el sismo del 5 de agosto de 1949 tuvo una magnitud de 6,8 en la escala de richter. el epicentro fue localizado en una falla de pisayambo a 20 kilómetros de pelileo y tuvo una profundidad de 15 km
Hace 65 años el terremoto afectó a 1.920 km²
La imagen del cerro Casigana desplomándose sobre la ciudad lo acompañó hasta el último de sus días. Meses antes de que dejara de existir (agosto 2010), el agrónomo ambateño Vicente Gómez, el más destacado coleccionista de cactus de la región, mencionó un recuerdo infantil que se grabó muy profundo en su mente en aquella tarde soleada del 5 de agosto de 1949. “Era entonces una criatura. Cuando empezó el sacudón, miré hacia el cerro y una enorme polvareda se precipitó hacia la ciudad. Pensé que había llegado el fin del mundo”, refirió Gómez.
Su versión no está alejada de la realidad. Según el Instituto Geofísico (IG), el terremoto del 49 tuvo un alto potencial destructivo. Ocurrió a las 14:08 y su epicentro se originó en una falla en el sur del nido sísmico de Pisayambo, unos 20 kilómetros al nororiente de Pelileo.
Por eso, este acontecimiento obligó a una reconfiguración integral de la ‘Ciudad Azul’ y causó profundas cicatrices en la mente de los pocos sobrevivientes.
La magnitud calculada por el IG, en función de las intensidades generadas, fue de 6,8 en la escala de Richter con una profundidad menor a 15 km.
¿Las consecuencias inmediatas? Según el investigador José Egred, uno de los fundadores del instituto y que murió en febrero de 2011, el terremoto dejó más de 6 mil muertos; 100 mil personas sin hogar y afectó a 1.920 km².
Las ciudades con mayor destrucción fueron Pelileo (100%), Píllaro (90%), Guano (80%) y Ambato (75%). Esto suceduó porque, de acuerdo con las sucesivas indagaciones de Egred, el terreno devastado quedó con profundas grietas, hubo voluminosos deslizamientos en montes y caminos de la región central y brotaron nuevas fuentes termales. El paisaje andino de ese entonces se modificó por completo.
Estos relatos infunden temor en Elsie Cruz, habitante del barrio San Luis situado en el mirador natural de la parroquia Atocha, al noroccidente de Ambato. En ese sector, como en otros de esta urbe, hay unas 20 viviendas que se construyeron cerca de la quebrada en los últimos 20 años.
“Cuando se mira desde la avenida Rodrigo Pachano, las casas están prácticamente cerca del filo de la quebrada, la gente se pregunta qué pasaría si se repitiera un terremoto como el del 49. Créame que vivimos en un constante miedo que aumenta con el proceso eruptivo del volcán, pues cada vez que hay explosiones fuertes, las ventanas de nuestras casas vibran. Nos gustaría que los señores de la Secretaría de Riesgos nos guiaran sobre qué hacer en este caso y a dónde debemos correr para salvar nuestras vidas”, aseguró Cruz.
Los efectos del terremoto se extendieron por las provincias de Tungurahua, Cotopaxi, parte de Bolívar, Pichincha y Pastaza.
Además, el sismo se sintió prácticamente en todo el Ecuador. El movimiento telúrico de ese año fue uno de los fenómenos naturales más desastrosos del siglo XX en el país. Las pérdidas materiales, tanto para el Estado como para la población, fueron incalculables y las consecuencias socioeconómicas afectaron durante décadas.
Ambato trató de apuntalar el alicaído ánimo de su gente con la Fiesta de la Fruta y de las Flores en 1951, por iniciativa del Centro Agrícola Cantonal. “Luego del terremoto, la capital tungurahuense fue destruida prácticamente. La economía se sostenía en el comercio y la agricultura, especialmente la fruticultura. Los huertos continuaron en pie y eso dio la idea de empezar esta fiesta hace 63 años y en la actualidad es uno de los eventos anuales más importantes del país y de la región”, explicó Sharon Gamboa, presidenta de esta organización.
Alertas en los últimos años
El lunes 18 de junio de 2012, a las 08:34, el Instituto Geofísico reportó un sismo de 5,1 grados, cuyo epicentro fue localizado a 20 km de Pujilí, en la provincia de Cotopaxi y cuya profundidad fue de 12 km.
El movimiento telúrico se sintió con fuerza en Ambato, cuando miles de niños y jóvenes se hallaban en las aulas de escuelas y colegios; y los adultos, en las oficinas de instituciones públicas y privadas.
“En ese momento desayunaba en un restaurante esquinero de la Sucre y Espejo, cuando sentimos que las mesas se movían al igual que las ventanas de los edificios. Salimos a la calle y nos dimos cuenta de que las calles eran angostas para esquivar los vidrios y paredes. Por fortuna todo acabó en segundos”, dijo Vinicio Miranda, comerciante ambateño.
En las calles Juan Benigno Vela y Quito se cayó un pedazo de vidrio sobre la calzada. En Tambaló, parroquia San Fernando, al noroccidente, fueron afectadas viviendas.
Foto: Roberto Chávez/El Telégrafo