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El Telégrafo
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La venta de voladores se hará en la plaza san Juan, sur de Ambato

La pirotecnia vibra entre la diversión y el riesgo

Píllaro es uno de los cantones con mayor tradición de elaboración de pirotecnia en Tungurahua.
Píllaro es uno de los cantones con mayor tradición de elaboración de pirotecnia en Tungurahua.
Foto: Roberto Chávez / El Telégrafo
31 de diciembre de 2016 - 00:00 - Carlos Novoa

Ambato.-

Una larga y espesa cabellera negra cubre la parte derecha de su rostro. La belleza de sus ojos color miel y la delicadeza de su mentón se aprecian en apenas un 50%, pero esto no impide que trabaje, se ejercite, socialice y continúe su preparación académica.

De contextura delgada, tez blanca y estatura superior a la de otras jóvenes de su edad, esta tungurahuense evita a toda costa descubrir su mano derecha y hablar de la razón que la obliga a mantener esta extremidad oculta de la luz.

Maritza (nombre protegido), nacida en Ambato hace 20 años, es la protagonista de este relato. Es la menor de 8 hermanos, actualmente  cursa el primer semestre de Medicina en un centro de estudios superiores de la capital tungurahuense.

Los estudios, el apoyo, el cariño de sus compañeros, la atención prioritaria del sistema de salud y, sobre todo, el amor de sus padres, hermanos y amigos le han ayudado a superar un episodio traumatizante y doloroso de su vida que ella anhela borrar de su mente.

Sabe que es imposible y cuando alguien indaga sobre ese acontecimiento, la joven solicita de inmediato la presencia de su madre, pues solo con ella a su lado consigue el valor para traerlo a la memoria.

“Podrán pasar cien años, pero siempre que hablo del tema mis ojos se humedecen, tiemblo y mi temperatura corporal desciende considerablemente”, comenta mientras pide disculpas por las constantes interrupciones que le provoca el llanto. La curiosidad se apodera inevitablemente de quien conversa con ella, y surge la pregunta: ¿qué suceso traumó a Maritza?

En 2005, su vivienda, en la que  reside junto a sus padres y 5 hermanos, fue el escenario de una enorme explosión de material pirotécnico. El hecho ocurrió a las 08:00 del día previo a Navidad, cuando solo ella se encontraba en el lugar y aún dormía.

Producto de la detonación Maritza sufrió quemaduras en el 60% de su cuerpo, incluidos la mano, la pierna y el ojo del lado derecho, además del cuero cabelludo y el vientre.

Por la gravedad de las heridas un día después de la explosión fue trasladada a una casa de salud de la capital, donde le amputaron la mano derecha para salvarle la vida, e iniciaron una serie de operaciones que en algo ha mejorado su aspecto.

No obstante esto marcó su cuerpo de por vida, pues según afirma, nunca más podrá lucir una camiseta, un short o una falda, “las cicatrices son enormes y cubren toda la superficie de la parte derecha” de su cuerpo. Pero las lesiones trascienden lo corporal. Hasta hoy Maritza evita a toda costa estar cerca de detonaciones de diablillos, petardos, silbadores, sonajeros y todo material explosivo moderado.

Ella encabeza una larga lista de personas que en Tungurahua han quedado mutiladas y malheridas por explosiones de pirotecnia. Pese a los controles que cada año realizan las autoridades de la provincia en los cantones donde se fabrica, almacena y expende estos productos, los hechos como este han enlutado a por lo menos 6 familias de Ambato, desde el 2000.

Huachi, Izamba, Picaihua y Puerto Arturo, entre otros, son algunos sectores de la urbe donde se manufactura todo tipo de material, muchas veces, en talleres clandestinos. Esta actividad también se realiza desde hace varias décadas en Píllaro, Patate, Quero, Mocha, Tisaleo y Pelileo. Este último cantón es uno de los más visitados de la Sierra central en épocas navideñas por su gran oferta de productos de explosión moderada.

Tradición familiar

El taller de Juan Llerena, pelileño de 62 años, es uno de los más conocidos en el país. Allí se fabrican vacas locas, castillos ardientes, casas inflamables, vehículos carburantes, cohetes, sonajeros y otras especialidades, desde hace más de 6 décadas.

