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Humboldt Gamboa conserva el legado hortícola del Ambato antiguo
Desde mucho antes de su fundación española como ciudad y cabecera provincial de Tungurahua, Ambato ya era conocida como ‘el jardín’ y la ‘reserva frutícola’ de la región.
Al menos por 4 siglos fue el cantón productor de frutas y flores más importante del Ecuador, y se dio a conocer, además, por tener uno de los huertos de verduras, hortalizas, legumbres y árboles aromáticos más variados de Latinoamérica.
Cronistas y textos históricos locales coinciden en que entre los siglos XVIII y XIX era común ver en el casco urbano de la capital tungurahuense extensos jardines sembrados con manzanas, claudias, duraznos, peras, abridores y guaytambos, variedades locales del melocotón, y floridos rosales que, además de engalanar la ciudad con su amplia gama de colores, la perfumaban de forma natural.
Lamentablemente después del terremoto de 1949 el panorama urbano cambió radicalmente, pues la mayoría de casas del centro de Ambato no pudieron mantenerse en pie. Desde esta fecha la existencia de huertos se limitó a unos pocos barrios de la zona urbana, entre ellos Izamba, La Merced, Atocha, Pishilata, Martínez y Pinllo.
Los últimos jardines urbanos
Precisamente en este último se conserva uno de los rincones agrícolas más fructíferos de la ciudad. Allí, gracias a la pasión por la naturaleza de un ambateño, se cultiva de manera tradicional gran variedad de frutas, verduras, hortalizas, legumbres y flores.
Humboldt Gamboa, granjero de 65 años, es el propietario de esta parcela que ha sido calificada como uno de los últimos huertos urbanos de Ambato, junto con otros 4 ubicados en los barrios Ingahurco, El Recreo, Miraflores y Ficoa.
“Siguiendo el ejemplo de mis abuelos y padres, cultivo la tierra por amor a la naturaleza. En ella encuentro lo necesario para vivir saludablemente”, dijo.
Con una extensión aproximada de 1.000 metros cuadrados, su terreno es un ‘oasis verde’, en medio de una ciudadela en la que progresivamente se van edificando conjuntos habitacionales.
Árboles de peras, manzanas, chirimoyas, claudias y otras frutas locales son considerados por Humboldt como parte de su familia.
“Ellos purifican el aire que respiramos mi familia, vecinos y yo, además de darnos la comida”. Esta es la frase con la que el granjero justifica su apego a la flora. El terreno es herencia de sus padres y permaneció por algún tiempo descuidado, pues el agricultor migró a Estados Unidos. Allí permaneció casi 35 años, tiempo en el que aprendió a diferenciar los distintos tipos de suelo cultivable.
“Si bien en el norte hay buenas tierras, no se comparan a las de Ecuador. Nuestro suelo es rico en sales minerales, nutrientes que alimentan enormemente los productos allí cultivados”, añadió.
Cada enero, cuando la mayoría de árboles y plantas florecen, Humboldt permite que vecinos y turistas ingresen al lugar para admirar el espectáculo natural de colores y aromas que ofrece su huerto.
“La deliciosa fragancia de los duraznos, claudias y manzanas, y cientos de flores de distintas tonalidades hacen de este lugar uno de los más hermosos del país”, aseguró Luisa Cornejo, turista quiteña.
Cada año, un aproximado de 300 personas visita el jardín.