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La identidad de los países latinoamericanos se forjó con sangre y guerras
Nuestros pueblos, muchos de los estructurados en América Latina, como Ecuador, Perú, Bolivia, Chile, México y varios centroamericanos, generaron su identidad cohesionadora a partir de conflictos armados en los vecindarios.
Las identidades patrias tienen incorporadas en su memoria las luchas para defender las banderas, empujados desde los cuarteles que a su vez obedecían consignas, la mayoría de las veces, internacionales.
Para entender cómo han surgido los nacionalismos patrióticos, hay que dar una ojeada a las historias patrias del siglo XIX, luego de la Independencia, cuando los pueblos hermanos poco a poco fueron convertidos en rivales. Así, alimentados por resentimientos, los pueblos, similares en sus componentes culturales de mestizos, mulatos e indígenas, convertidos en estados soberanos fueron armados hasta los dientes, para defender la paz prefabricada por los mismos imperios vendedores de armas.
Este tipo de paz, legalizada por tratados para utilizar los recursos naturales que generan riqueza y economía, primero benefició a los intermediarios vendepatrias; pero sobre todo a los pulpos que han logrado desarrollar sus tentáculos con la ciencia y la tecnología.
Asumir una nacionalidad luego del proceso independentista para sentirse colombianos, peruanos, venezolanos, ecuatorianos, bolivianos o chilenos ha sido un proceso que se puede enmarcar en los 100 años del siglo XIX. Este es el siglo de la ruptura llena de conflictos armados.
Es un período de guerra civil camuflada dentro de un mismo pueblo que fue delimitando fronteras, todo por orden de quienes se convirtieron en caudillos de los Estados, algunos de ellos vergonzantes paranoicos que respaldados por ejércitos sembraron odios y enemistades que perduran hasta nuestros días.
Estúdiese con detenimiento los absurdos que hizo el mandatario de Bolivia, Mariano Melgarejo, entre 1864 y 1871, paradigma del despotismo que, según Neruda, era “la bestia borracha, espumarajo de minerales traicionados…”.
Veamos los datos con los que los bolivianos escriben el perfil biográfico de Melgarejo, para sentir esa especie de justificación que se revela por su accionar político:
Mariano Melgrejo Valencia había nacido en Tarata, Cochabamba, un 13 de abril de 1820.
“Profesión: militar. Esposa: Rosa Rojas (cochabambina). Títulos y honores: General de División del Ejército chileno. Condecoración con la cruz del orden Crucero del Brasil”.
“Padre, Protector de la Patria”; Doctor Honoris Causa de la Universidad de Chile. Exaltación al mando. Presidente de facto desde el 28 de diciembre de 1864. Terminó el mandato el 15 de enero de 1871.
Origen de su investidura: Golpe de Estado. La duración del mando presidencial fue de 6 años. Causa de su muerte: Asesinato (51 años).
Melgarejo, analfabeto, alcohólico, paranoico, entregó a Brasil 65 mil kilómetros a cambio de condecoraciones o caballos.
En otra guerra mantenida por las selvas ricas en caucho, Brasil se quedó con otros 200 mil kilómetros cuadrados, es decir, un territorio como el actual Ecuador.
En 1884 Bolivia al perder la guerra con Chile, por el salitre, cedió la salida al mar por Antofagasta, 400 km de Costa, 4 puertos y 120 mil km de desiertos ricos en salitre (Ver: Eduardo Galeano, Espejos, 2007), pero ha quedado con una estupenda biografía en la que se anota que su cabeza, “aquella cabeza diminuta y puntiaguda parecía que no había sido hecha para pensar”.
Más guerras ‘patrias’
En la llamada Guerra del Pacífico o del guano y del salitre entre Perú, Bolivia y Chile (1873-1883), con fuertes enfrentamientos en 1889, Chile triplicó su territorio, siendo los perdedores Perú y Bolivia.
Perú perdió 23 mil soldados y se barajaban territorios como si nada, con posicionamientos y devoluciones como si se tratara de arrendamiento de predios. Estas guerras fueron litigios de intereses de la plutocracia chilena y sus militares.
En el caso de los conflictos del Ecuador con el Perú, de igual modo, empezamos peleando cuando todavía éramos colombianos.
La Batalla de Tarqui tiene la memorable y mentirosa placa y monumento patriótico en la que se dice que 4 mil bravos colombianos vencieron a 8 mil peruanos.
El mismo Sucre, en carta a Bolívar, dijo que solo habían sido un poco más de mil combatientes. Los desangres de peruanos y ecuatorianos han sido plataforma de políticos que entregaron el petróleo y las ricas minas al Perú que benefician a las potencias extranjeras, garantes de los mismos tratados de paz.