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La importancia de la Capellanía en Riobamba iba más allá de la muerte en 1787
“El Dr. Dn Andrés Falconí, Presbítero Capellán del Hospital Real de la Caridad de esta villa, ante Vuestra Merced menciono. De los documentos que con el juramento en derecho necesario presento, consta que Tomás Beltrán de Araujo, natural y vecino que fue de este lugar, estableció y fundó una memoria y aniversario perpetuo de misas en cantidad de 4.750 pesos.
Este dinero se halla vinculado en distintos fondos. Esto con el fin de que sus hijos y descendientes y todas las personas en quienes concurran las calidades necesarias de sus disposiciones, obtengan el cargo de capellanes que las sirvan, digan las misas, cobren su renta y lo gocen perpetuamente”.
Así consta en el inicio, el documento que se guarda en el archivo histórico de Riobamba (CCE de Chimborazo), y que narra una historia con algo más de 100 años de vigencia. Compartamos el recuerdo del concepto para ambientarnos en esta historia.
La capellanía es una “Fundación establecida por una persona que adscribe algunos de sus bienes al pago de una pensión a un clérigo para que celebre misas u otros cultos en una capilla determinada”. La preocupación de fondo era el destino de alma con dos alternativas: paraíso o infierno.
La manipulación inmediata era la salvación. La parte pragmática era la oportunidad del imaginario para concretar el mejor negocio derivado de una esclavitud de las voluntades.
Por esta razón se ha dicho que Europa no vino a América con ideales del Renacimiento, sino con la oscura carga de la Edad Media.
Según da fe Custodio de Lara, escribano Público, “en esta villa de Riobamba a los 24 días del mes de Octubre de 1787”, don Tomás Beltrán de Araujo, natural y vecino que fue de este lugar, había dejado firmados documentos que prueban su convicción. Y “observando sus disposiciones verifiquen su voluntad”.
Mucho tiempo ha pasado desde que el presbítero Andrés de Falconí ha estado como capellán. Son historias de familias adaptadas a la mentalidad de la Colonia.
Nos hace pensar que vivían recorriendo por dos caminos: el de ida con riquezas y placeres; y el de regreso de estas mismas vidas que los llevaba a los arrepentimientos y al pánico de la condena eterna.
Pero para eso estaba de intermediaria la iglesia y sus indulgencias, los rezos y sus perdones. Las misas hasta el fin del mundo para aturdir a los diablos y sus tentaciones.
El documento explica nombres, “En los que también hallará Vuestra Excelencia que el Dr. Sebastián López Moncayo hallándose con el empleo de Alcalde Ordinario en 1726 usó del privilegio y facultad concedida por el fundador. Y nombra en compañía del Dr. Dn Francisco Ponce, cura beneficiado que servía a nuestra iglesia por Capellán, y funda al reverendo Padre Fray Xavier Falconí, de la orden de Nuestra Señora de las Mercedes, mi tío, y uno de los llamados y descendientes de dicho Tomás Beltrán de Araujo, quien en virtud de este su nombramiento gozó y sirvió el largo espacio de 56 años hasta que falleció”.
Desde el punto de vista de la economía, disponer de 4.750 pesos para decir misas, significaba no invertir sino palabras y hacerlas volar con sahumerios entre los altares. Es por esto que el Dr. Dn Andrés Falconí Presbítero Capellán del Hospital Real de la Caridad, viene a reclamar los beneficios aclarando el asunto en los siguientes términos:
“… valiéndome en este caso del derecho que me compete y de las disposiciones que a mi favor dejó establecidas el fundador, y de las más que disponen las leyes, por lo que usando del privilegio de Patrón que debe hallarse de juez y Alcalde ordinario… para el efecto le pido me dé por Capellán ese fundo en él entre todos los que hubiese algunos de los llamados y descendientes que dé la estirpe y casa del fundador.
Débese proveer así por todo lo general favorable del derecho y por las razones siguientes: Primera, nombrándome Ud de Capellán y adjudicándome sus rentas para que diga las misas y sirva el Manual.
Verifica U. (que por) voluntad del fundador que manda que a falta de los llamados, tenga y goce el eclesiástico secular que sea escaso de bienes y pobre, que no haygan de los que tienen derecho es claro y se deduce porque en 5 años no ha habido uno que manifieste su derecho, lo pretenda y pida.
Que sea yo el eclesiástico que deba subceder a estos y deba servir la capellanía. Es también evidente porque se verifica en mí la condición de ser yo miliciano y vecino del lugar y hallarme escaso de bienes. Tengo derecho de esta capellanía y usted debe adjudicármela aun cuando Beltrán de Araujo no sea mi autor y ascendiente”. (O)
Las misas debían celebrarse los 9 de septiembre
¿Qué haciendas y qué montos estaban comprometidos para que las rentas salvaran el alma de su fundador? Veamos a continuación: “En uso sus facultades haga el nombramiento que solicito y mande que los poseedores de los fundos en que están cargadas las citadas capellanías que lo son: Vd. El Señor Alcalde Don Vicente de León con 600 pesos en su hacienda de Pul; Don Francisco Xavier Dávalos con 800 pesos en la de Chacasa; Don Josef María de Chiriboga con 1.250 pesos en Sablag. Don Josef Rodríguez de Plaza con 700 en Quero; Don Miguel Velasco con 200 en Guacona. Los herederos de Nicolás Guadalupe con 350 en Guamote; Manuel de Silva Linares y herederos con 200 pesos en Calpi. Y herederos y albaceas de Doña Casilda Falconí con 750 pesos.
Reconociéndome por tal capellán y me paguen el rédito caído desde el día que murió el citado Padre Fray Xavier Falconí, y los que en adelante causaren”. La clave del documento que antecede a toda esta historia arranca desde 1676. Alférez Beltrán de Araujo estableció y fundó un aniversario de misas los 9 de septiembre del año pasado de 1676 por 2 mil pesos sobre los fundos que se mencionan”. (I)