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El Telégrafo
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Los curas tuvieron papeles protagónicos en las hazañas libertarias

Las gestas independentistas se desligaron de España, pero no de los títulos de nobleza

Ambato celebró el 12 de Noviembre 195 años de independencia española y sus próceres han quedado perennizados a través de calles, monumentos y más. Foto: Roberto Chávez / El Telégrafo
Ambato celebró el 12 de Noviembre 195 años de independencia española y sus próceres han quedado perennizados a través de calles, monumentos y más. Foto: Roberto Chávez / El Telégrafo
15 de noviembre de 2015 - 00:00 - Pedro Reino Garcés, historiador/cronista oficial de Ambato

Creo que asumiremos como novedoso este enfoque sobre los hechos que llevaron a las colonias americanas a independizarse de España.  

Sobre todo porque se trata de documentación desde la perspectiva de un realista que observó novedades que han quedado escritas en una suerte de epistolario suscrito por don Pedro Pérez Muñoz.

Este trabajo consta en archivos españoles recopilados por el investigador e historiador ecuatoriano Fernando Hidalgo Nistri. Asumiendo el tema independentista, los historiadores, la prensa y el imaginario colectivo siempre “han propendido a la heroización de los principales actores de la gesta insurgente”.

Pero es importante tener en cuenta cómo vieron los gachupines realistas peninsulares a estos sediciosos que aparecen en las cartas referidas como “contraimagen de tales versiones. Aquí los héroes son hombres ruines y villanos, y las aspiraciones de independencia pensamientos que son fruto de un ambiente corrompido”.  

El propio autor del libro en que me respaldo  señala  que “para quienes solo han tenido la oportunidad  de leer los clásicos laudatorios de la Revolución Quiteña, el contenido de este libro les provocará desconcierto y confusión” (Fernando Hidalgo Nistri (Compilador) Compendio de la Rebelión de la América, Cartas de Pedro Pérez Muñoz, Ediciones Abya-Yala, Quito, 1998).

Muchos artículos “antilaudatorios” han sido publicados en este diario sobre el Marqués de Selva Alegre y las cúpulas  beneficiarias del poder. Con investigaciones de archivos quiteños, se puede determinar que el imaginario oficialista y tradicionalista, justamente es el que se aferra al halago porque su descendencia está vigente.

Pedro Pérez Muñoz fue “un andaluz venido a Quito a finales del siglo XVIII. Ardiente realista.

Se había casado en Quito con María Teresa Calisto y Borja, hija del Regidor Perpetuo de la ciudad,  que “también tuvo un papel protagónico  en el proceso independentista… y fue condenado por los rebeldes a confinamiento en el Castillo de Cartagena de Indias, mientras que su suegro y su cuñado (en Quito) fueron pasados por las armas en 1812. Don Pedro logró escapar en el camino a su prisión y posteriormente se radicó en España”.

En la carta # 6 que habla de la gente española venida a América y los sentimientos de su descendencia, anota: “Los nietos, bisnietos y demás descendientes de los mismos europeos continúan con desafecto a sus mayores y a la misma España, pero no con el ardor y entusiasmo que los hijos de aquellos, y solamente se acuerdan de sus antepasados cuando se trata de hidalguía y de nobleza y entonces dicen con satisfacción: mi padre o mi abuelo fueron de España”. Esta apreciación sigue igual que en la Colonia.

En la carta # 7 asume el tema de “la moralidad de los frailes y demás eclesiásticos” De su observación escribe: “Suelen no usar hábitos fuera del convento y tienen muchas haciendas donde viven con sus concubinas e hijos”.

Ha desaparecido de nuestro léxico la palabra “curana”, derivada como femenino de cura, y explica que “son las damas de más mérito, de más lujo y conveniencias a costa de los feligreses”. Me detengo en esta carta un tanto, porque más adelante se podrá leer el papel decisivo que tuvieron muchos curas por la causa independentista.

Según la carta, en Panamá, “un cura se encontró amancebado 40 años con una negra de la que aún le vivían 7 hijos mulatos… También hace poco tiempo murió el Dr. Lara, clérigo sacerdote de Ambato, diócesis de Quito y dejó 52 hijos habidos en indias, mestizas y blancas… En la provincia de Guayaquil murió años pasados un fraile apóstata del Cusco y dejó entre hijos, nietos y bisnietos, 115 personas…”.

