El ser humano ha luchado por encontrar un sistema de identificación que permita diferenciarlo de sus semejantes.

En 1984, Alec Jeffrey, catedrático de Genética en la Universidad de Leicester (Reino Unido), desarrolló las técnicas de la huella genética y de perfil de ADN como una respuesta a esta inquietud.

Con base  en el ácido desoxirribonucleico (ADN) que se encuentra en el núcleo de las células, se descubrió una nueva técnica de identificación personal y que permite una asignación de perfil genético a cada ser humano.

Como menciona José Roberto Carro Fernández, en La prueba de ADN, la “huella genética” en la actualidad presenta diversas posibilidades en la ciencia, ya que su uso en las pruebas de paternidad en los últimos años se ha popularizado.

En el estudio de compatibilidad en la donación de órganos, en la identificación de restos cadavéricos y, por supuesto, es utilizada por las ciencias forenses para ayudar a resolver casos de investigación policial identificando a los autores de hechos delictivos. Para que una pericia genético-biológica sea concluyente es imprescindible desarrollar el análisis en 2 tipos de muestras: muestras dubitadas o evidencias: son restos biológicos de procedencia desconocida, recogidas en la escena del delito o de un cadáver sin identificar.

Los tipos de muestras dubitadas más frecuentemente analizadas por técnicas genético moleculares son sangre, semen, saliva, pelos, uñas, tejidos blandos, restos óseos y dentarios. Y de muestras indubitadas o de referencia: son restos biológicos de procedencia conocida, de l presunto culpable del delito. (I)