Su padre le heredó la pasión, la dedicación y los conocimientos sobre esta actividad, pero también la responsabilidad y el compromiso de velar por el bienestar de sus hijos, vecinos y familiares. Para él, lo primero es la seguridad. Por ello cada año solicita la inspección de autoridades y especialistas en material explosivo, en su taller, ubicado en la entrada principal del cantón.

“Aunque la pirotecnia es un material fabricado con fines de entretenimiento para toda clase de fiestas, se trata además de un producto que implica riesgos. En las 5 décadas que trabajo en esto he enterrado a varias personas que fueron víctimas de la furia del fuego y de la irresponsabilidad, por ello priorizo la seguridad”.

Con esta premisa decidió hace 20 años apartar su vivienda del taller. Además prefiere trabajar con la mínima cantidad de pólvora posible así como con materiales apropiados a fin de evitar accidentes. “Si bien una explosión puede ocurrir de forma inesperada e inexplicable, si una vaca loca o castillo ardiente, por ejemplo, están elaborados con bases de carrizo en vez de aluminio o metal, seguro harán menos daño a quien se encuentre cerca”, agregó Llerena.

En cuanto a la técnica de elaboración, don Juanito, como también lo conocen en Pelileo, prefiere direccionar los voladores siempre hacia arriba, incluso en estructuras como ‘carros ardientes’ y ‘casas inflamables’ en los que se supone los petardos deben salir despedidos en sentido horizontal, una vez encendida la mecha. Los precios de estas estructuras van desde los $ 30 hasta los $ 600, dependiendo del tamaño, los adornos y el material.

Controles

El buen ejemplo de Juan Llerena no es imitado por todos los fabricantes de material pirotécnico. Frente a ello la Intendencia de Policía en Tungurahua se sumó a la campaña nacional denominada ‘Pirotecnia Responsable’, que busca cerrar locales clandestinos donde se fabrica, almacena y expende este material; confiscar material que no cuenta con medidas de seguridad; y verificar las condiciones de manufactura en los establecimientos que sí tienen los permisos respectivos.

“Pese a que los controles se realizan de forma permanente durante todo el año, la campaña pone énfasis en diciembre por la realización  de fiestas de fin de año. Además localmente se extiende hasta mediados de enero, pues en Tungurahua existen celebraciones en estas fechas”, comentó Narcisa Rendón, intendenta de Policía en Tungurahua.

Además de ella, a los operativos de control acude personal de las Fuerzas Armadas y de los municipios locales, expertos en gestión de riesgos y agentes del Cuerpo de Bomberos. Ellos revisan que cada establecimiento cuente con áreas adecuadas para el almacenamiento, fabricación y venta, y las condiciones apropiadas de manipulación y transporte de explosivos.

Medardo Sánchez, propietario de un taller artesanal en el sur de Ambato, explicó la importancia de esta campaña y la habilitación de espacios adecuados para la venta de material pirotécnico.

“Durante los controles muchas veces las autoridades se han encontrado con irregularidades como el acopio de voladores cerca de cocinas y en dormitorios, además del transporte de grandes cantidades de pólvora en carretillas y bicicletas. Esto debe terminar, pues por la irresponsabilidad de unos pocos, muchas personas han fallecido o quedado malheridas; esperamos que en próximos días se habilite y adecue la Plaza San Juan, del barrio Letamendi en Ambato, para el expendio de la mercancía”.

20 talleres autorizados

Según datos de la Intendencia de Policía de Tungurahua, en este año en la provincia se han entregado 20 autorizaciones de funcionamiento a locales en los que se fabrica material pirotécnico.

Estos establecimientos operan en Ambato, Píllaro, Pelileo, Cevallos, Patate y Quero.

En los operativos de control del casco urbano además participa personal de Policía Municipal, que vigila que en los alrededores de los mercados Simón Bolívar, Colón, América, Pachano, Modelo, Central y Plaza Cívica Urbina, no se expendan petardos.

Por su parte el personal del Cuerpo de Bomberos de Ambato y del resto de cantones verificará a diario en estos centros de expendio hasta mediados de enero los sistemas contraincendios, es decir, la operatividad de las mangueras, los extintores y las salidas de emergencia, así como la funcionalidad de hidrantes cercanos. (I)

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