La molienda de granos andinos es un oficio que se está perdiendo en Ambato
Ambato
Una de las principales actividades económicas que desde hace 80 años ha sustentado a miles de hogares ambateños hoy se encuentra en peligro de desaparecer.
Se trata de la molienda de granos producidos en la región, maíz, arveja, cebada, morocho, haba y trigo, por ejemplo.
En la ciudad, uno de los talleres donde se mantienen viva esta tradición es Molinos Bellavista, taller de molturación que toma el nombre del barrio donde nació y hasta ahora funciona, al sur de la urbe.
Mery Cecilia Ortiz, una de las propietarias de este lugar, manifiesta que la actividad tomó fuerza desde la introducción de los primeros molinos extranjeros al país. “La molienda ha existido en Tungurahua desde antes de la colonia. Sin embargo, este oficio empezó a ser rentable cuando ingresaron al Ecuador las primeras trituradoras de diferentes materias, entre ellas granos.
Hablamos de la década de los veinte, época en la que los molinos ambateños empezaron a abrir sus puertas”, dijo. Ella, junto con Oliverio Jordán, su esposo, heredó el local y la maquinaria de sus suegros, fundadores y propietarios originales del molino.
Una ocupación ancestral
“Al igual que un zapatero, carpintero o costurera, los padres de familia que se dedicaban a este trabajo, procuraban con afán que sus hijos hereden los saberes y las técnicas de la trituración de los diferentes granos, ya que es diferente moler maíz tierno para hacer humitas, que morocho o cebada, y máchica o cauca”, señaló Jordán.
Antes, añadió, la demanda de trabajo en el taller era tanta que daba trabajo a 8 operarios, más 5 personas de la familia. “La principal fuente de alimentación de las generaciones anteriores provenía de harinas de granos, tales como: máchica, cauca, polvo de morocho, pinol, harina morada, de haba, de arveja, o de trigo”, afirmó.
Funcionamiento del taller
Molinos Bellavista ocupa la planta baja de un edificio de 3 pisos. El taller conserva los 2 principales molinos con los que el padre de Oliverio empezó a trabajar a partir de 1935. Allí, los proveedores descargan cada lunes los quintales necesarios de grano para que esta pareja los muela y elabore harinas puras.
Los martes, desde las 04:00, se tuesta el maíz, cebada, trigo, haba, arveja, morocho y demás. Madera de eucalipto y pino, calientan una paila gigante en la que las pepas son doradas hasta el punto preciso en el cual se facilita la siguiente tarea, que es la escogida de la materia.
Desde el miércoles, Mery y Oliverio ciernen el grano ya tostado con la ayuda de grandes y finos cedazos, que no permiten el paso de tamo quemado o piedras, contaminantes de las harinas puras que allí se elaboran artesanalmente. Cada semana en el lugar se muele alrededor de 50 quintales de haba, arveja, cebada, trigo, morocho, etc.
Debacle de la actividad
Esta pareja coincide en que la molienda de granos andinos es una actividad sin futuro, debido a la pérdida de la identidad cultural y gastronómica de la sociedad. “Las actuales generaciones no saben lo que es un desayuno con máchica, pinol o un buen cauca. Esto en parte ocurre por la influencia de la comida chatarra, que lejos de alimentar, perjudica el organismo. En las escuelas debería implementarse, como una materia, la soberanía alimentaria, para que los niños se informen sobre el valor nutricional de nuestros granos” señaló Ortíz.
Cerca del taller de molienda, la pareja ha montado una tienda en la que se expenden las harinas. Allí se puede encontrar polvo de trigo, haba, cauca y máchica gruesa, mediana y fina. El precio por cada libra es $ 1,50.