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El Telégrafo

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Es un proyecto del club de periodismo de la uea

Gabriela vive la lectura de 'Cumandá' en la quinta

Las quintas históricas son sitios de peregrinación para estudiantes y turistas del país y del exterior.
Las quintas históricas son sitios de peregrinación para estudiantes y turistas del país y del exterior.
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Los pasos de Gabriela se escuchan claramente al pisar el empedrado de ingreso a la quinta La Liria, en Ambato. Lleva una mochila bordada a mano con diseños andinos. En su mano derecha sujeta un libro de portada verde y separa las páginas ligeramente con sus dedos. Cuando el reloj que rodea su muñeca marca las 13:00 se apresura a pagar el boleto de entrada.

Gabriela es parte del Club de Periodismo de la Unidad Educativa Ambato (UEA), que dirige la Regional Sierra Centro de diario EL TELÉGRAFO. Ella quiere experimentar la lectura de la novela histórica ‘Cumandá’, del ambateño Juan León Mera, en el mismo escenario donde se escribió. Coloca entonces el texto entre sus rodillas y sujeta su cabello con un moño de color negro. Se sienta bajo un arco formado con rosas naturales que está rodeado por un mullido pasto y una vegetación espesa.

La chica sabía que en ese lugar vivieron, además de Mera, el autor de ‘A la Costa’, Luis A. Martínez, con sus respectivas familias. La portada de ‘Cumandá’ es verde y fue escrita hace 137 años. Gabriela busca en las páginas los sentimientos del autor. La obra llegó gratuitamente a sus manos gracias a una reedición que impulsó la Municipalidad local, precisamente para que los jóvenes la leyeran. Se volvieron a imprimir 500 ejemplares de cada novela.

Los rayos solares se vuelven más intensos y hacen resplandecer las diminutas gotas de lluvia de la noche anterior que se escurren entre las ramas y las hojas. “Leeré el libro en el puente viejo”, se dijo Gabriela. Empezó a descender las 20 gradas que se acoplan con el entorno natural matizado con senderos cortos. Por un momento se encuentra con una familia integrada por seis miembros.
Gabriela apresura su andar. Esquiva árboles, pequeños insectos y las hojas que desprende el viento. Por fin llega a un claro.

El rumor del riachuelo se extiende por el sendero y compite con el canto de las aves. El escenario es conmovedor. La chica de 16 años se sienta al pie del puente. Busca un resaltador en su mochila, un esfero y sus lentes. Busca el primer capítulo.

Empieza a leer en voz alta. En pocos minutos llega también el grupo familiar que dejó atrás. La miran sorprendidos, avanzan en silencio, escuchan un momento y comentan: “Esta no es la niña que venía con rapidez… se ha puesto a leer un libro. Callen, no la molesten”, comenta una pequeña niña que los guía.

Gabriela encantada con los sonidos ambientales decide seguir con su lectura. En su mente empezó a dibujarse el verde de la Amazonía con cada vocablo plasmado en la novela que tiene lugar en el Oriente ecuatoriano durante los comienzos del siglo XIX. Estaba concentrada. Y con sus palabras los personajes volvían a vivir. Los escenarios hablaban de las colonizaciones mestizas y de hombres blancos que difundían el catolicismo a los jíbaros y záparos.

En esos grupos tribales, llenos de alianzas y confrontaciones, se encuentra una dulce mujer que se llama Cumandá. Es la protagonista de la obra al igual que su amante Carlos. Hay mucha descripción.

Gabriela consigue una conexión con el autor. Por momentos interrumpe la lectura como si quisiera buscar en la quinta lo que leía y en el cielo azul semidespejado. Tras mirar por tercera vez el texto encontró una frase: “Eres dueño de ti mismo y verdadero rey de la naturaleza”. La joven se conmueve con la frase y la subraya.

La tarde avanza y pronto llegará la noche. Gabriela guarda el libro y se deja los lentes puestos. Sin prisa sube las escaleras y nota que las moras cubren el cemento. Deja la mochila en una banca y se tiende en la hamaca blanca que cuelga de la estructura de la casa histórica.

Se siente satisfecha de compartir el mismo sentimiento, y tal vez, el mismo escenario que en vida experimentó el ensayista, novelista, político, pintor y autor de la letra del Himno Nacional del Ecuador, Juan León Mera. (I)

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Los detalles más relevantes de la novela de Mera

La novela tiene dos tiempos. En el primero se cuenta la historia de la familia Orozco. Don José Domingo de Orozco era propietario de una hacienda situada al sur de Riobamba. Allí pasaba largas temporadas por gusto o por necesidad. Su familia estaba integrada por su esposa, Carmen N. riobambeña también; su hijo primogénito, Carlos, cinco niños más, y una niña que sus padres idolatraban y bautizaron con el nombre de Julia. Como todo hombre europeo o criollo tenía profundamente arraigada la costumbre de tratar a los indígenas como gente destinada a la humillación, la esclavitud y los tormentos. En un levantamiento aborigen, en el que participó el padre de un indio llamado Tubón, Orozco lo castigó con azotes y días en el cepo. Los Tubones acudieron a la defensa civil, pero no lograron nada. Como castigo fueron enviados al peor de los obrajes y allí murieron. Tubón regresó a la hacienda de los Orozco para vengarse. Pero no halló a Carlos (10 años), ni a su padre.

En el segundo tiempo, don José Domingo de Orozco se ha vuelto un misionero en Andoas. Este es un pueblo de záparos en el Oriente ecuatoriano. Su hijo Carlos ya es un hombre y está enamorado de una salvaje llamada Cumandá. Ella es hija de Tongana, viejo de la cabeza de nieve. Es jefe de una tribu o corta familia que se ubica entre la unión del Palora con el Pastaza. Se repite varias veces el gran odio que Tongana tiene hacia los blancos debido al trato que estos dan a sus hermanos al otro lado de las montañas. Esa misma noche hay un ataque en el lago Chimano por parte de moronas y longoños. Tras guerras y enfrentamientos la novela termina trágicamente con la muerte de Carlos y Cumandá. (I)

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