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“Frotándolas con plátano de seda no se partían”
Entré al negocio de las bateas por mi guambrita la María, dijo la mama Chana Veloz. Primero vimos las bateas en la feria de Pelileo. A la siguiente semana ya cogimos un bultito. Después madrugamos a las 05:00 para ir a Latacunga, Salcedo, Saquisilí y Ambato.
El problema es que se parten con el Sol. Por eso buscamos la sombra en cuartos y en corredores. Un día descubrimos que frotándolas con plátanos de seda dejaban de partirse. Los hombres llegan al bosque, abrazan los troncos y sin ningún permiso, empujan al suelo a los alisos, platuqueros, arrayanes, mortiños, motilones y molles para esculpir las formas que son más útiles para la vida.
Bajan los bosques detrás de las bateas desde las lomas azules. Desde tiempos de los mayores las bateas vivían escondidas en las barrigas de los árboles, y las mamacucharas en sus largas ramas.