Regresemos a la carta # 4, don Pedro Pérez explica los “olores” de los latinoamericanos. Dice que el “mestizo es fornido, membrudo, fuerte, de cara ancha, despide un olor como de levadura… El negro es duro, pesado y taciturno, despide olor de almizcle desagradable.

(El)  Mulato… más ágil que el negro, atrevido, huele a almizcle no tan activo como el de su padre. Zambo… que es fuerte, atrevido, duro y porfiado. Despide un olor mixto de cabrío y ovejuno…

Hay también zambo de indio y negro, saca un color aceitunado… Estos zambos (de Esmeraldas y Canoa) son aún más altos, son flojos y despiden un olor semejante al del zorro… De las clases referidas salen algunos albinos, bien por la fuerza de la fantasía de la madre, que apetece blanco… (tienen) color metafísico y olor ácido carbonoso”.

Pasemos a ver algo de la carta # 9 que alude a su visión sobre la administración colonial, que sigue replicándose: “Amigo mío. Colocados en los empleos hombres de poco mérito y en las Audiencias sujetos de poca literatura, se han manejado con mucho abandono y desarreglo.

Han prostituido sus empleos, vendiendo la justicia y causando muy graves males y escándalos con su descarada conducta. Los criados favoritos han sido los conductos de la prostitución, logrando al fin algún empleíllo lucrativo en recompensa de su alcahueterismo…”.

Las apreciaciones sobre la administración pública en América, a partir de los propios virreyes, presidentes de audiencia y de otros cargos, es vista como oportunidad para ejercer la mentira, la audacia “con lo espeso de la adulación”.

Esta sería, no una causa (justa) para lograr la independencia, sino la oportunidad madurada para ejercerla con legitimidad sobre una población oprimida “por hombres sin mérito, engreídos con lo que ni esperaban, ni merecían, se han hecho insoportables y han arrastrado el nombre de su odiosidad hasta el de la autoridad del Gobierno que los había colocado”.  

Lo dicho se concatena con lo apuntado en la Carta # 10: “De la misma suerte podían saber que los españoles y ellos mismos gozan y viven con más desahogo y libertad que los que habitan en la Península.

Sí, amigo mío, en lo moral, político y civil hay mucha más franquicia… Igualmente, están persuadidos los criollos, que los gachupines, en el Reino de México, o chapetones en el resto de América, que significa ladrón una y otra palabra.

Son efectivamente los españoles europeos, afirmando que estos han robado a los indios hasta las tierras. No quieren estudiar lo que es el derecho de conquista y absolutamente no desean reflexionar sobre lo mismo que afirman, pues si los europeos han tomado tierras y las han cultivado han sido para formar haciendas”. Claro. No conforme con esto, los próceres no quisieron depender del rey. Las repúblicas en sus manos son más productivas.

Una lista muy singular sobre la influencia clerical

Veamos la carta # 29: “Lista de los que se dedicaron más particularmente a  seducir al pueblo:  Don José Correa, cura de San Roque. El Provisor Caicedo, predicador público contra el Rey y la familia real  en la plaza de la Villa de Ibarra. Próspero Vásconez, cura de Guanujo constructor de cañones. Fray mariano Murguetio, Fray Manuel Valencia, Fray José Calderón y Fray Mariano Alarcón de la Orden de San Francisco con otros muchos más.

Fray Alejandro Rodríguez de San Agustín, Mariano Enríquez, Mariano Castillo, José Bosmediano y su hermano Antonio Pineda; Juan Ante, llamado El Puca. El Pepillo, José Jerez (a quien) trajo de España Montúfar, Juan Cosío, Nicolás Vélez, Ramón Egas, Carlos Larrea, Miguel Iturralde, Manuel Benítez y su hijo José Vallejo, Mauricio Quiñones. Mancheno y su hijo el cadete. Todos fueron oficiales, ayudantes, seductores y sostenedores de la insurgencia.

Los hijos de Fabara italiano. El sargento viejo Moisén francés. Aycardo, italiano cocinero que fue del Barón de Carondelet. El anglo americano mayordomo del hospicio. Juan Manuel Rodríguez y su hijo del pueblo de Tabacundo y el cura del mismo pueblo el sordo Jijón como el Cipo Antonio Bustamante. Carlos  Araujo y el inglés Benito Benet que trajo de criado el Conde Ruiz de Castilla, y estos tres últimos han sido Gobernadores sucesivamente de la provincia de Esmeraldas, puestos por los insurgentes con orden de sublevar las cuadrillas de negros de aquellas minas”.

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