.
Esa frase la repetía al encontrarse con la gente: ‘Ha salido con la prosa de Corpus’. Esto incluía cierto pavoneo. Ese garbo festivo de la prosa de corpus en hombres y mujeres era cosa de sus tiempos.
Esto que parece una digresión, resulta necesario para entender que los gobiernos que nos daban ‘paquetazos’ para extorsionarnos, siempre aprovechaban un momento sicológico de las masas.
Los impuestos y las alzas de precios se daban cuando la gente estaba con espíritu festivo, sea en Navidad, en carnaval, o como en este caso el Corpus Cristi, o sea las festividades de San Juan que tienen ancestro en rituales indígenas de adoración al sol.
El periódico ambateño La Cruz que reviso es el # 9, tiene 40 páginas y el pie de imprenta señala que se publicaba en la imprenta comercial de la calle Olmedo # 9 del señor Salvador R. Porras.
Los hechos violentos
“La Cruz ve la luz pública una vez a la semana, regularmente en la mañana de domingo. No admite suscripciones. Cada número vale dos centavos. Administrador y Agente General Sr. Rafael F. Sánchez. Agencia central.- Establecimiento del Sr. Joaquín J. Guzmán.- Ambato Junio 5 de 1898”, dice la nota de créditos. En la p. 36 se publica una ‘crónica’ bajo el título ‘En la provincia’. Lo importante es el testimonio del suceso que tiene ribetes de masacre, como se deduce de las argumentaciones indirectas con que se redacta el suceso”.
Ocurrió en el cantón Píllaro con motivo del nuevo avalúo de la propiedad territorial que se disponía a verificar el Sr. Dn. Luis A. Martínez comisionado por el Gobierno.
Según públicas afirmaciones, el numeroso vecindario de esa extensa población, se ha levantado como un solo hombre, con el propósito de hacer nugatorias las disposiciones del gobierno; y junto con los indígenas de la parroquia San Miguelito ocupó el pueblo de Píllaro, sus contornos y caminos, para repeler a la fuerza pública.
Parece que tanto el cantón Píllaro como el de Pelileo vienen mostrándose violentos, con motivo de los impuestos gravados por el Gobierno como los municipios sobre la propiedad territorial y sobre los artículos de consumo y la venta de animales de cerda y lana.
Estos antecedentes unidos a la improbable presunción de que el nuevo avalúo se subordinase a la proporcional alza de impuestos del uno y tres por mil. Además de lo que en la misma proporción deben erogar para la refección de los caminos vecinales exacerbado el ánimo de los sublevados, en términos de haberse hecho indispensable la intervención de la fuerza pública de Ambato como de Latacunga.
“Ha corrido sangre, ha habido muertos y heridos… (hay un renglón de puntos suspensivos en el texto original).
Pueden ser 80, como uno, los que han muerto en la refriega, pero llegaremos siempre a la misma conclusión: “Sin el conocimiento concienzudo y eficaz, sin la práctica aceptación de los pueblos de lo verdadero y justo, de lo moral y recto, leyes y acuerdos, disposiciones y ordenanzas, todo, no llega a ser como hoy, otra cosa que semillero indestructible de levantamientos y matanzas”… (suspensivos en el original).
“¡Desventurados presos los que antes de ayer llegaron a esta ciudad: pobres, casi mendigos, mujeres, hombres casi niños e indígenas! ¿Quiere el gobierno, quiere el cuarto o quinto poder del Estado, la Prensa, cegar la fuente de rebeliones y de sangre?
Llenen la República de escuelas y colegios; muevan muy cruda guerra a la ignorancia; den a sus gobernados luz, pero luz verdadera, luz de los cielos, ineficiente luz.
Hagan de los indígenas seres racionales; y para eso, sustenten su fe, no la destruyan; acepten, protejan, reclamen la acción civilizadora de la Religión. No combatan, no la tradicional institución la Doctrina.
En ella aprenden esos infelices a adorar a Dios, y de ese conocimiento deducido deben respetar a los que mandan y apreciar las ventajas de la vida social, con garantías en correlación con las obligaciones que ellas engendran.
En la Doctrina, con solo rezar el Padre Nuestro y los Mandamientos, las obras de Misericordia y las Bienaventuranzas aprenden los indígenas lo mismo y tal vez más que los políticos en los conventos, en los gabinetes, y en las universidades los doctores, y muchos periodistas y escritores en los periódicos y en las revistas.
Allí en la calumniada y perseguida iglesia puede y debe cosechar la República más tesoros que con leyes y ordenanzas, presupuestos y tributos; porque en ella se anatematiza el vicio y se ensalza la virtud, y no hay principio de engrandecimiento y de riqueza de los pueblos que el imperio de la moral y el triunfo de la virtud y la justicia.
Más religión en fin, y menos bayonetas es para nosotros el único verdadero principio de todo bienestar social e individual”. (O)
La afrenta de callar hechos y publicar falacias
Estamos ante un texto denunciante que debe ser visto, para la época, como una afrenta que habría dejado incómodos a los partidarios del liberalismo, puesto que se entiende que en el poder se encontraba en vigencia este movimiento liberal que logró su victoria sobre los conservadores.
Silenciar los hechos, publicar falacias que favorecen a los intereses del poder es una práctica que estamos viviendo en estas mismas administraciones, las cuales hacen caso omiso de una ley de comunicación que se sabe, está vigente.
En mi calidad de Cronista de esta ciudad, debo ser objetivo y corresponder a una ética que respete a la colectividad, pero debo advertir a la gente que para leer gacetas institucionales, uno debe estar vacunado, tal como un periodista internacional dijo que hay que estarlo frente al noticiero de la CNN que se transmite desde el eje del poder del norte. Todo está hecho por asesores de imagen política. Lean las gacetas y contrasten con la realidad, solo así se darán cuenta cuánto de verdad contienen, a no ser que sean conformistas, indiferentes o virolos.
Volviendo al texto de La Cruz, es razonable que defiendan su orientación, pero no es menos fortificante que nos hayan dejado un testimonio de su protesta por la injusticia. Haber publicado con puntos suspensivos la represión humillante aplicada con armados de Latacunga y Ambato, no ha de haber sido por precautelar el orden. La Cruz no quiso comprometerse más allá del dato. (O)