El gobierno provincial de Tungurahua ofreció asfaltar unos de 3 kilómetros de vías
Los malos caminos en El Obraje dificultan la salida de víveres
La comunidad El Obraje no figura en los mapas turísticos convencionales y tampoco abunda información sobre este poblado rural.
Sin embargo, es parte del cantón Pelileo y en ese lugar viven cerca de 200 familias que se dedican a la agricultura.
Allí, siembran tomate de árbol (especialmente), pimiento, guayabas, babacos, legumbres, hortalizas y más.
Cada grupo es propietario de hasta una hectárea de terreno.
El entorno es un valle que se asemeja al de Patate porque prácticamente está en el límite con ese cantón, a 40 minutos de Ambato.
Los vecinos están orgullosos de su tierra, pero afirman que vivirían mejor de no ser por 4 inconvenientes: los daños en las vías, el escaso asesoramiento técnico para sembrar, la falta de nuevos mercados para ofertar la rica producción y la pobre organización comunitaria.
La ruta principal de acceso al centro de esta comunidad es asfaltada y se conecta con la iglesia Central. Pero desde ese punto en dirección a La Loma, El Ciprés, San Juan o la Maguihua, las vías se vuelven estrechos senderos de tierra, con muchas curvas y ramificaciones.
Las camionetas, el único medio para movilizarse por esos caminos, siempre están cubiertas de polvo o de lodo cuando llueve.
La abundancia en la que viven, también causa preocupación, pues no pueden sacar nada a las ciudades.
A pesar de esto, la vista desde los miradores naturales es atractiva por los sembrados diversos y coloridos que cubren las colinas, en cuyo fondo está el río Shushuri.
Para 3 de los 4 inconvenientes descritos por los habitantes no hay una solución inmediata, explicó el presidente de la comuna Geovanni Cando, pero en el tema de la vialidad tienen la esperanza de que se arregle este año con la intervención del Gobierno Provincial de Tungurahua.
“El 1 de abril me entrevisté con el prefecto Fernando Naranjo y se dio visto bueno a la solicitud para que se asfalten las vías de acceso a El Obraje. Los trabajos comenzarán en 3 meses”, explicó el dirigente, un migrante que retornó a su tierra luego de trabajar por años en España y que se decidió a encabezar esta gestión y la organización de los vecinos. Las palabras de Cando hacen sonreír a Miguel Ángel Tibanquiza, otro agricultor del lugar.
DATOS
Hace 2 meses la caja de tomate de árbol llegó a costar $ 8 y eso alegró a los productores de El Obraje. Ahora se cotiza en la mitad y según campesinos es por el ingreso de la fruta de otras provincias.
Para Marina Chauca, la tierra en la que nació es extremadamente generosa. “Aquí crece de todo, lo que uno se imagine. Los viernes llevamos la carga a la feria de Pelileo. Su vecino, Alfredo Cando, que siembra desde hace varias décadas,,sostiene que antes vivieron allí los Panzaleos.
Su gesto no es una burla. Es una muestra de alegría sincera, pues imagina que llegue el día de contar con caminos asfaltados que le permitan transportar con comodidad los productos a los mercados mayoristas de Pelileo y Ambato.
“Ahora debemos cargarlos en la espalda dentro de costales de yute y caminar hasta por una hora para conseguir un carro que nos saque hasta la carretera Pelileo-Patate. La carrera nos cuesta $ 8 por día y llevamos a vender $ 20. La ganancia es escasa y eso nos desobliga. Hasta hemos llorado del coraje”, asegura Tibanquiza, mientras se echa al hombro una carga de pimientos y avanza cansinamente por una senda de tierra.
Cuesta arriba hay más sembradíos y campesinos que recolectan tomates, acelgas y babacos. Agachan la mirada ante los extraños, pero bajo las viseras de sus gorras se mantienen atentos.
La abundancia en la que se mueven, paradójicamente, les causa preocupación.
“Carecemos de asesoramiento técnico para nuestros cultivos. Usamos agroquímicos y también la lombricultura y abonos orgánicos. Pero necesitamos definirnos contando con el apoyo permanente de los ministerios del Estado”, aseguró Albino Ortiz.
La amistad entre los lugareños está abonada con la cordialidad que surge de sus propias necesidades.
Por eso es común que mujeres y hombres unan sus manos para ayudar a sacar una camioneta que se atascó en la tierra o para organizar mingas comunitarias con el objetivo de abrir trochas, cavar acequias o construir viviendas pequeñas.