Los minimercados se vuelven un problema en algunas calles céntricas de Ambato
Es lunes y a las 10:00 el ajetreo se intensifica a lo largo de la avenida 12 de Noviembre, en el centro de Ambato. Es el día comercial más importante para la capital tungurahuense.
Cientos de peatones realizan sus gestiones y pagos en el edificio de la Empresa Eléctrica Ambato S.A., que se encuentra en la zona y cuyos parqueaderos no abastecen las necesidades de los usuarios.
Otras personas hacen compras de víveres y materias primas en el mercado Central o en la feria de las flores, que cuenta con coloridos quioscos fijos en ese sector.
Las paradas de los buses de transporte público, en el parque 12 de Noviembre y junto al almacén el Huerto, están saturadas de clientes que buscan movilizarse hacia Izamba, El Pisque, La Victoria, Martínez, Constantino Fernández, Huachi, el mall, la Policía, el nuevo Municipio (El Dorado), etc.
Sin embargo, un aspecto no encaja en este escenario: por lo menos en 2 cuadras de esta calzada, más de 80 vendedores ambulantes se ubican en la mitad de la acera para ofertar granos, tubérculos, legumbres y hortalizas.
La mayoría son mujeres indígenas que provienen de Chibuleo, Pilahuín, Quisapincha y Salasaca.
Ellas no vocean sus mercancías. No lo necesitan. Simplemente esperan sentadas en los bordes de las puertas de almacenes, ferreterías, panaderías, negocios de telefonía celular y otros.
Los granos enfundados como arvejas, habas, fréjol y más se muestran sobre fundas de yute tendidas en la vereda.
“Yo traigo poquito para vender. Unos montoncitos de arveja y habitas no más.
No hacemos daño a nadie vendiendo en este pedacito de vereda”, se justifica María Yucancela, oriunda de Chibuleo, mientras se guarda una moneda de $ 0,50 que ganó por la venta de una bolsa.
Junta a ella, otras miran con recelo a los extraños que no llegan a comprar.
Su presencia convierte al sitio en una pequeña feria popular en una cuadra de la 12 de Noviembre, entre las calles Tomás Sevilla y Eugenio Espejo.
La mitad de la acera, de 3 metros de ancho, es ocupada por los informales y eso obligó a los transeúntes a descender a la calle y a esquivar a los buses y carros que circulaban a más de 50 km/ h. El control de los agentes de tránsito de la Municipalidad es mínimo.
“Esto es de cada día. Todos tenemos derecho al trabajo, pero por qué no venden dentro de los mercados como lo hacen cientos de comerciantes formales. En la calle hay caos y contaminación por la emisión de los gases tóxicos y el paso de la gente”, se quejó Ernesto Guerra, plomero de oficio en La Merced.
Intervención municipal
Para el alcalde, Luis Amoroso, este es un problema de carácter social. “No podemos realizar desalojos de un día para otro. La gente necesita del trabajo para vivir.
Analizaremos el asunto y aplicaremos las soluciones más viables en los próximos meses”, aseguró el Burgomaestre, que se posesionó en su cargo hace 1 mes y medio.
Entre tanto, según estimaciones municipales, en las calles céntricas ambateñas actuaban hasta mediados de 2013 cerca de 1.000 informales.