En el tradicional barrio La Laguna, situado al norte de Latacunga, hace 50 años los moradores del sector Santísima Trinidad decidieron homenajear a su deidad patronal: la Santísima Cruz.

La celebración  coincide con la época de carnaval y esto confirió un sincretismo pagano-espiritual.
Primero se organizan las novenas en las casas de los priostes, como  preparación y aceptación de la cruz como símbolo de unión y salvación.

Los personajes principales son el Gobernador  y su bastón de mando que lo distingue como el anfitrión de la celebración.

Además,  un Comisario o acompañante del Gobernador  y un Capitán que resguarda el orden. Estos son los personajes principales de la comparsa que se prepara  el primer día de carnaval por las principales calles de La Laguna.

Para Amalia Guilcatoma, colaboradora en la organización de la fiesta, a la hora de actuar todos los vecinos participan.

“Gracias a la solidaridad económica con la que expresan su devoción a la Santísima Cruz, no faltan voladores, castillos, disfraces, comida y bebida para todos”, manifestó.

Año tras año esta celebración se fortaleció, pues antes se realizaba únicamente en las casas de los vecinos, con los familiares y amigos más allegados, pero en la última festividad de febrero y marzo, asistieron al menos 1.500 visitantes de todos los barrios de la urbe.

La  Mama Negra también se hace presente, empero a diferencia de las  fiestas de septiembre por parte de las vivanderas de La Merced y la de noviembre, organizada por el Municipio de Latacunga, no es el eje de la comparsa.

“Es más bien la representación de nuestro máximo exponente cultural. Por eso desde hace algunos años, se le ocurrió a alguien disfrazarse de ese personaje”, indicó Julián Canchingnia, de 62 años.

Pero los simbolismos con la auténtica fiesta de la Mama Negra están presentes en la Santísima Cruz. Cada año se jocha (invita) a los próximos personajes principales, y por medio de una ceremonia se realiza el cambio de mando el martes de carnaval. Esto ocurre  en la plaza Mario Mogollón, en medio de bandas de pueblo y voladores que anuncian a los poblados cercanos que algo importante está a punto de ocurrir en ese lugar. Terminado el cambio de mando hay que esperar 365 días para la fiesta siguiente.