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El Telégrafo
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La tradición artesanal pierde fuerza en Ambato

La tradición artesanal pierde fuerza en Ambato
06 de octubre de 2013 - 00:00

Entre telares, ruecas y madejas de lana de llamativos colores, Ruperto Muñoz, octogenario ambateño y muy reconocido por su labor como artesano, revisa minuciosamente los diferentes procesos previos a la elaboración de alfombras, realizados por sus tres ayudantes.

Ubicado en el residencial barrio Ficoa de Ambato, el taller de Muñoz es conocido en la provincia de Tungurahua por ser el único que elabora a mano, alfombras con calidad de exportación.

“En este lugar ingresé como aprendiz a la edad de doce años y él me enseñó a tejer, hilar, dar tratamiento a la lana, teñir, usar la rueca, el telar y dar los retoques finales a la alfombra”, señaló María, de 53 años, una de sus tres asistentes.

En este espacio se han formado una gran cantidad de artesanos que hasta hoy, trabajan en factorías distribuidas en distintos sectores del país.

“He tenido la suerte de poder formar a muchos hombres, mujeres y jóvenes que ahora se destacan.

Almacenes y talleres de ciudades como Quito, Guayaquil y Cuenca cuentan con personas que hace más de 25 años se capacitaron aquí”, comenta Muñoz.

Su herencia artesanal la recibió de su padre, oriundo de Guano (Chimborazo), población caracterizada por tener una de las industrias textiles más antiguas del país y de América Latina.

Al igual que en ese cantón, en las parroquias ambateñas Pinllo y Quisapincha han nacido los mejores artesanos de Tungurahua, sin dejar de mencionar la zona de Salasaca.

Despunte artesanal

Durante los años 50 y 60, en Ambato se vivió un despertar en el sector textil. Un ejemplo de eso fue la creación de la Industrial Algodonera, fábrica que se especializaba en confeccionar toda clase de textiles y telas de lana, algodón, liencillo y poliéster.

Los dueños de esta planta eran de origen alemán e italiano y trajeron a la ciudad un sinnúmero de técnicas, maquinaria y tinturas para trabajar en telas.

A mediados de los años sesenta, se produjo el cierre de esta factoría y gran parte del personal retornó a sus orígenes del sector textil.

La capital tungurahuense vivió por el lapso de 20 años, su época de oro en la elaboración a mano de toda clase de prendas, entre ellas las alfombras.

Proceso de producción

La lana de borrego con la que se trabaja en el taller de Muñoz es traída de diferentes sectores de las provincias de Chimborazo, Bolívar, Cotopaxi y Tungurahua.

Después de la adquisición de la lana, esta pasa por un proceso de desengrasado en un caldero con agua caliente. Luego, sobre cordeles y al sol, se realiza el secado de esta fibra de forma natural.

Posteriormente, se tintura con el color requerido por el cliente y después se trabaja minuciosamente para desenredar la lana. Finalmente, se obtiene el hilo mediante el ovillado.

Las alfombras que elabora Muñoz pueden tener dimensiones que varían de 1 a 8 metros, según los requerimientos del cliente.

A países como Suiza, Holanda, España, Italia, Alemania, Estados Unidos e incluso China, se han enviado los artículos de este artesano tungurahuense.

El precio aproximado del metro cuadrado de una alfombra es de 550 dólares.

Renán Muñoz, nieto de Ruperto, comentó que el minucioso proceso de elaboración a mano y un tipo de nudo especial son los secretos de la larga duración de las alfombras que elabora su abuelo.

“Es una clase de nudo muy difícil de deshilar y romper, en el cual la unión de la fibra logra una longevidad del tapiz mínima de cuarenta años”, afirma.

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